La nueva ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato, tuvo el infortunio de calificar el asesinato de una mujer a manos de su pareja como "violencia en el entorno familiar", comentario que inmediatamente le valió gran cantidad de críticas. Fue tal el revuelo que, ante una nueva víctima, la ministra se vio obligada a modificar sus declaraciones.
Una mujer de 33 años de origen ruso murió el lunes 26 de diciembre del pasado año en Almería a manos de su pareja, un español de 61 años, que después se suicidó. Ambos tenían un hijo en común y no existían antecedentes de maltrato o denuncias previas de la víctima. Tras conocerse el suceso, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad hizo público un comunicado en el que condenó este caso recurriendo en tres ocasiones al término de "violencia en el entorno familiar", lo que desató la polémica, primero en internet y después entre dirigentes políticos y asociaciones de mujeres.
Lamentablemente, la ministra tuvo la oportunidad de rectificar en poco tiempo. Un nuevo asesinato de una mujer a manos de su pareja o ex pareja -ocurrió el martes por la noche en Marchena (Sevilla) – sirvió para que Mato decidiera introducir en su discurso el término violencia de género.
Reiteró que la terminología es "lo menos importante" para referirse a la violencia machista, y que "al final es un asesinato".Entre los dos comunicados y envuelta en una corriente de críticas y cuestionamientos, Ana Mato realizó declaraciones a los medios de comunicación tras la toma de posesión de Ana Botella como alcaldesa de Madrid, en las que reiteró que la terminología es "lo menos importante" para referirse a la violencia machista, y que "al final es un asesinato".
Las palabras sí importan
Son muchas las organizaciones y personas expertas las que en los últimos días han argumentado lo importante que es el uso de una u otra terminología para referirse a un hecho claro de violencia de género.
Por un lado, la violencia contra las mujeres ha sido invisible durante siglos, entre otras cosas, porque no ha sido nombrada ni conceptualizada adecuadamente. Desde ese punto de vista, las palabras nos permiten decir con rigor lo que está pasando y además delimitar y hacer emerger aspectos de la realidad que antes eran invisibles, al estar disueltos en una generalidad que impide captar cabalmente un problema.
En ese sentido, la asociación de Mujeres Juristas Themis explica en una carta dirigida a la ministra Ana Matos -que ha sido firmada por numerosas entidades y personas- que "la violencia en el entorno familiar engloba diferentes formas de ésta no menos importantes como la ejercida contra las personas mayores o las criaturas, pero que se diferencian de la violencia machista o de género porque ésta la sufren las mujeres precisamente por ser mujeres".
Por otra parte, difícilmente podremos acabar con este tipo de violencia, si no la nombramos del modo riguroso que permite entender sus raíces más profundas y estructurales. Lo relevante, lo que importa reflejar en el lenguaje para hablar de la violencia contra las mujeres, no es que se produzca en el ámbito familiar -y por eso tampoco es adecuado llamarla violencia doméstica – sino el hecho de ser consecuencia de un sistema patriarcal con determinadas características. "Es el resultado más grave de la discriminación y desigualdad que sufren las mujeres en una sociedad patriarcal donde el machismo prolifera y se convierte en caldo de cultivo de la violencia contra las mujeres", asegura Themis.
Además, la violencia de género tiene un tratamiento jurídico específico y como tal ha de aplicarse en los casos pertinentes. En 1995, la ONU celebró una convención sobre las mujeres en Pekín y se acordó utilizar la expresión de "violencia de género", porque "gender" (género en inglés) era un término del feminismo desde los años setenta y alude a diferencias culturales que van más allá de las sexuales (biológicas). En España, desde el 2007 esta violencia se denomina de género según la Ley Integral. Son solo algunos ejemplos de cómo la lucha de miles de personas contra la violencia hacia las mujeres por el hecho de ser mujeres se ha materializado en normativas que contribuyen a su erradicación.
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