Llama la atención que entre las revelaciones de los papeles del llamado Wikileaks, una mujer –Clinton– estuviera tan interesada en conocer el detalle de cómo otra mujer –Fernández– y el matrimonio Fernández-Kirchner constituían un equipo político exitoso.
Quería saber y seguramente consiguió la información con mucha meticulosidad. Es interesante contrastar los argumentos con los que muchas veces las “democracias liberales” desacreditan a los gobiernos de Sudamérica, llamándolos de una manera despectiva “populistas” y en el caso de la República Argentina, al matrimonio Kirchner por sucederse en la presidencia, obviando muchas veces que fue el resultado de las urnas el que lo permitió.
Por el nivel de información que manejan las embajadas norteamericanas y sus servicios de “inteligencia” creo que integran hoy otro tipo de Armada Brancaleone. Por supuesto, muy inferior en gracia y ternura naif que la del gran Mario Monicelli. Y en esa línea de pensamiento me pregunto y me respondo: Hillary -que ha intentado fallidamente llegar a la presidencia de la ¿mayor? Democracia- ¿no querría sencillamente aprender cómo se hace para suceder exitosamente a su marido y viceversa?
En ese sentido la comprendo, pero debería habérselo preguntado directamente a la presidenta argentina que seguramente se lo hubiera contado con mucha gracia y sin costo para los bolsillos de los ciudadanos de EE.UU. Una gracia -y muy onerosa- que no tienen los servicios de inteligencia y diplomáticos que construyen realidades a medida de quienes, vaya a saber si en verdad, los mandan.
Un recuerdo para Mario Monicelli, un gran director de cine italiano que a los 95 años, tomó el camino mas corto: se suicidó.
Este enorme cineasta, entre otras películas inolvidables realizó ´La Armada Brancaleone´, un conjunto de desarrapados, y trastornados que vivían -entre otras cosas- fuera de la realidad.
Por el nivel de información que manejan las embajadas norteamericanas y sus servicios de “inteligencia” creo que integran hoy otro tipo de Armada Brancaleone. Por supuesto, muy inferior en gracia y ternura naif que la del gran Mario Monicelli.
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