Frank Brown analiza de manera amena y con ejemplos prácticos las nuevas experiencias y actitudes que debe atesorar un líder. Esto le permitirá trabajar en y con diferentes culturas, hasta definir las características de un líder transcultural.
Para el autor, el «liderazgo transcultural es un estilo de dirección de empresa, o un equipo dentro de una empresa (o de cualquier organización o institución que traspase fronteras). Esto aúna las mejores prácticas del liderazgo empresarial «tradicional», con la conciencia de que el mundo se compone de muchas culturas cuyos valores y tradiciones varían notablemente. Para hacer negocios globalmente, debemos ser sensibles a esas diferencias».
Brown desvela el éxito de un buen líder pasa por «tener la experiencia y la actitud apropiadas para trabajar en diferentes culturas». El líder transcultural está estructurado en tres partes. La primera recoge varias reflexiones sobre el liderazgo. Para Brown, el líder debe «estar abierto, ser la personificación de la integridad e inspirar confianza, tener claros sus objetivos y los de su organización, poseer una visión optimista y positiva. Pero también saber usar y no abusar de la autoridad, cultivar la humildad y tener en cuenta no sólo el presente, sino también el futuro».
«Los líderes atraen la atención no por el rango que ocupan sino por el contenido y la forma de sus palabras y sus actos»
El autor llama la atención sobre el destacado papel de países antes considerados del tercer mundo o en desarrollo y su progresiva importancia en la escena mundial. Esto, sumado a la cada vez más frecuente división de opiniones en Occidente, justifica la necesidad de un «líder transcultural, sensible a las diferencias nacionales y culturales, que las tiene en cuenta en sus actividades empresariales».
Técnica y práctica, manos a la obra
La segunda parte de la obra radiografía la técnica y práctica del líder transcultural. Entre las habilidades deseadas, Brown destaca como prioritaria la capacidad de comunicarse eficazmente: «El primer elemento de la comunicación que debemos considerar, aunque parezca contradictorio, es nuestra capacidad para escuchar».
Aborda también el tema del establecimiento de redes sociales, del que afirma que: «En un contexto empresarial global, se me antoja aún más importante, puesto que una relación, por oposición a un contacto de red, se basa en una profunda confianza y sinceridad. Además, una buena relación traspasa las barreras culturales y lingüísticas».
El tutelaje ocupa otro de los capítulos de esta segunda división. Brown defiende que el líder que desee ampliar su reserva de talento y desarrollar a la siguiente generación de líderes hará bien en fomentar el tutelaje o mentoring. El autor anima a todos los líderes a ejercerlo, ya que «un aspecto sorprendente de ejercer de mentor es que uno puede acabar siendo el mentor inverso o beneficiario del tutelaje».
Explica que algunos pupilos potenciales buscan mentores enseguida, acudiendo a grupos que fomentan esta práctica ya sea dentro o fuera de la empresa y qeu algunas compañías establecen redes de tutelaje para mujeres, minorías y otros grupos de especial interés. De entre todos los elementos inherentes a una buena actitud directiva, Brown destaca tres fundamentales: la conducta, la apariciencia y la humildad.