El mundo de trabajo se ha transformado de manera exponencial en los últimos años. Estamos siendo parte de un “boom” de las startups con modelos de negocio vinculados a la innovación, decididos a poner al cliente en el centro. De hecho, este mes de febrero se presentó el proyecto España Nación Emprendedora. Una apuesta que demuestra el impulso por situar a España como faro para los emprendedores y para las start-ups de todo el mundo.
Estamos aprendiendo una de las lecciones más difíciles: la de no esperar a que pase la tormenta y «aprender a bailar bajo la lluvia».
Vivimos en entornos de turbulencia y no sólo por la crisis de la covid-19. Empresas tradicionales y otras vinculadas al ecosistema emprendedor abrazan la conocida frase del filósofo presocrático, Heráclito de Éfeso: “lo único que permanece es el cambio”. Aunque aún estemos lejos de dar por finalizada la pandemia, sabemos que este año no será igual al anterior. Estamos aprendiendo una de las lecciones más difíciles: la de no esperar a que pase la tormenta y «aprender a bailar bajo la lluvia».
Conversamos con Aída Rubio, coordinadora del grupo de psicólogos de TherapyChat, para indagar acerca de las creencias limitantes que encuentran las mujeres emprendedoras y que muchas veces les impiden dar el paso. “Pese a que nos encontremos en un momento favorable para el emprendimiento, el miedo a la incertidumbre y al fracaso siguen siendo las principales barreras a la hora de crear una startup en España”, destaca la especialista.
El peso de las barreras psicológicas
Cuando pensamos en las emprendedoras nos encontramos con algunas dificultades específicas del género. “La mayor barrera psicológica que puede encontrar la mujer con respecto al hombre es ella misma”, lamenta Rubio. Reconoce que si bien ha habido un avance notable en materia de igualdad en España, «todavía tenemos en nuestro ADN mucho material social heredado y conceptos que ya deberían quedar obsoletos”.
Los ejemplos más conocidos a los que refiere la especialista y que están llevando largas batallas, están asociados a estereotipos muy arraigados. “Por ejemplo, que la mujer es la que debe llevar la carga por total de la casa y los hijos. O que el hombre es quien debe aportar mayor valor económico a la relación. O la creencia de que la mujer necesita del apoyo de un hombre a su lado para dirigir un negocio”, ilustra Rubio.
“Todavía tenemos en nuestro ADN mucho material social heredado y conceptos que ya deberían quedar obsoletos”, dice Aída Rubio.
Estas creencias que podemos rebatir desde el plano consciente siguen operando en el inconsciente. Algunas ideas y prejuicios que han impregnado la vida de las mujeres, aún representan un freno. “Lo vemos claramente en los sentimientos de culpabilidad que una mujer puede experimentar al tener que dedicar mayor número de horas a su negocio frente a sus hijos o su pareja”, ejemplifica la especialista.
Es la herencia cultural, no la autoestima
Estos estereotipos sociales que las mujeres asumen inconscientemente las afectan más a la hora de emprender que el nivel de autoestima. De hecho, según expresa Rubio “las investigaciones en cuanto a la autoestima no arrojan diferencias significativas entre ambos sexos”.
Además del peso de la herencia cultural, existe un factor adicional: la mayor sensibilidad al estrés que tienen las mujeres en comparación con sus pares varones. Rubio lo asocia al hecho de que “las mujeres tienen el hipocampo del cerebro más desarrollado». Esto hace que presten mayor atención a las emociones.
Aún resta un largo camino para lograr una conciliación real, una corresponsabilidad plena dentro de la familia, y unas oportunidades totalmente igualitarias en todos los sectores. Pese al impulso desde diferentes ámbitos hacia una mayor equidad, Rubio cree que “se trata de cambios sociales que requieren de tiempo y de varias generaciones para instaurarse plenamente. Mientras tanto, convivimos con antiguas ideas, prejuicios y estereotipos”.
«La mujer puede experimentar una mayor necesidad de demostrar sus capacidades y de que es merecedora de su éxito laboral”, analiza Rubio.
La autoexigencia y la búsqueda de un equilibrio para articular los diferentes roles suelen poner a las mujeres en una situación muy difícil. “La mujer puede experimentar una mayor necesidad de demostrar sus capacidades y de que es merecedora de su éxito laboral”, analiza Rubio. «Parece que aún hoy tienen que pedir permiso o perdón por sus distintas ocupaciones: en el trabajo por tener familia, y a la familia por tener trabajo”, concluye.