La película estadounidense El lobo de Wall Street juega con la autobiografía de un saqueador exitoso, para mostrar el mundo en el que viven los de su condición. Un universo paralelo al habitado por el resto de los mortales, pero con el que se comunican por una vía umbilical que es la que alimenta a unos a costa de los otros. De esa manera, ese mundo de depredadores vive de esas personas a las que estafa y desprecia al mismo tiempo. Y en el medio están las mujeres con las que estos poderosos se divierten: las muñecas.
Muñecas o poderosas
Para ser muñeca, un juguete en manos del poder ejercido por los hombres, hay bastantes facilidades. Es un campo siempre abierto y con la suficiente publicidad como para que las niñas sepan¸ desde que son pequeñas, que existe. Basta mirar la ideología que se transmite en revistas de adolescentes y mensajes publicitarios.
Precisamente el efecto publicidad de mujeres ejerciendo el poder es uno de los puntos clave, quizá el único, con el que estas mujeres poderosas favorecen los intereses de las mujeresTambién hay mujeres poderosas. Pocas, muy pocas todavía, pero cada vez las hay más. Están ahí porque tienen el mismo derecho que los hombres a ocupar ese espacio. Que haya mujeres en la gerencia de organismos y empresas internacionales, presidentas, ministras y diputadas es un gran valor. Las niñas, al igual que los niños, necesitan modelos. Necesitan saber cuál es el lugar que pueden ocupar en el mundo. Será su elección o serán sus circunstancias las que guíen su camino.
Precisamente el efecto publicidad de mujeres ejerciendo el poder es uno de los puntos clave, quizá el único, con el que estas mujeres poderosas favorecen los intereses de las mujeres.
El acceso al poder
Ya sabemos que las mujeres no son bien recibidas en los círculos de poder cuando tratan de ejercerlo. Se discute y se habla sobre cómo ejercen las mujeres el mando o su manera de liderar. Son teorías que sirven para establecer como verdades los tópicos que ayudan a mantener las cosas como están porque ése es el objetivo.
La conquista del poder tiene sus propias reglas y uno de sus preceptos básicos es evitar que haya nuevos pretendientes. Y si los hubiera, el manual del poderoso dice que hay que anular sus posibilidades. Cuantos menos aspirantes a ejercer el poder, más oportunidades de mantenerlo tienen los que ya lo poseen. Y los que aspiran a conseguirlo, también prefieren tener menos competidores. Por eso, para aminorar las posibilidades de las que se atreven a intentarlo, vale cualquier treta. Vale la familia de origen, la raza, la religión y sobre todo, la estrella de las excusas: el sexo del contrincante. Para esta excusa hay toda una panoplia de argumentos, que son en realidad pretextos.
Las ministras y las diputadas, por ejemplo, cada una en su nivel de decisión, hacen uso del poder que tienen. La mayoría están sobradamente preparadas, pero a veces, ¡ay! votan en contra de los intereses de las ciudadanas. Mujeres poderosas
Mujeres comprometidas que han luchado y luchan para cambiar el mundo han contribuido a que las cosas puedan ser diferentes a como lo han sido hasta ahora. De esas luchas se beneficia toda la sociedad y las mujeres, las que ejercen el poder, especialmente.
Por regla general, quienes ejercen el poder, salvo excepciones y momentos puntuales, luchan por agrandar ese poder o por mantenerlo. Por eso sus decisiones, lo que dicen y lo que hacen, no se corresponde a menudo con lo que han defendido hasta llegar a la cima.
Las ministras y las diputadas, por ejemplo, cada una en su nivel de decisión, hacen uso del poder que tienen. La mayoría están sobradamente preparadas, pero a veces, ¡ay! votan en contra de los intereses de las ciudadanas. Muchas mujeres se miran en ellas, esperan de ellas, pero el poder es lo que tiene, que da privilegios a quien lo ejerce y a veces es preferible olvidarse de los intereses de tus iguales para poder mantenerlo.
*Mª Teresa Pascual Ogueta es ingeniera de Telecomunicación experta en nuevas tecnologías y también escritora. Autora, entre otros, del libro Despidos, la edad y otros pretextos (Díaz de Santos, 2012).
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