"Tengas personas a tu cargo o no las tengas, no te puedes descuidar nunca. Porque dejar de pensar en ti es una forma de olvidarte de los que amas y de lo que amas. Que no te esclavicen sentimientos de culpa encubiertos. Que no te inmovilicen ideas que no son realmente tuyas. El trabajo que hagas por ti a los veinte te tendrá espléndida a los cuarenta. El que hagas a los cuarenta, te tendrá espléndida a los sesenta. El que hagas a los sesenta te tendrá espléndida a los ochenta. Ante todo, cuídate en cuerpo y alma".
¿Solas o acompañadas?
Recientemente una muy buena y querida amiga, sin hijos y con la única responsabilidad de gestionarse a sí misma (que no es poco), me decía que no es oro todo lo que reluce. El comentario vino a cuenta porque, en una de esas conversaciones de tarde entera y mil tazas de te, yo divagaba sobre el inmovilismo que produce el hecho de tener varias personas que dependen de ti. No se actúa con la misma libertad, decía. Vas mucho más ligera de equipaje.
Para muchas mujeres cuidar y atender a los que quieren no tiene por qué ser calificado como yo lo hago aquí. No es una esclavitud. Pero para una servidora sí lo es.No tienes la esclavitud de estar atenta a las necesidades de nadie pues sólo te preocupan las tuyas. Puedes permitirte el ser creativa, dejar que todo fluya, jugar con el tiempo, volar con tu imaginación. Eres libre, porque no cargas con el peso de lo prosaico de lo doméstico y tienes tiempo para ti. A lo cual, mi amiga, sin quitarme ni un ápice de razón, añadía lo dicho al principio. Y lo hacía porque ella es experta en gestionarse a sí misma exclusivamente. En lo bueno y en lo malo. En la salud y en la enfermedad. Hasta que la muerte la acabe. Y punto.
La esclavitud de ser madre
Para muchas mujeres cuidar y atender a los que quieren no tiene por qué ser calificado como yo lo hago aquí. No es una esclavitud. Pero para una servidora sí lo es. Máxime cuando has invertido más de veinte años de tu vida en eso, además de trabajar, estudiar y no descuidarte. Cierto es que te llevas la satisfacción de ver bien a aquellos que han dependido de ti y que tanto amas. Pero cuando te miras el ombligo y ves que no te encuentras empiezas a dudar de todo. A la duda metódica añadir aquí que si además la salud te falla, entonces ya no dudas, reniegas directamente.
Me ha satisfecho mucho encontrar a lo largo de mi vida excepciones a lo dicho anteriormente. Son las mujeres que han sabido hacerlo para, aún siendo madres y esposas, lograr que cada uno se las administre como pueda para no ser ellas las mulas de carga de todo el clan. Admirables.
La verdad es que, en la mayoría de los casos la buena situación económica suele ser directamente proporcional al grado de libertad de la interesada. Como otro factor determinante su inteligencia y su capacidad de organización. Inteligencia sobre todo para saber no sentirse culpable por sentir y actuar, al menos de vez en cuando, con independencia de los suyos y pensando en sí misma e-x-c-l-u-s-i-v-a-m-e-n-t-e.
Pros y contras
Llegados a este punto y retomando a mi amiga, la vida con uno mismo y para uno mismo, también tiene sus inconvenientes, según ella. Es menos compleja que la de alguien que tiene personas a su cargo, pero no es perfecta. Ser totalmente libre te obliga a ser totalmente consciente de tus fortalezas y debilidades. Al final todo depende de ti. Si te equivocas te estrellas, si aciertas triunfas. Sufres mucho. También eres muy feliz. Y a veces te sientes muy sola. Por más amigas o amigos que tengas. Da igual.
La conversación, por fin, quedó en tablas. O lo que es lo mismo, ambas llegamos a la conclusión de que cuando tienes una familia a tu cargo además de eso, tienes los mismos contras que si vivieses solo, pero no los pros. Así que, mientras eres madre, esposa, hija, nieta, nuera, vecina… seguro que me dejo algo,… pues eso, no te olvides de pensar en ti nunca. Esa es la primera gran responsabilidad que tienes.
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