Recientemente me confesaba una amiga y compañera de profesión, que
se sentía doblemente discriminada. Excelente profesional, con un historial irreprochable, había visto frustradas sus aspiraciones de acceder a un merecido puesto en la Alta Dirección. Lo grave es que estaba convencida que había sido vetada fundamentalmente por su edad, próxima a la cincuentena, además de por su condición de mujer.
Llegamos a la conclusión de que la sociedad actual, aparentemente tan beligerante contra cualquier tipo de discriminación, admite, tolera e incluso fomenta la discriminación por edad. Y esta, perjudica aún más a las mujeres. Dedico las líneas que siguen a reflexionar sobre ello.
Porque, ¿qué está ocurriendo para que a partir de una edad cada vez más temprana, profesionales con reputada experiencia e intachable trayectoria laboral se vean impelidos a abandonar el mercado de trabajo?
Es que la experiencia, los conocimientos acumulados, la visión global…. ¿ya no cotizan en el mercado laboral? O su cotización ¿decrece con la edad?
El conocimiento parece ser el gran activo de la sociedad actual. Hemos oído hasta la saciedad expresiones como Sociedad del Conocimiento y Trabajadores del Conocimiento. Es difícil encontrar una empresa que no cuente en su organización con un área supuestamente dedicada a la gestión del talento. Pero la realidad parece demostrarnos que el valor del conocimiento está a la baja.
¿Qué está ocurriendo para que a partir de una edad cada vez más temprana, profesionales con reputada experiencia e intachable trayectoria laboral se vean impelidos a abandonar el mercado de trabajo?Porque el talento que una persona atesora fruto de años de formación, experiencia y dedicación cotiza cada vez menos según se incrementa su edad; llega a un umbral cada vez más bajo, a partir de la cual su valor tiende a cero y es expulsada del mercado laboral. Para la población joven, recién egresada de las universidades, con una amplia preparación, en muchos casos completada con estudios de postgrado, el panorama tampoco es prometedor.
Su talento y conocimientos tampoco parecen cotizar muy alto, ya que crecen las probabilidades de que acaben desempeñando un puesto de trabajo con una retribución mileurista; eso en el caso de que no tengan que acabar aceptando un empleo que tenga poco que ver con su nivel de formación. Una trayectoria poco prometedora con un horizonte de desalojo del mercado de trabajo a edad cada vez más temprana. Si a este sombrío panorama sumamos la condición de mujer y las discriminaciones todavía inherentes a ella, las perspectivas distan de ser buenas.
Y sin embargo el talento, la experiencia, el conocimiento, la visión del entorno, la profesionalidad, la responsabilidad, deberían ser un valor en alza, exigibles a los gestores, a los profesionales, a los políticos y en general a todos los que tienen algo que aportar a la conformación de la sociedad, como atributos necesarios para salir de esta situación de crisis; a la que nos ha conducido una gestión irresponsable, cortoplacista e insostenible.
Siendo así, ¿por qué la cotización del conocimiento y la experiencia está a la baja y en razón inversamente proporcional a la edad? ¿Es el resultado de una política orquestada por gestores mediocres que prefieren prescindir de los buenos profesionales que podrían poner en evidencia su mala gestión? ¿Va a continuar esta tendencia? ¿Puede la incorporación progresiva de la mujer ayudar a cambiar esta situación?
No pretendo en este artículo aportar respuestas. Prefiero impulsar reflexiones, abrir debates, llamar la atención de “think tanks” de prestigio, buscar una aproximación en femenino. En lo que a mi respecta, participo en foros sobre el tema en el ámbito de la ingeniería. Porque ninguna discriminación debe ser tolerada. Tampoco la discriminación por edad
*Rafael de Sádaba es Ingeniero de Telecomunicación/Consultor, Miembro del Consejo Asesor de Media Responsable y Ex-directivo de Telefónica.
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