El partido del gobierno en Francia, la Unión por un Movimiento Popular (UPM), ha iniciado un controvertido debate sobre la laicidad del Estado y los desafíos del Islam. Este debate, que se centra principalmente en las prácticas religiosas, ha provocado la protesta de distintos grupos de creyentes islámicos y de algunos miembros del partido del propio presidente Nicolas Sarkozy.
Los planes del presidente de celebrar un debate nacional sobre el papel del Islam en la sociedad francesa han abierto una grieta rara en su partido de centro – derecha, dañando su credibilidad antes de las elecciones presidenciales del próximo año. En enero, un sondeo mostró que más de dos tercios de los franceses consideran un fracaso la integración de los musulmanes en la sociedad.
Los puntos del debate
Prohibición de llevar el velo: la discusión se llevó a cabo una semana antes de la entrada en vigor, el 11 de abril, de la ley que prohíbe en los lugares públicos el velo islámico integral que cubre la cara.
La ley prevé multas de 150 euros para las mujeres que no la respeten y 30.000 euros y un año de cárcel para los hombres que obliguen a sus mujeres a llevar el burka. Las mujeres musulmanas no podrán salir con los rostros cubiertos en un país que desde siempre ha sido sinónimo de multiculturalismo, a pesar de las estadísticas que dicen que en toda Francia sólo 2000 mujeres llevan el niqab -velo que deja espacio sólo para los ojos- o el burka -indumentaria que cubre la cara por completo en una población musulmana de cinco millones de individuos.
La prohibición cuenta con un fuerte apoyo público y contribuye a un debate más amplio sobre la identidad francesa, aunque los críticos dicen que forma parte de un plan para complacer a los votantes de extrema derecha.
Después de la votación, la ministra de Justicia, Michèle Alliot-Marie, dijo que era una victoria de la democracia y los valores franceses: "Los valores de la libertad contra todas las opresiones que tratan de humillar a las personas; valores de la igualdad entre hombres y mujeres, frente los que empujan hacia la desigualdad y la injusticia".
En España y Bélgica también se está debatiendo una legislación similar. Con el fenómeno de la inmigración a gran escala que ha tenido lugar en los últimos 20 o 30 años, la identidad se ha convertido en un tema popular en toda Europa. La ley prevé multas de 150 euros para las mujeres que no la respeten y 30.000 euros y un año de cárcel para los hombres que obliguen a sus mujeres a llevar el burka.
La policía tiene la orden de ser comedida y respetuosa y se entregará inicialmente un folleto con el mensaje “La República vive con su cara descubierta”.
El debate sobre la ley: algunas mujeres se ven a sí mismas como mártires de una causa y ya están pensando de dirigirse al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. En Francia se considera mayoritariamente que el niqab y el burka son una amenaza a los derechos de la mujer y al carácter laico del Estado. La ministra Alliot-Marie, al presentar el proyecto de ley en la Asamblea Nacional, señaló que: "la democracia prospera cuando lleva la cara descubierta".
El diputado de centro – derecha del UMP Berenguela Poletti dijo que las mujeres con velo integral llevan "un signo de alienación en el rostro" y que tenía que ser "liberado". Pero los críticos apuntan que los estudios del gobierno muestran que muchas mujeres no encajan en el estereotipo de los marginados, de las mujeres oprimidas.
La comunidad musulmana está dividida. Mohammed Moussaoui, presidente del Consejo Francés del Culto Musulmán, órgano consultivo del Gobierno, ha apoyado la adopción de medidas para disuadir a las mujeres de usar el velo integral, aunque ha señalado que una prohibición legal contribuye a estigmatizar a un grupo vulnerable.
En la base de esta prohibición puede que no haya más que miedo hacia aquellos que son diferentes, que vienen del extranjero. En última instancia, se trata de una discusión entre quien cree que vivir en Francia exige compartir determinados valores y quien considera que la tolerancia debe permitir vestirse como se quiera y respetar la diversidad religiosa.
*Roberta Parrilla es MSC en Relaciones Internacionales por la Universidad la Sapienza di Roma.
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