Una encuesta realizada en Tailandia sobre las decisiones tomadas durante la crisis financiera asiática de 1997 dio resultados favorables respecto de la conducción de mujeres en la empresa, en especial referidos a los recursos humanos. Más de un 77% de ellas rehusaron hacer despidos; el 78% se negaron a recortar salarios, y un 98% no apelaron a las vacaciones forzadas, y sacaron a flote, a la vez, a sus empresas.
Estas fueron novedades anunciadas por Chonchanok Viravan, presidenta de la Federación Internacional de Mujeres de Negocios y Profesionales. Según declaró en un congreso realizado en México: "Las mujeres son capaces de analizar todos los escenarios posibles para enfrentar un problema. La decisión que se toma por pánico es la peor de todas."
Son frases cuyo contenido encaja perfectamente para los momentos que nos toca vivir hoy en todo el planeta. La mayor dificultad que aparece después de los resultados de la encuesta es cómo evitar la conclusión fácil: las mujeres, madres al fin, se inclinan a proteger a sus empleados como si fueran sus hijos.
El concepto tiene raíces profundas y muy antiguas en nuestra civilización. La expresión alma máter, traducida literalmente del latín clásico, significa madre nutricia. Ante esta tradición, ¿cómo pensar en quitar el pan a quienes orientan todos los días en sus empresas? El desplazamiento hacia un claro papel alimentario sería comprensible, hasta aceptable, pero no siempre el folklore es respetado ni tiene por qué obligarnos a cumplir sus reglas. La tradición condiciona porque es parte de la cultura, pero puede cambiar, y en los hechos se registran mujeres más impiadosas que los hombres y viceversa.
Para ver la misma cuestión de otro modo, podríamos plantearnos si la sensibilidad social y la solidaridad son patrimonio de un género, si son masculinos o femeninos, hasta tal punto que quien las practicara se revela como perteneciente a uno u otro bando.
El trabajo es un bien por compartir porque el sistema económico vigente lo relaciona íntimamente con el pan en la mesa. Sin trabajo no se obtiene dinero legal para comprar el pan. Es sencillo. Si tal como se pronostica, se viene una crisis de una dimensión pocas veces vista, es necesario planificar qué se hará con el trabajo desde todas las perspectivas posibles. Entiéndase: desde el Estado, las empresas y las organizaciones gremiales.
Desde cada perspectiva se puede aportar y es válido preguntarse, a partir de la encuesta tailandesa, si sufrirán menos aquellos que se encuentren actualmente conducidos por una mujer. Si la respuesta fuera afirmativa contendría alguna dosis de absurdo, a menos que estemos convencidos de que efectivamente todos los hombres son despiadados y todas las mujeres misericordiosas.