Llega la hora de confeccionar las listas para las próximas Elecciones Europeas y me consta que vuelven los dolores de cabeza entre los líderes de los partidos por la Ley de Igualdad. La perciben como una obligación -pasar el trámite, cubrir el expediente- y no como un derecho.
No gustan las imposiciones, ningún tipo de imposición: Acceder a un desempeño profesional en el ámbito de la empresa privada porque hay que cumplir un porcentaje, es un insulto al talento. Formar parte de una lista electoral en el ámbito público e institucional por pertenecer al género femenino, es ofensivo.
La intención es buena: Incrementar la participación de la mujer en política. El objetivo final irreprochable: Alcanzar la plena igualdad.La intención es buena: Incrementar la participación de la mujer en política. El objetivo final irreprochable: Alcanzar la plena igualdad.
Pero el planteamiento y el desarrollo no son tan acertados… Algo falla si se impone el patrón del género y no el del mérito. Además, no ataca el núcleo del problema y hace agua por varios frentes (sus ideólogos lo saben aunque callan).
Preguntas, muchas preguntas
¿Por qué sí cuotas numéricas definidas porcentualmente en el legislativo pero no en el judicial? O en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, o en el funcionariado o en las empresas estatales.
¿Por qué una Ley Orgánica de nueva creación cuando sigue vigente en nuestra Constitución el patético artículo cavernícola que da preferencia al varón en la sucesión a la Corona?
¿Por qué unos porcentajes de obligado cumplimiento en los totales pero no exigidos en los cabezas de lista para incrementar el número de presidentas o alcaldesas?
¿Y la trampa de las circunscripciones con pocos escaños? Sólo los puestos de cabeza – con mucho caballero y poca dama – garantizan escaño.
Resultado: Aunque crece la presencia de féminas en la política patria solo hay igualdad real en el Consejo de Ministros – que ¡oh casualidad! – es el órgano con mayor visibilidad. Y una que de tanto oír “piensa mal y acertarás” acaba creyendo el dicho popular concluye con un obvio… ¿Será por imagen?
Caemos una y otra vez en un debate equivocado sobre un asunto equivocado y darle tanta importancia en lo que le hace importante. Hay que volver a lo esencial.Caemos una y otra vez en un debate equivocado sobre un asunto equivocado y darle tanta importancia en lo que le hace importante. Hay que volver a lo esencial.
¿Y qué es lo esencial? Políticas activas y leyes efectivas (no de diseño) para la mujer en el ámbito laboral, social, cultural y familiar. Medidas reales para la conciliación plena de vida profesional y personal siguiendo el ejemplo de países como los nórdicos.
Chute en vena de la meritocracia
Chute en vena de la meritocracia desde la tierna infancia. Más educación y de mejor calidad, más formación, más preparación, más capacidad de competir. Inculcar que las metas se alcanzan a través del esfuerzo y la superación permanente.
Volviendo a la esfera pública, España necesita políticas de mérito – mujeres valiosas, preparadas y expertas en las materias sobre la que van a tomar decisiones y tener responsabilidades – y no políticas de carrera – las que hacen de la actividad pública su oficio y beneficio, sin vocación de servicio y ascendiendo desde las bases de su partido sin ninguna otra actividad profesional previa – Menos aún políticas de carrera y por cuota o paridad, eso ya roza el mal gusto, ataca la estética y casi a la ética.
Aún no hay plena igualdad, pero queremos parlamentarias, alcaldesas o presidentas que destaquen por su formación, su excelente oratoria, su saber estar, su liderazgo bien aplicado, por poner contra las cuerdas a sus adversarios en el debate público, por proponer medidas acertadas y por conseguir el bienestar de los ciudadanos – hombres y mujeres – a los que se deben y representan.
Conseguido esto, la igualdad se alcanzará con naturalidad, sin imposiciones. Y el debate equivocado caerá por su propio peso.
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