Ha tenido que ser este período de confinamiento forzoso y la sugerencia de mis buenas amigas de Mujeres&Cia, el estímulo que me anime a “coger de nuevo la pluma” Y puede no ser mal momento, en tanto que justo ahora, las prisas han quedado aparcadas y escribir, leer o reflexionar, pueden ser una buena ayuda para sobrellevar la situación.
Es ante la adversidad cuando hombres y mujeres sacan lo mejor de sí mismos.
Situación a la que nos hemos visto arrojados de improviso, que jamás imaginamos podríamos llegar a vivir en realidad, más allá de las pantallas de los cines. Y no, no es un gran cataclismo de la Naturaleza, ni un holocausto nuclear, quien ha puesto a la humanidad de rodillas. Es un organismo del “micromundo”, de dimensiones nanométricas, ni siquiera un ser vivo, el que ha vaciado nuestras ciudades, nos ha sitiado en nuestras casas y ha herido gravemente nuestro sistema económico. Precisamente cuando ya ufanos, nos decían que los avances científicos llegarían incluso a vencer a la muerte a mitad de siglo.
Una guerra, un enemigo invisible
Un virus, el virus de Wuhan, ha decidido participar en nuestra fiesta sin ser invitado y arruinarla, en lo mejor del baile. Nos ha arrojado a una guerra para la que no contábamos con el entrenamiento y los pertrechos adecuados; toca retroceder y lamernos las heridas, mientras revisamos estrategias, reagrupamos nuestras fuerzas y preparamos el contraataque. Algunos se quedarán en el camino, pero el enemigo será derrotado. Sin duda.
La humanidad ha superado las peores catástrofes y ha sabido reinventarse y salir fortalecida de ellas. Es ante la adversidad cuando hombres y mujeres sacan lo mejor de sí mismos. Tiempos oscuros han servido como catalizador de grandes avances y descubrimientos. Y esta pandemia nos ha sacado de nuestro letargo: sanitarios, científicos, policías, militares, transportistas, personal de apoyo, voluntarios, etc, forman ya un gran ejército, que trabaja incansable para ganar esta contienda.
Un cambio de paradigma
Y se ganará sin duda. Pero dejará secuelas. Algunas sin remedio, tales como los seres queridos que se hayan quedado por el camino. Otras obligarán a repensar muchas cosas: el modelo de sociedad, las relaciones económicas, los modelos de trabajo, la deslocalización de la producción, el control de fronteras, la globalización. La precaria situación con la que nos hemos visto inmersos en esta guerra es consecuencia de algunos de los sacrosantos paradigmas económicos de la sociedad occidental actual: depender de terceros países para suministros clave, está pasando una factura que no sólo deberá medirse en términos económicos, sino en vidas.
La paralización de la economía excepto para algunos sectores esenciales y aquellas actividades susceptibles de realizarse de forma remota, deben dejar patente la importancia de las infraestructuras y redes de telecomunicación que soporten amplias capacidades de comunicación, teletrabajo y teleformación. Sin olvidar el entretenimiento para quienes se ven forzados a la inactividad.
En definitiva, estamos ante un enemigo nuevo y afrontamos un período de crisis cuya magnitud todavía no podemos valorar con certeza, pero que sin duda producirá un revulsivo social y económico y nos pondrá a prueba. Ante esta ordalía, no debemos aceptar otro desenlace que salir fortalecidos y mejores.