Mucho se habla de cómo debemos liderar y menos de las cosas que no debemos hacer para lograr liderazgos justos, inclusivos y eficientes. Esos que aportan a nuestra libertad y la de los demás.
Como ya les he contado muchas veces mi actividad profesional más extendida ha sido en el campo del tercer sector, es decir en las organizaciones del sector social. Son muchas las particularidades de estas organizaciones, entre ellas la pasión por resolver problemas que enfrentan determinadas personas, patrimonios y sectores.
Surgen por pasión y muchas veces por rabia, por necesidad y por las carencias de respuestas del Estado ante variedad de temáticas. Otra de sus características es que en su origen suele haber un alma mater que las impulsa, generalmente es allí donde se aloja la pasión y desde donde se impulsa la fuerza que las hace efectivas.
Son innumerables las que trabajan por la inclusión o sea, por la cara opuesta de la discriminación. Tan poco inclusiva es nuestra sociedad que hasta existe un día para conmemorarla. Nos hace falta recordar a la discriminación. Impulsado por ONUSIDA se ha extendido a muchas otras discriminaciones con las cuales necesitamos terminar si aspiramos a una vida mejor para todos.
La discriminación mata
Originalmente, ese día, el 1° de marzo, era una propuesta para combatir la discriminación de las personas que viven con VIH. Actualmente, la discriminación y el estigma, son la causa de la muerte de quienes evitan el tratamiento por miedo a ser discriminados. También es el principal obstáculo para erradicar la pandemia que lleva ya cuarenta años.
¿Por qué? Pues porque la ciencia ha logrado que los tratamientos consigan que las personas que viven con el VIH y estén siendo tratadas, sean indetectables. Esto significa que dejan de transmitir el virus en sus relaciones sexuales, el principal vector de transmisión. Sin embargo, la discriminación conduce a que mucha gente no quiera ser testeada, de modo que los positivos pasan a ser uno más de los cuatro mil casos anuales que se diagnostican tardíamente en España y siguen transmitiendo la infección.
Una visión ridícula
La discriminación por enfermedad es, probablemente, una de las más injustas y dolorosas, pero también una de las más ridículas. Son muchas las personas que conviven con enfermedades crónicas, pero gozan de buena calidad de vida y nada les impide trabajar, estudiar, tener vínculos con los otros, seguir viviendo y plantearse un futuro mejor.
¿Cuántos de nuestros líderes empresarios, políticos, sociales se plantean la inclusión como un objetivo no solo a lograr sino a cumplir en todas las áreas que impliquen a su tarea? ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a comprometernos con la inclusión? ¿Cuántos a reflexionar no sólo acerca de nuestras conductas sino también acerca de nuestras percepciones de la realidad -tan influenciada por los medios de comunicación- que muchas veces determinan esas conductas.
La diversidad amplía
Incluir implica atender a la diversidad y con la diversidad llegan las multiplicidades de ideas, de percepciones, de propuestas. La diversidad enriquece, amplía y renueva. Además, es justa. Y hasta más divertida y dinámica.
Es cierto que dependemos de estructuras políticas, de normas legales en cada nivel de organización para plantear estos temas. También es cierto que muchas veces las políticas y leyes están allí y no logramos aterrizarlas en el día a día por sostener percepciones y conductas perpetuadas. Si, perpetuadas, y a las cuales no les hemos brindado el espacio y tiempo de reflexión. Por lo tanto, no hemos tenido la posibilidad de elegir o rechazar.
Una vez más con este tema llegamos al mismo punto: no podemos liderar sin reflexión. Comienza con nosotras mismas. No hay elección en lo que se perpetúa sin más ni más, asunto que debería priorizarse en todos los niveles y formas de la educación. Abrir esos espacios para entendernos y entender es el camino que puede abrirnos a vivir con algo más de libertad para nosotras y para todas. Para todas las personas.