La igualdad en la empresa, en lo público y en la política… Pero ¿y en casa…?
La cultura y la educación marcan la diferencia entre lo políticamente correcto de puertas afuera y la realidad de las tareas en el hogar y quién las asume. Esa realidad estadística indica que los hombres no asumimos estos criterios igualitarios dentro del hogar. Y como dijo Einstein -y repito- ´Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera´.
"Las mujeres han ido a la calle, pero los hombres no han entrado a la cocina", lo dijo Sonia Montaño funcionaria de la CEPAL. Y agrego algunos numeritos de aquí y de allá, sólo como breves ejemplos.
En España, del total de las españolas que trabajan fuera de casa, el 80% asume en soledad la totalidad de las tareas domésticas, mientras 20% restante asume más del 70% de las tareas domésticas: proporcionar cuidado y educación, comida, ropa, etc.
En EE.UU. las cifras son parecidas y según revela un informe del Departamento de Trabajo, los hombres tienen más tiempo para el ocio que las mujeres. También se afirma que "si las empresas fueran un poco más flexibles con todo el mundo, los Homer Simpsons podrían desaparecer".
En España, del total de las españolas que trabajan fuera de casa, el 80% asume en soledad la totalidad de las tareas domésticas…En México, las mujeres que, al igual que sus parejas varones, participan en actividades económicas, llegan a trabajar hasta 25 horas más que ellos por semana en las labores domésticas, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Entre tantas ayudas y medidas en pro de la igualdad, se debería profundizar la ayuda hacia las mujeres en su rol de educadoras de sus hijos. Sin dudas que una educación no machista en el hogar, con cambios en los roles y en la actitud de la mujer, ayudará al cambio tanto como las cuotas.
Una anécdota personal
Hace unos días, caminaba a mediodía por la Colonia del Niño Jesús -un barrio de Madrid en el que hay muchos colegios- y no dejé de sorprenderme por algo que es habitual en cualquier conversación.
Dos madres jóvenes de no más de 30 años estaban a punto de cruzar la calle con sus hijas de 3 o 4 años. Fue en ese momento en que se dirigieron a las pequeñas diciéndoles: “¡Hombre, dame la mano que vamos a cruzar!”… Y en el momento de cruzar las apuran diciéndoles nuevamente “¡Hombre, apura…!”. Una forma con la que también se dirigen entre ellas cuando conversan muchas mujeres. Y que no me imagino, como hombre dirigiéndome a otro hombre: ¡Oye, Mujer!
Me gustaría que esta anécdota verbal sirva para cambiar algunos términos establecidos en nuestro lenguaje cotidiano, que sin dudas no ayudan a educar en igualdad.
Les dejo también un toque de humor a cargo de Martirio.