Love Coach

Hace ya casi un siglo y medio que Flaubert escribió ´La educación sentimental´, que a pesar de no ser un recetario sobre esta cuestión, era una buena aproximación al mundo de las emociones maculinas. A través de su protagonista Frédéric Moreau, se puede comprobar qué puede tener un hombre en la cabeza, mientras la vida le va pasando.

En ese relato – verdadero ensayo sobre la indeterminación del amor en los hombres- Flaubert pretende romper el canon apolíneo de la novela clásica de desenlace para, una vez demostrado que en la novela y en la vida no hay guión, intentar que al menos triunfe la literatura como arte, por encima de las vicisitudes personales y contextuales.
Muy postmoderna su visión, por aquello de introducir como explicación de la vida la contingencia en vez del determinismo de la razón, y en un siglo en el que todavía se creía en el paradigma salvador de esta última.
La intuición flaubertiana para la historia y para la psicología, nos ofrece con esta novela y con Madame Bovary, dos lecturas que ilustran creo que muy bien, las diferentes formas de amar de los dos géneros (¿o de las dos especies, quizás?). Emma Bovary, conquista el derecho a no seguir el plan fijado para ella y hace uno propio, se arriesga pero lo justifica, hace y deshace con dolor y con deseo.

Frédéric Moreau, el personaje romántico y novelesco de La educación sentimental, rememora una vida en la que ha sido/hecho de casi todo; ha probado el amor novelesco y el amor burgués, los restos y los apaños. Su experiencia sentimental da toda la sensación de haber ido al pairo de la vela, para sólo pasarla (la vida, digo).
Mientras alimenta su pasión con una mujer casada de la manera más improductiva posible, se acaba diluyendo en la Historia-la de la revolución de 1848-, de manera que finalmente ni él mismo sabe qué le ha pasado, aunque sí parece quedar claro que él, hacer, sólo hizo lo que las mujeres y los acontecimientos le dejaron.
No es el caso hacer una digresión sobre la teoría de la novela como arte, que es para lo que han servido mucho las novelas de Flaubert, pero no está de más echar un vistazo sobre estos modelos de amor para intentar entendernos actualmente en estos temas y ver al menos, si la tecnología nos depara más de lo mismo o algo está cambiando.

Mi opinión es que, como en la arquitectura que fue mucho más vanguardista a principios del SXX que en el siglo que corre, en amor no se ha progresado mucho desde este esbozo de prototipos.

Todas somos Emma
La mayoría de las mujeres seguimos identificándonos con Emma Bovary por aquello de que ponemos un verdadero empeño en construir nuestra historia sentimental sobre cualquier terreno, mientras que el mundo está lleno de Frederics que más o menos van de una situación a otra, entre la ilusión necia de conquistar a una hembra o de dejarse colocar encima todo el aprendizaje sentimental de la Bovary que los ha elegido, siendo la razón del cambio constante algo para los psicoanalistas.
Para entendernos, yo creo que las mujeres organizamos el amor y ellos se dejan.
Esto tiene la inmensa ventaja para ellos, que se comportan como una casa para alquilar; de que no hay nada que un cambio de pintura no pueda arreglar y aceptan sin grandes dificultades a la nueva inquilina. Sin embargo, las mujeres que cambiamos tenemos que hacer un enorme esfuerzo emocional para “redecorar” un nuevo proyecto. Y la verdad es que nos va ganando el desencanto.

En definitiva, de alguna manera seguimos alimentando esquemas de reproducción de instituciones que tuvieron su intento de modificación con las comunas de los 60 y el amor libre, pero que como el socialismo en un solo país, no pudieron sucumbir a las instituciones del matrimonio y del libro de familia, tan eficaz y funcional para preservar nuestra forma de estado.
El hecho cierto es que en términos prácticos se dan todas las circunstancias para que el amor libre se haya instalado en casa: divorcios en 24 horas, desaparición del adulterio como causa de litigio legal y las familias se han hecho extensas y de facto comunales con Libros de Familia con fascículos.

Pero nos hemos quedado con lo peor: amas de casa con un pasmo de narices que pasan de sra.de a un estado parecido al de las viudas hindúes, hijos que tienen que tragarse la ira de sus padres por no poder hacer frente al cambio de status, mujeres emancipadas llenas de titulaciones y méritos instaladas en la riqueza pero condenadas a la soledad. Total, que estamos hechos todos un lío, pero como siempre las mujeres pagando el pato
Así nos va: según las estadísticas, convivimos en la paridad demográfica con los varones hasta que a partir de los 40 empezamos a ser más nosotras. Pero no sólo es que seamos más en masa, es que somos más las solteras y más las divorciadas/separadas. Y esto, sin contar a las viudas, que a esa edad todavía no son tantas.
De manera que a partir de los 45 años la probabilidad de celibato femenino aumenta de manera considerable, mientras que según las cifras, los hombres siguen casándose, por los datos y dado que no hay más cera que la que arde, deducimos que con mujeres más jóvenes.

Algo va mal
Algo va mal, cuando este número de mujeres en edad de disfrutar de la vida y del sexo, se encuentran en una desproporción importante en relación a los varones disponibles. Cabría esperar según nuestro modelo igualitario, que las hembras disponibles lo fueran por la viudedad, que al parecer sí tiene tendencias sexuales, pero no por estos accidentes sociales del género.
Algunas dos veces casadas, dos veces divorciadas muchas de ellas, no precisamente abandonadas, más bien hartas, están solas. Ni se entienden ni se encuentran con los pares masculinos que existen y están censados.

Las mujeres maduras tienen que combatir un enorme tedio y falta de interés por hombres a los que consideran cada vez de manera más crítica y ellos cada vez las temen más porque los conocen demasiado. Las jóvenes becarias ansiosas de mérito, se entregan desde la energía de su edad a diseñarles de nuevo, y ellos se sienten rejuvenecer agradecidos, como el árbol regado. Para ellos las jóvenes parejas son un trofeo mágico para no perder la esperanza de poder triunfar en los terrenos que sus “viejas “mujeres les van arrebatando. Los jóvenes no tienen esperanza de enamorar a esas jóvenes mujeres que deciden saltarse el intermedio y acaban consolándose con las más jóvenes todavía, ya que el acceso a la mujer madura casada, sueño de Frédéric, no tiene sentido donde hay acceso al sexo desde los 13 años.
Los estereotipos de la sociedad machista

Para colmo, la industria de la salud apoyada en los mitos de castigo de la sociedad machista, convence a todos, a ellas incluidas, de que la menopausia es una enfermedad que hace a las mujeres tristes y además invisibles. Mujeres histéricas, que usan compresas para las ”peq
ueñas pérdidas de orina” , que se les rompen los huesos a cada rato, tienen depresión, duermen con valeriana, y por supuesto ni tienen ,ni provocan, deseo sexual, se aburren en el “nido vacío” y abarrotan las consultas de Atención Primaria para matar el rato.
El caso es que a juzgar por los anuncios para los problemas de erección, los danacoles y el porcentaje de difuntos masculinos, la cosa parece apuntar en contrario, pero…

En el fondo todos somos desgraciados; las mujeres que han conseguido la independencia no tienen al compañero que debería haber crecido con ellas, en vez de haber menguado para ser Peter Pan. Los hombres maduros, temiendo que sus jóvenes enamoradas decaigan en el enorme esfuerzo de imaginación que supone adorarles, se matan a trabajar cuerpo y espíritu. Los casado/as, aburridos de pagar hipotecas, se angustian pensando que se están perdiendo la oportunidad de entrar en este círculo de parejas de usar y tirar.

Las Bovarys y los Frédérics Moreau seguimos en el desencuentro con las consecuencias de pagar por formas de relación que han pasado de caducas a banales porque no se corresponden con la realidad de que hombres y mujeres: somos iguales y diferentes en la misma medida. La infelicidad como destino, que ya apuntaba Flaubert con tintes de nihilismo, se ha convertido en carta de ciudadanía, y a las mujeres solas les queda sólo la propiedad de sus vidas y en el mejor de los casos, un nivel de vida más que suficiente que no pueden compartir.
Jóvenes, maduros, viejos, en todas las edades y clases sociales no hemos digerido la incorporación plena de la mujer a la vida social y por eso necesitamos, todos, compartir nuestras experiencias y errores para aprender. Los dos bandos necesitamos a gritos un sólido Love Coach.

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