Madres en vacaciones, carrera sin tregua

¡Por fin pasaron las vacaciones!….me dije al atravesar el umbral de la puerta con las tres maletas, la mochila, los dos niños y mi pareja. Lo dije con una mezcla de alivio y pena, por decir adiós a una etapa del año que en mi caso, remeda más la ascensión al Tourmalet que los días de merecido descanso que a priori todos imaginamos.

Soy de esas madres, que después de dividir nuestro tiempo a partes casi siempre desiguales entre una dilatada jornada laboral y unas exiguas horas maternales, nos sumergimos en vacaciones, en un periodo maternal sin tregua.

Se nos puede observar, casi siempre en esos hoteles especializados en familias y que venden en sus catálogos un sinfín de actividades infantiles, actividades que por cierto, nuestros hijos aplauden antes de acudir allí, y una vez en el hotel suelen rechazar con diferentes excusas.

Sus pequeñuelos jugando con hermanos, primos, y demás especímenes permanecen en riesgo constante en paradisíacas piscinas que sirven igual para el ahogo como para el asesinato a base de interminables aguadillas.Allí se reconocen fácilmente madres que como yo, permanecen en tensión sobre la hamaca, sin atreverse a levantar la vista de sus pequeñuelos que jugando con hermanos, primos, y demás especímenes permanecen en riesgo constante en paradisíacas piscinas que sirven igual para el ahogo como para el asesinato a base de interminables aguadillas. Solemos intentar tomar el sol con el corazón fuera del cuerpo viendo como nuestros hijos se lanzan cual titiriteros en acrobacias imposibles al agua o como resbalan sobre el bordillo cayéndose también de forma acrobática pero esta vez sobre el duro canto de cemento.

Además se puede observar a estas madres corriendo tras los pequeños andarines que quieren emular al hermano mayor en las acrobacias, paseando un carrito que sortea las sombrillas que tira el bebe que va dentro o llenas del potito que escupe éste cuando conseguimos sentarlo a comer en un incomodo chiringuito harto de bebes.

No es raro tampoco encontrarlas en la montaña, intentando disfrutar de forma furtiva de un atardecer mientras los niños amenazan con un balón de reglamento que en una jugada conflictiva puede acabar golpeando a cualquier extraño en cualquier parte. Y por supuesto, la mayoría solemos estar al lado del mar, embadurnando a nuestros pequeños con crema una y otra vez para que la arena se adhiera, si cabe, más a su piel o cual vigilante de la playa atisbando el horizonte para encontrar a los niños entre centenares de similares ejemplares.

¿Para qué empeñarnos en holgazanear? si tener hijos pequeños y vacaciones son dos actividades bastante incompatibles para los padres en general, y en particular para las madres.A nosotras nos cuesta darnos cuenta que esos días, no van a convertirse en ese añorado periodo de descanso, siestas y placer con los que soñamos a lo largo del año, sino que más bien se convierten en largas jornadas de sol a sol, de intensas y urgentes demandas y del inquieto estrés que acompaña al cuidado continuo de los niños.

Porque ¿para qué empeñarnos en holgazanear? si tener hijos pequeños y vacaciones son dos actividades bastante incompatibles para los padres en general, y en particular para las madres. Por eso, a veces cuando veo a estas compañeras de profesión maternal con la cinta del bikini de medio lado, el tacón torcido o el rimel recolocado en forma de profundas ojeras, me solidarizo con esta forma de pasar el verano tan común para nosotras.

Pero, a pesar de esta realidad, tan poco apetecible a simple vista, y aunque cueste creerlo, nos sentimos felices. Os puedo asegurar que al menos, en mi experiencia, no hay mejor manera de desconectar del ambiente laboral que con un veraneo así de maternal. Por lo demás estamos radiantes, eso sí,…mucho más por dentro que por fuera, y orgullosas de haber superado la complicada prueba de ser madre, amiga, compañera, confidente, y cómplice de nuestros hijos a tiempo completo.

… Y nos damos cuenta, al volver a la rutina. Cuando de nuevo nos zambullimos en las largas jornadas laborales y volvemos a las exiguas horas maternales. Entonces con un poco de alivio y con mucha añoranza recuperamos los mejores momentos de esas vacaciones y saboreamos ese atracón de maternidad que a ratos nos llego a resultar un poco indigesto, pero en él que hemos sentido crecer a nuestros hijos y hemos crecido nosotras con ellos.

*Inmaculada Gilaberte
es psiquiatra y autora del libro Equilibristas: Entre la maternidad y la profesión

Otros artículos de esta columnista…

También te pueden interesar…

¿Ya has visitado Vida digital en nuestra ZONA ECO/CIENCIA/TIC?

recientes

lifestyle

Newsletter

Otros artículos