Cada tanto y sobre todo en tiempos como los que vivimos, se hacen estudios para ver cómo cambian los hábitos, los miedos y los deseos de la gente. Estando el empleo en el ojo de la tormenta y el salario en sus momentos más bajos, son otras las prioridades y de pronto, la tendencia apunta a que el valor de conciliar ya no es sólo cosa de mujeres. Lo que sí es cosa de mujeres, y de hombres, es el capital que las fortalezas femeninas aportan a los nuevos escenarios.
Las nuevas generaciones quieren reconocimiento, proyección, clima y formación están a la cabeza, pero también los valores de la empresa y la conciliación. ¿Pero dentro de la empresa o fuera…¿en la propia?
Muy poc@s sirven para emprender dice mi gurú que ve como fracasan proyectos a diario dentro y fuera del país. No es sólo la falta de crédito, es también la falta de resiliencia para soportar el precipicio emprendedor. Hay quien disfruta de la adrenalina pero hay muchos que la sufren y se desgastan antes de empezar. Hace unos días me llama una querida amiga queriendo desertar de su calidad de incipiente autónoma. «Soy un animal de empresa» dice y yo pienso que se refiere al paraguas de una gran empresa que la cobije y la vea crecer. Tiene enormes capacidades y está acostumbrada a nadar en aguas turbulentas, pero dentro de una compañía, que no sea la propia.
«Si nuestras expectativas, ambiciones y sueños estuvieran dotados de más perspectiva, más estrategia, más coraje… la sociedad apuraría los cambios».
En eso estoy cuando recibo el email de una lectora en relación al artículo que hemos publicado sobre la Barbie emprendedora. Me pregunta a quién representa esa chica vestida de fucsia y con tacones. ¿Cuántas mujeres emprendedoras conocéis con esa estampa? Pienso en las muchísimas que conozco y a algunas de las que impulsamos desde la categoría Revelación y Emprendedoras de Las Top 100: Alice Faveau, Beatriz Fadón, Candice Laporte, Gaby Castellanos, Gemma Muñoz Vera, Isabela del Alcázar, Marta Esteve o Yolanda Rueda entre tantas otras. Las espontáneas, las forzadas, las casuales y las causales, las que han triunfado y las que lo están peleando…las que todavía no saben que en algún momento deberán emprender…su propio camino. Son cientos y realmente me doy cuenta de que ninguna se les parece.
Poniendo orden a mi caos «escritoril», encuentro un recorte que no he leído, y doy con algunos datos en torno al último Davos. En él, Saadia Zahidi, directora sénior del Programa para Mujeres Líderes y Paridad de Género en el Foro Económico Mundial, dice que ellas serán las principales impulsoras de los mercados emergentes, quizás porque son precisamente los países emergentes los que han adoptado políticas más equitativas.
Los datos dicen que en Rusia, Brasil, Sudáfrica y China hay cada vez más mujeres en puestos técnicos y profesionales. Zahidi es una convencida de que no se difunde demasiado sobre la aportación de las mujeres ni del rol que han jugado en tantos sentidos cuando son más las que se vienen incorporando a la fuerza laboral e impulsando el crecimiento en las economías emergentes.
Vuelvo a pensar en los muchos encuentros que tengo con estupendas directivas y empresarias llenas de valores y capacidades, y cómo está quedando cada vez más claro, que son ellas las que cuentan con las habilidades que las empresas necesitan para competir dentro y fuera.
Hablando con la directora de una gran compañía francesa, hacía hincapié en lo necesario que es que cambien las expectativas de las mujeres: «Si nuestras expectativas, ambiciones y sueños estuvieran dotados de más perspectiva, más estrategia, más coraje… la sociedad apuraría los cambios».
Es fundamental el efecto «normalizador» que causa la presencia de más mujeres en los ámbitos donde se deciden las cosas. Me cuesta mucho convencerlas sobre la importancia que tiene que sean visibles para alentar a las que vienen detrás. Ese efecto es mucho más impulsor y además ¡contagia!
Como se me ha contagiado a mí la tristeza y el vacío que ha dejado la muerte de Paco de Lucía. Un hombre sencillo que hizo muchísimo porque el flamenco se escribiera en mayúsculas en todo el mundo. Un hombre con nombre de mujer.