En opinión de un ex presidente de gobierno, dado el desprestigio de la política, ésta ya no resulta atractiva para los más capacitados. En la misma línea otro gobernante, alejado ya del inmenso poder que tuvo, considera que quienes compartieron con él los entresijos del poder eran más competentes que los políticos actuales.
También quienes ejercen ahora el poder tienen el ego crecido. Muchos carecen de formación y experiencias profesionales sólidas, pero se expresan y deciden como si conocieran. Es precisamente ese desconocimiento lo que les hace ser tan temerarios, eso, y el interés. Debería ser obligatorio que su currículum fuera público porque nadie elige a nadie para un trabajo si no conoce qué le faculta para poder hacerlo. En esto como en muchas asuntos, la ciudadanía elige a ciegas.
Políticos y funcionarios comparten desprestigio y sin embargo, les separan muchas cosas.
El trabajo de los empleados públicos es la base del Estado moderno y sus condiciones de trabajo: acceso por oposición y seguridad en el empleo, tienen por objeto que ejerzan los que han demostrado que están mejor preparadosDescrédito hacia la gestión pública
Hay una auténtica campaña de descrédito hacia los funcionarios que permite que se les pueda bajar el sueldo y cambiar sus condiciones laborales sin que la ciudadanía se inquiete por ello. Esos ataques son la punta de lanza de los que se harán a continuación al resto de los ciudadanos, pero además esa descalificación a la que se les somete desanima a los mejores a trabajar como funcionarios. Esta campaña no es gratis.
Se culpa a los funcionarios por tener o, dados los cambios, porque tenían el trabajo asegurado. También los grandes titulares dicen que ganan más que el resto de los asalariados. Las informaciones inexactas generan falsas conclusiones. Para que la comparación de sueldos fuera válida, deberían compararse actividades similares en el sector público y en el privado o al menos contraponer a igualdad de formación y experiencia, cuánto se cobra en cada ámbito. Es engañador hacer media cuando no se comparan actividades semejantes. Hay tareas de bajos salarios en el sector privado que no existen en el sector público, donde el porcentaje de personas con titulación superior es más elevado que en el sector privado. Sin embargo, esos resultados más reales no darían lugar a titulares llamativos y sobre todo, no provocaría la animadversión que se pretende generar hacia este colectivo.
En la función pública, como en cualquier sector, hay de todo, pero si una empresa procura contratar a los mejores en su campo, los ciudadanos deberíamos exigir que solo los más preparados gestionaran los asuntos públicos, es decir los nuestros.
Ahora los funcionarios, que poseen el conocimiento de cómo hacer las cosas y los políticos, que son los encargados de decidir qué es lo que hay que hacer, no están en su mejor momento, pero por razones distintas.
La gestión pública
El trabajo de los empleados públicos es la base del Estado moderno y sus condiciones de trabajo: acceso por oposición y seguridad en el empleo, tienen por objeto que ejerzan los que han demostrado que están mejor preparados y también que puedan trabajar con independencia de los grupos de poder ya sea político, económico o de otro tipo.
Son los trabajadores públicos los responsables de que el Estado funcione. La justicia, las negociaciones y acuerdos internacionales, la red sanitaria y de control de los alimentos, la seguridad, la defensa y el largo etcétera de actividades fundamentales que sustentan el país dependen de su trabajo. Su profesionalidad e independencia les hacen molestos en muchas ocasiones. La importancia de su trabajo exige rigor en la ejecución y control.
Si se comprende que las empresas más poderosas contraten a los mejores profesionales, los ciudadanos debemos contar también con los mejores.
Tenía razón un ex ministro cuando decía que los funcionarios tenían que estar bien pagados para que la función pública fuera atractiva para los mejores profesionales.
*Mª Teresa Pascual Ogueta es Ingeniera de Telecomunicación y también escritora. Autora, entre otros, del libro “Despidos, la edad y otros pretextos”(Díaz de Santos, 2012).
Otros artículos de esta columnista…
- Las creencias son armas del poder
- La crisis también es un experimento social
- La histeria y la sexualidad femenina
- Los europeos del sur y el síndrome de Estocolmo
- La longevidad es un riesgo financiero para los inversores
- El lenguaje sexista y los Académicos: un punto de vista sesgado
- `La machine´, el cuerpo femenino y los caminos del placer
- Del Estado, el Bienestar y la Riqueza a cualquier precio
¿Ya has visitado Columnistas en nuestra ZONA OPINIÓN?