La pandemia, el confinamiento, las noticias y nuestra elección… después del tsunami, del Covid.
Escucho, en mi comedor ahora también oficina, una ópera que viene de los edificios de en frente, lejanos y próximos al tiempo. Se mueve algo de aire y percibo las hojas de los árboles agitándose. El silencio elocuente eriza mi piel.
Habitan juntas en este, mi comedor oficina, la que soy la que seré y la que he sido, superpuestas
A ratos parece que estamos en primavera y a ratos en otoño, y otras veces da la impresión de que vivamos en una estación nueva en la que se han agolpado todos los días y las horas y meses de todas las estaciones. Y en ese tren extraño convivo en familia. Habitan juntas en este, mi comedor oficina, la que soy la que seré y la que he sido, superpuestas: presente, pasado y futuro, individua y madre, profesional, limpiadora, cocinera, yogui, arreglada y limpia, sin peinar, sucia y desaliñada, niña. Adolescente, madura, vieja.
El tiempo no corre y corre a la vez. Covid y cuántica han abierto una dimensión que desconocíamos, todo es y no es, ha sido y fue, permanece y no.
Un antes y un después, un nuevo orden del mundo. Resiliencia y adaptación.
Hay días que me alegra este desacelere, oportunidad de vida. Slow movement, tranquilidad, sosiego. Piar de pájaros, escucha, nutrirnos de recuerdos, de olores, el sol, respirar… ese gesto nuevo en mis hijos que crecen…
Otros no soporto el dolor colectivo, las pérdidas los duelos el caos y el exceso de información a cada instante. No tolero no poder controlar cuanto sucede. Me chirrían las críticas, los ruidos, el acabose, el capital, el orden establecido, la política, la economía… En pro de quién y para quién los intereses que nos presentan u ocultan. Qué nos cuentan y qué no, cómo, quién y por qué. En ese embudo loco decido solo controlar lo que puedo y tengo a mi alcance.
Nada de batallas que agotan.
Igual se puede seguir viviendo con alguna revolución menos. Igual aprendemos de esta tranquilidad necesaria después de este desasosiego y parón. Igual el planeta nos lo agradece, o los animales, e igual es bueno darse cuenta de que justo delante tenemos un vecino al que nunca habíamos mirado a la cara. No pasa nada, seguro, porque mi pelo tenga un dedo de cana, o mis piernas más vello, o por no comprar tres vestidos y bragas nuevas… Igual no vivimos en una realidad tan nefasta y seguimos siendo, muchos, unos privilegiados.
Se nos llena la boca de derechos hasta límites sin fin cuando nuestro nivel de bienestar es herido. La pobreza está aquí, siempre lo estuvo.
Se nos llena la boca de derechos hasta límites sin fin cuando nuestro nivel de bienestar es herido. La pobreza está aquí, siempre lo estuvo. En todas partes. Solo que la queremos lejos. No hace falta un covid para verlo. Nos pusieron mascarillas en la boca y aún no nos hemos quitado la venda del ojo. Oh capital, mi capital.
Sanidad pública siempre. Todo bueno para todos ahora y siempre. Equilibrio entre naturaleza, clima, salud, economía y educación e inteligencia emocional. Ojalá nos gobiernen gentes buenas y sabias. Con miras, con visión de bondad.
¿Qué está en mi mano para cambiar a bien mi entorno? ¿Puedo dejar de culpar al otro de lo que no entiendo o me duele o chirría? ¿Puedo ver algo de positivo en la actuación del otro?
Doy gracias por tener salud, mental y física, de momento, y el dinero necesario. Soy muy consciente de que mañana puedo estar en el otro lado, y de que lo tengo más fácil que muchos, ahora mismo. Pero eso no me hace inmune a la tristeza a veces.
La muerte siempre estuvo con nosotros. Con nosotros va. Y ni una sola canción podrá librarnos de ella.
Protegerse, cuidar, aunar lazos. La tribu y lo atávico nos envuelve. Y el miedo atroz. Si nos despistamos es fácil entrar en pánico y comprar miedo, odio y fisuras. La muerte siempre estuvo con nosotros. Con nosotros va. Y ni una sola canción podrá librarnos de ella.
Más nos vale aprender a cambiar de enfoque, fortalecernos y entender que somos testigos de un cambio, de una revolución, de la ola de un tsunami que solo está empezando a mostrar la rabiosa y potente, crepitosa espuma.
*M. Lorena Lucas Moreno, es barcelonesa, tiene 49 años y está afincada en Madrid. Amante de la vida y de las personas, es observadora nata. Escribe desde que era niña por necesidad y amor. Se dedica a orientar y formar a personas con discapacidad para su inclusión laboral. Hoy aporta su mirada como Lectora Invitada.