Romper con la masculinidad tóxica, los padres ausentes y los hijos huérfanos emocionales, debe convertirse en un emprendimiento personal, grupal, social y espiritual, dice la socióloga Alicia Kaufmann a pocos días de celebrarse en España el día del Padre.
La celebración del Día del padre, junto con el Día de la madre, surge en los Estados Unidos y constituye una expresión de gratitud hacia los progenitores. ¿Por qué el Día de la Madre se celebra hace casi un siglo en tanto que el Día del Padre, ha permanecido prácticamente “invisible” y se celebra , solo hace una década?
Si bien se esgrimen varias razones, desde una perspectiva sociológica, podríamos pensar que es un efecto residual de la Revolución Industrial. Desde el momento que aparece la figura del asalariado, el hombre productor se convierte en “padre ausente”. Un productor económico, un proveedor material que cumple estas funciones con una marcada “distancia emocional”. Un extraño afectivo, alguien a quien se ama, porque se lo extraña, y no por lo que verdaderamente se comparte con el. A los hijos no les falta nada, excepto la presencia del padre.
Las mujeres, sobre todo las directivas, se apoyan en el modelo de rol del hombre, son las hijas del padre que constituyen un referente profesional, pero no necesariamente emocional. Lo que empezó siendo un “alejamiento por necesidad”, acabó convirtiéndose en una característica natural. Alguien que garantiza las condiciones materiales para la crianza, pero que no interfiere entre las relaciones entre madre e hijo/a. A lo sumo, como administrador de premios o castigos, como una fuerza del orden que impone la ley y los límites..
Padre, orfandad y vínculos
Pocas veces aparece como contacto espiritual o como guía emocional. En términos afectivos, el padre representa una figura cuya partida se lamenta, pero con quien se hace difícil establecer un vínculo mientras está presente. Apartado de sus hijos, el hombre siguió alejándose subyugado por las aparentes ventajas del mundo material.
La paternidad, constituye un proceso afectivo de doble vía y de mutuas influencias entre padres e hijos. Se fue convirtiendo en un rol carente de contenido, de ahí también su invisibilidad .La verdadera relación se daba entre madres e hijos. El fruto de este proceso resultó paradójico, dado que la “sociedad patriarcal”, con claras directrices machistas se convirtió en una “sociedad huérfana de padre”.
Para el propio Sigmund Freud, el tema del padre, fue un ítem casi ignorado. Lamentablemente, esta orfandad no es algo del pasado, está aquí y nos afecta.
No se trata de que los hombres mueran antes que las mujeres, ni que estén físicamente ausentes, sino que muchas veces faltan como “alquimistas espirituales”. No deseamos hacer generalizaciones fáciles ya que existen muchos padres contenedores que acompañan y desean estar con sus hijos, sin embargo son una minoría y son poco “visibles”.
En estudios recientes realizados por el Centro de Investigaciones Sociológicas, observamos la poca formación emocional que reciben los hijos varones, a diferencia de las niñas . Se considera que “ellos saben” , pero es que antes de ser hombres, son bebés, niños , adolescentes que necesitan fortalecer progresivamente el carácter, para convertirse en personas emocionalmente maduras. Las mujeres, sobre todo las directivas, se apoyan en el modelo de rol del hombre, son las hijas del padre que constituyen un referente profesional, pero no necesariamente emocional.
Se requiere la presencia de nuevos modelos de rol de padre, que sean mentores y disparadores de nuevas experiencias, que ayuden a sus hijos a explorar nuevos territorios, que sean a la vez firmes y amables, certeros y tiernos . Otra masculinidad es posible
Se requiere la presencia de nuevos modelos de rol de padre, que sean mentores y disparadores de nuevas experiencias, que ayuden a sus hijos a explorar nuevos territorios, que sean a la vez firmes y amables, certeros y tiernos . Padres nutricios, y solidarios que a su vez contribuyan a la metamorfosis de espacios sociales deteriorados y carentes de valores.
Esa ausencia representa una dolorosa presencia de una “masculinidad tóxica”, que no solo aparece en el hogar sino también en la empresa, reforzada por la crisis económica y una clara regresión por la reiteración de la marginación de las mujeres en los ámbitos de decisión . La crisis también golpea a los hombres que se convierten en “proveedores desprovistos". La ausencia del padre crea una sociedad maternizada y mujeres sobrecargadas laboral y emocionalmente, a las que fácilmente y de modo superficial se las cataloga de “histéricas”.
Sin embargo, otra masculinidad es posible y aunque minoritarios, así lo demuestran avances importantes, desde los años 80, en sociedades como los Estados Unidos, Australia y más tímidamente Europa.
Romper con la masculinidad toxica, con los padres ausentes, con los hijos como huérfanos emocionales, constituye hoy una prioridad que debe convertirse en un emprendimiento personal, grupal social y espiritual.
Afortunadamente observamos cambios en las nuevas generaciones, un replanteamiento de las prioridades, un disfrute de la crianza, así como potenciar el desarrollo del otro. En suma, se vislumbran en parejas jóvenes padres “visibles” que nutren, guían, impulsan una igualdad, para que entre todos, como decía Hellen Kéller, la vida sea una maravillosa aventura o no sea nada…
*Alicia Kaufmann es Catedrática de Sociología y Coach Ejecutiva
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