Maldito lunes (o La alegría de volver)

Un domingo cualquiera, de un mes cualquiera, de una familia cualquiera…..se oye una voz: ¡¡¡ Que horror mañana es lunes!!! ¿Por qué no nos gustan los lunes? Según las estadísticas, los británicos son más propensos a suicidarse el lunes que otros días de la semana. Y en lunes tienen lugar los acontecimientos más agresivos ¿os acordáis de la famoso canción de Bob Geldof?..I dont like mondays…

¿Por qué no nos gustan los lunes? ¿Por qué nos cuesta tanto volver a nuestra semana laboral o escolar?

Mucha gente trabaja sólo porque necesita llegar a fin de mes, porque tiene que ganarse la vida pero no tiene otra motivación, no le ilusiona su trabajo y se convierte en un pesado yugo, de tal forma que el trabajo acaba amargando su vida. Y esta falta de motivación que se vive en la sociedad se acaba dibujando de una manera alarmante en las aulas.

Muchos colegios nos preparan para conseguir un trabajo, para ganarnos la vida y acabamos aprendiendo a trabajar pero no aprendemos lo más importante: a vivir.Muchos colegios nos preparan para conseguir un trabajo, para ganarnos la vida y acabamos aprendiendo a trabajar pero no aprendemos lo más importante: a vivir. Nos llenan de información como si el saber sólo implicara eso, cuando en realidad el saber significa adaptar esa información a la vida diaria. Y esto nadie nos lo enseña.

Existe la obsesión de saturar a los niños con clases extraescolares de idiomas, instrumentos musicales, informática…, y más tarde MBA, cursos de postgrado, doctorados y sin embargo nos olvidamos de lo más importante: que sean felices. Nos obsesionamos con el tener y nos olvidamos del ser.

Por eso cuando llegan a la empresa fracasan y tienen que re-aprender. Necesitan un coach para poder trabajar en equipo, para saber escuchar, para ser solidarios, para saber quiénes son. Tienen el mejor currículum pero no saben qué quieren, ni quiénes son. Y finalmente, es curioso que la empresa privada acabe invirtiendo más en formación que el propio estado…

Enseñamos a los jóvenes que hay que conseguir la máxima nota, que hay que ser el primero de la clase, el primero de la promoción. Les enseñamos a ser tan competitivos que se convierten en individualistas, y se olvidan de hacer amigos, de ayudar a los que se quedan atrás, sólo piensan en el triunfo personal. Piensan en llegar el primero, en tener lo mejor, quieren el premio. Lo que no saben es que en la vida hay muchas veces que el premio no llega aunque lo merezcas. Deberían estudiar por la alegría de aprender y el orgullo de saber. Deberían saber que se es más feliz en el camino que en el destino. Que es más importante ser que tener.

Lo que no saben es que en la vida hay muchas veces que el premio no llega aunque lo merezcas. Deberían estudiar por la alegría de aprender y el orgullo de saber. Deberían saber que se es más feliz en el camino que en el destino. Que es más importante ser que tener.

La realidad es que nuestros jóvenes son el espejo de nosotros mismos y al final notan la falta de tiempo, ven como los padres a veces delegamos la función educativa en otras personas o instituciones, en los abuelos, en los profesores, en los vecinos o en la TV y a base de estar poco tiempo con nuestros hijos no reciben toda la dedicación necesaria para su equilibrio y su desarrollo normal. No tienen la suficiente seguridad, estabilidad y cariño para fortalecer su autoestima y pierden entre otras cosas la alegría de volver al colegio, el interés por aprender y el afán de conocer.

Creo que los colegios deberían ser menos competitivos en esa lucha por los centros para quedar mejor en el ranking, y deberían centrarse más en la autoestima, la evolución y la confianza de cada niño. Creo que si entre todos disminuyéramos la presión por conseguir la mejor nota, el primer puesto, el premio destacado…. quizás los estudiantes no perderían la alegría de ir a aprender.

Y que si los trabajadores no fueran tan competitivos e individualistas y trabajaran más en equipo, si crearan más amistades desinteresadas y duraderas y menos relaciones oportunistas y ocasionales, quizás tampoco perderían la alegría de ir a trabajar.

Y creo que si todo esto se cumpliera, entonces un Domingo cualquiera, de un mes cualquiera, de una familia cualquiera, oiríamos más voces diciendo…… ¡¡ Qué bien mañana es Lunes!!! . Y entonces, sentirían la alegría de volver.

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