La vida moderna modifica los estándares de vida e impone nuevas leyes "habitacionales". Alguien lo llamó "la revolución domiciliaria": menos espacio físico, menos vínculo emocional, seguridad y funcionalidad han ganado la batalla.
Por allá en los años cuarenta, aparecieron con fuerza los edificios de departamentos en Chile, con la finalidad de solucionar la vivienda de los empleados públicos y con una mirada de arquitectura especial con la que la clase alta de la época quería marcar diferencias.
En los sesenta los edificios ya dominaban barrios completos, como ocurrió con la Villa Portales, lugar donde vivió mi adolescencia. Al abrir la ventana no se podía contemplar nuestra cordillera, en cambio, se podía ver a nuestro vecino de enfrente en sus quehaceres matutinos, algo así como estar mirando a través de la cámara de Fellini sin movernos de tierra chilena.
La vida moderna nos fue haciendo construir los nidos en altura y en espacios más reducidos, acercándonos un poco a la imagen de las celdillas de un colmenar de abejas.La vida moderna nos fue haciendo construir los nidos en altura y en espacios más reducidos, acercándonos un poco a la imagen de las celdillas de un colmenar de abejas, manteniéndonos muy cercanos y haciéndonos cambiar de manera imperceptible nuestra forma de relacionarnos y de ver el día a día.
Más difícil debe haber sido este cambio para el neoyorquino de mediados del 1800. Una vivienda de un solo piso y con alguien viviendo sobre el techo, simplemente debe haber resultado una idea inconcebible, irrisoria, impensable…Sin embargo, se logró borrar la mirada escéptica, con un edificio construido el año de 1870 por el arquitecto Richard Morris. El Times habló de la “revolución domiciliaria”. Los jóvenes de la época pudieron acceder a las ciudades y el derroche de las tremendas mansiones fue quedando atrás, permitiendo ahorrar para la llegada del nuevo siglo.
Una idea muy lejana, la del imaginario colectivo sobre una casa: un lugar para echar raíces, para ver crecer a los hijos, para plantar un árbol
La casa familiar antes de esta modernidad que nos abraza era muy diferente. Solía haber familias chilenas donde vivía el matrimonio, los hijos, los abuelos, alguna tía solterona y la nana puertas adentro. Los espacios lo permitían e incluso los patios albergaban un gallinero que permitía el consumo a diario de huevos frescos. El barrio era la familia que no vivía dentro de la casa, y el almacenero mantenía secretos y guardaba libretas de débitos que se pagaban a fin de mes. A eso del mediodía pasaba el afila cuchillos.
En las tardes se barría la vereda y se encendía el brasero de carbón de espino. Cuando llegaba el atardecer, pasaba otro personaje ya histórico: el carrito del “motemei, calentito el mei”, producto que se remonta a la época de la Colonia en Chile. Era el mote de maíz cocido, hecho pregón en la voz campesina de las tardes del invierno santiaguino y que la niñez de entonces, lo guardó con aroma y sabor.
El pasado se dulcifica, el imaginario abre compuertas de ese mundo alternativo y los sonidos de la memoria persisten, es la nostalgia de lo que ya se fue.
Sin embargo, hoy en día, el 80% de los permisos de edificación en las grandes ciudades de Chile, apuntan a la construcción de departamentos. El departamento es en gran parte la nueva forma de vida de los chilenos, solución para el apresurado vivir citadino. Se almacena sólo lo necesario, la limpieza se logra rápidamente, se entra y sale dando prioridad a la vida afuera. Se hace más uso de los lugares públicos. Hay poca privacidad, las familias deben enfrentar los problemas porque el poco espacio los obliga.
“A menor espacio físico, menor vínculo emocional”. Se puede cambiar de lugar sin tanto arraigo por los metros cuadrados. “El hecho de no sentirse enraizado facilita la movilidad y los cambios, porque podemos dejar los recuerdos atrás y construir nuestra propia historia en otro lugar sin sentir que no tenemos pasado”.
Seguridad y funcionalidad son los sustantivos que aplica en el cotidiano el chileno del hoy.
*Carmen Bustamante Saavedra es Bachiller en Letras. Imparte Cursos de Inglés en el Departamento de Educación Continua de la Universidad Santo Tomás. Actualmente presta servicios en la Secretaría Ejecutiva de Cumbres en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.
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