Anna Domingo tuvo muchas «primeras llegadas». Dejó España en el 2001 y desde entonces vivió en países tan diferentes como Irlanda, Reino Unido, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Estados Unidos (donde reside actualmente). Su paso por cada una de estas culturas le obligó a forjar una personalidad adaptable a cualquier situación, en donde priman la escucha y la observación.
«Te cambia la perspectiva de abrazar las diferencias: poder trabajar o conocer a personas de todos los continentes es increíble. Mi agenda esta llena de nombres y personas de casi todo el mundo», dice Anna en esta entrevista de Forasteras. Aunque su plan a futuro es regresar a Barcelona, actualmente disfruta de la ciudad de Nueva York, donde ha fundado PADZZLE, una empresa dedicada a estrategias de marketing para destinos de todo el mundo.
Anna Domingo: «Soy quien soy por este salto sin red que hice hace muchos años atrás»
Cultura y adaptación
¿Cómo surgió la opción de partir? ¿Qué fue lo que te impulsó a hacerlo? ¿Es tu primera vez?
He vivido en cinco países diferentes. La mayoría de mi trayectoria fue en Estados Unidos, pero también he vivido y trabajado en Reino Unido, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y un breve período en Irlanda. Mi primera aventura fuera de España fue en el año 1997, cuando pasé un verano en Irlanda para perfeccionar mi inglés y trabajar como camarera en un resort.
Además, mi apodo en el colegio era «Anna, la internacional». Ya de pequeña tenía claro que el mundo me interesaba, no solo viajar, que siempre fue un mantra, sino el siguiente paso: trabajar y vivir.
¿Cómo fue tu llegada y tu primera impresión? ¿Qué te atrajo y qué te chocó?
Pues he tenido varias primeras llegadas. En 1997, Irlanda, muy rústico y simple, muy buena gente. En 2001, Estados Unidos, en Nueva York y Boston percibí la dimensión de grandeza y empuje. En 2008, en Dubai, aterricé sin conocer a nadie. Fue el tiempo en que se construyeron la mayoría de los icónicos edificios que conocemos. Fue increíble ver eso con mis ojos en un corto período de tiempo. Me atrajo la energía de construir lo diferente y me chocó la sociedad llena de clases sociales. En 2013, llegué a Qatar y en 2014 a Londres.
Destinos diferentes, pero siempre el sentimiento de empezar de nuevo, el mix de excitación y humildad de quien llega a un lugar que no conoce. Empezar de nuevo a todos los niveles: desde la simplicidad de dónde vivir, hasta como abrir una cuenta bancaria y la complejidad de entender laboralmente las idiosincrasias y protocolos.
¿Cuáles han sido los mayores desafíos en tu adaptación profesional y personal?
El mayor desafío es llegar a un país donde no conoces a nadie, siempre fue así. Especialmente en Oriente Medio, donde, por primera vez, viví con parámetros y códigos totalmente diferentes al mundo occidental. En el año 2008, Dubai aún no era tan «moderna y abierta». Por supuesto, debes interiorizar que eres una invitada a estos países, nunca llegaras a ser una ciudadana con los mismos derechos.
Aunque tengas visados y un pasaporte español (el cual es bienvenido en la mayoría de países del mundo), cuando llegas, siempre eres un residente que no es ciudadano y esto conlleva ser de segunda.
¿Qué diferencias notables has encontrado entre tu país de origen y el país donde resides ahora?
Estados Unidos es un país de mucho contraste a todos los niveles. Actualmente está muy bipolarizado, por tristeza. Es un país bipolar en todos los sentidos: por una parte la mejor tecnología y avances científicos; por otra, muchísima ignorancia (excepto áreas y ciudades como Nueva York, Los Angeles, Boston y San Francisco). No se nota tanto, pero son burbujitas que no representan la mayoría del país.
Sin embargo, sigue siendo líder en investigación. Es un país que abraza el talento no importa de donde venga, eso explica la paradoja de ser inmigrante. Hay tantísimos ejemplos de inmigrantes que lograron crecer profesionalmente en este país. En España, lamentablemente, no era meritocracia (aunque quizás ha cambiado ahora).
¿Qué conexión tienes con España actualmente?
Mi familia por supuesto, a quien intento ver más cada vez. Por fortuna el trabajo se ha flexibilizado después de la pandemia y puedo alargar un poco más mis vacaciones en Barcelona. A nivel profesional, no trabajo mucho con España, me encantaría poder trabajar más, así sería posible regresar con más frecuencia. Sin duda estoy en contacto con profesionales a quien admiro.
¿Te relacionas con españolas expatriadas en el lugar donde vives?
Con algunas, en New York City la mayoría, tenemos relaciones más de amistad que profesionales.
Aprendizaje y desarrollo
¿Qué valores, aprendizajes o habilidades te ha agregado vivir fuera?
Los más importante son la humildad, la escucha y la observación. Los españoles, como buenos latinos, hablamos mucho y tenemos la mala costumbre de pisar e interrumpir conversaciones. En el mundo sajón, es vital escuchar con atención y entender cómo y cuándo hablar.
¿Cómo la experiencia te ha cambiado personalmente?
Soy quien soy precisamente por este salto sin red que hice muchos años atrás. He cultivado amistades maravillosas y he trabajado intensamente en proyectos que son legados. Recuerdo, por ejemplo, mis primeros años en Estados Unidos, con dos y cinco días de vacaciones al año. A nivel personal, conocí a mi marido.
Te cambia la perspectiva de abrazar las diferencias, poder trabajar o conocer a personas de todos los continentes es increíble. Mi agenda esta llena de nombres y personas de casi todo el mundo.
Impacto social y familiar
¿Cómo ha afectado tu decisión de emigrar a tus relaciones personales?
La tristeza de separarte de tus seres queridos siempre esta allí. La maravilla ahora de la comunicación hace la distancia más fácil. Cuando yo me marche era la prehistoria de internet y lo normal era enviar un email o una carta. Es importante tener una disciplina para comunicarse, porque llegan nuevas amistades y desplazan a otras, pero tus amigos y familia están siempre allí.
¿Cuáles son los aspectos sociales que más añoras de España?
Ese impulso de «nos vemos ahora» y sobre todo el humor. En especial el humor a lo “absurdo”, mi favorito. No soy muy de la comida, pero obviamente el buen jamón y una buen arroz con marisco.
¿Qué recuerdos/objetos te llevarías contigo si regresaras?
Como he vivido en seis países, he aprendido a viajar ligera. Cada vez que me he ido de un país, he vendido todo. No aferrarse a lo material es vital. Los recuerdos están en mi mente y «en la nube». Además, estoy en una etapa de minimizar todo. Enfocarme en lo que usas y desprenderte de lo que no usas, es más interesante.
Consejos
¿Algo que hubieras querido saber antes de embarcarte en esta experiencia?
El terror de la burocracia. Irse a un nuevo país a trabajar implica una logística básica de permisos y el interminable rollo de visados, permisos, carnet de conducir, etc. Todo esto es consume mucho tiempo y paciencia.
¿Qué le dirías a alguien que está a punto de irse de su país por cuestiones laborales?
¡Qué es una maravilla! Y sobre todo que, al llegar al nuevo destino, observe mucho, identifique lo que no le agrada y trate de no obsesionarse con ello. Nunca me quejé ni sufrí morriña. Pero afortunadamente yo elegí marchar y esto es muy diferente a tener que irse.
Perspectivas futuras
¿Cómo marcha tu plan a futuro? ¿Tienes pensado regresar?
Si. Tenemos un plan de campamento base en Barcelona y luego viajar hacer estancias con nuestra familia en Estados Unidos, ya que mi marido es de aquí.
Pide un deseo…
Mi deseo es tener un mundo más justo para todos/as. Incluye todo los seres vivos del planeta, la naturaleza y cómo podemos conservarla y regenerarla.
Hoja de ruta para no perderse en Estados Unidos
- Una visita a el Gran Cañón de Colorado, una maravilla de este planeta.
- Una escapada imperdible es ver el cambio de guardia en el cementerio de Arlington en Washington DC.
- Una cafetería especial es Fellini Coffe en el Village
- Un restaurant con especialidades del país es el nuevo Blue Box Coffee by Daniel Bouloud
- No te vayas sin ver las vistas de New York desde lo alto de The Edge.
- Llévate de recuerdo los sonidos de New York, son únicos.