De niña, María Dueñas (1964) no se ensimismaba en metas irrealizables, prefería las ensoñaciones "del día a día", como acabar el curso o estudiar en la Universidad, pero siempre tuvo claro que su desarrollo personal estaría relacionado con los viajes, con moverse "de un sitio a otro y conocer otras gentes, otros mundos, otras culturas". Abrirse camino "en sitios que no fueran los cotidianos". Ella quería ser viajera y lo consiguió. Viajó a través de los países. Viajó a través de los libros.
Salida
El punto de partida de su viaje es Puertollano. En el poblado de empleados de la refinería de Repsol, donde su padre trabajaba como economista, Dueñas se pasaba las horas jugando con sus siete hermanos, haciendo "mucha vida de calle" y muy "activa". Sólo paraba para ver en televisión Un globo, dos globos, tres globos y Los Chiripitifláuticos y para merendar un bocata, mejor dicho, un "bocatón" de sobrasada, que era de sus preferidos.
"Publicar la novela era, más que mi sueño, mi objetivo. Yo soy poco romántica."
Aquel microuniverso manchego era una especie de colonia donde había "mucha libertad" y donde los niños entraban y salían de las casas sin que fuesen muy controlados por los padres. En ese entorno, Dueñas creció como una niña "imaginativa, con carácter" y "un poco mandona". Reconoce que "ser la mayor de ocho hermanos te da dotes de mando que te sirven estupendamente para andar por la vida".
De aquella época, la autora de El tiempo entre costuras recuerda con cariño los viajes de verano a Málaga en un R12, donde se metían "a lo bestia" los diez miembros de la familia "con los niños pequeños en brazos" y la baca llena de cosas. "Íbamos cantando canciones de la mili de mi padre y de los campamentos. Hacíamos picnics en mitad del camino y mientras uno vomitaba el otro quería hacer pis y otros dos se peleaban. Aquellos viajes eran memorables", sostiene.
En el camino
El traslado de Puertollano a Madrid en los años 80 fue la primera escala del vuelo de Dueñas por otros mundos. Estudió Filología inglesa, aunque no fue "una estudiante dedicadísima". "Es que en aquella época la Universidad era un poco un cachondeo", argumenta. En la capital fue testigo de la explosión del "soplo de aire fresco" que supuso la Movida, cuyas canciones se convirtieron en la banda sonora de su vida. Temas de Nacha Pop como La chica de ayer o de Kaka de Luxe la acompañaron en sus noches en el Penta.
Pero Dueñas decidió no apalancarse en Madrid. Al terminar la carrera, obtuvo una beca para estudiar y dar clases de español en la Michigan State. "La Universidad española y la americana eran la noche y el día. Allí ya estaban informatizados los fondos de las bibliotecas mientras que en Madrid los libros te los subía un señor con bata con una polea".
La familia
La profesión de su marido, catedrático de latín en un instituto, cambiaría de nuevo el escenario vital de esta profesora de la Universidad de Murcia en excedencia. Su nuevo destino fue Cartagena, donde se asentaron. Allí, mientras hacía el doctorado en la Universidad, impartió clases de inglés durante tres años en la base aérea de Los Alcázares, donde sólo había tres mujeres. "El primer embarazo lo pasé trabajando para el Ejército y el segundo, con la tesis doctoral hasta arriba. El día que entraba en el noveno mes leí mi tesis. Haber pasado unos embarazos con esos retos te curte", afirma.
El arribo
Y entonces se buscó un nuevo desafío: empezar su carrera literaria a los 42 años. "Publicar la novela era, más que mi sueño, mi objetivo. Yo soy poco romántica", confiesa esta mujer optimista y con "mucha determinación" que ahora quiere ser, de mayor, "una vieja sana con la cabeza lúcida".
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