«Imaginad, queridos lectores y lectoras, a una joven princesa que no sabe jugar. No tiene un solo amigo, y se pasa las horas peinando su ondulado cabello como el mar. El mar que nunca ha visto, pues no sale de casa, y aunque su casa es grande, muy grande, es un palacio, la princesa está presa. Y el tiempo pasa y pasa, pero no pasa nada. Y pasa tan despacio…».
A la princesa feliz nadie le ha preguntado si le gusta ser feliz. Vive recluida en el palacio de su padre, el rey. Por eso, cuando formula el deseo al que tiene derecho todo príncipe o princesa en su undécimo cumpleaños, pide salir del recinto real. Lo hará acompañada del bufón Lafcadio, vestida de hombre y después de cortarse el pelo para que nadie la reconozca -y, por si acaso, con un gorro calado hasta las cejas-. Es así como va conociendo el mundo. Descubre que si una persona echa agua por los ojos, es que está llorando; que saber mucho no es ser sabio; y que una biblioteca no es la casa de los libros, sino la casa de los lectores. Quizá este viaje cambie a la princesa para siempre y la prepare para ser reina.
Editorial: Narval
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