"La mujer es como un saquito de té, nunca sabes lo fuerte que es hasta que la pones en agua caliente…." Eleonor Roosvelt.
El desplazamiento del rol de la mujer genera un cambio en el posicionamiento de los varones, tanto en su lugar de trabajo como en su vida privada, particularmente en su rol paternal. Uno de los clásicos de la sociología Robert Merton establece que en tanto que la madre establece roles emocionales y el padre vínculos instrumentales, prácticos, orientados a resultados. Las relaciones laborales de la mujer están condicionadas por sus primeras experiencias con las mujeres de su entorno. Según Eden 1:
"Las mujeres tienen distintas expectativas, que los hombres, respecto de otras mujeres. Esperan que las demás, las traten como si fueran sus hermanas, madres u amigas. La realidad dista mucho de ser así. De ahí que hemos de cambiar las expectativas que tenemos de las mujeres altos cargos, y comprender la soledad, en la que se encuentran. Quizás seamos nosotras las que debamos apoyarlas."
Otra autora subrayó la transferencia maternal que podemos sentir hacia las colegas. A la madre se la percibe como una figura de autoridad y dadora de amor incondicional. La madre es quien nos ha dado apoyo, pero también la que ha puesto límites, diciendo que "no". De ahí la importancia en analizar este vínculo y saber cómo podemos transferir cuestiones no resueltas a hijas o colaboradoras.
Para este análisis, nos hemos centrado más en tres textos, siendo el primero el libro de Deborah Tannen 2. La autora nos cuenta que la relación con su propia madre, fue su inspiración. La relación entre madres e hijas, constituye la "madre de todas las relaciones". Es una de las más apasionadas y viscerales en la vida de las mujeres, aquella por la cual se puede experimentar tanto el amor más profundo, como la más profunda rabia, incluso odio. Esta relación nos obliga a afrontar cuestiones fundamentales de quienes somos, quienes queremos ser y cómo nos relacionamos con los demás. Esté vínculo tendrá una enorme influencia, a lo largo de toda nuestra vida, incluso mucho tiempo incluso tras el fallecimiento de sus madres.
La relación entre madres e hijas es una de las más apasionadas y viscerales en la vida de las mujeres, aquella por la cual se puede experimentar tanto el amor más profundo, como la más profunda rabia, incluso odio Algo similar ocurre a las progenitoras, aun cuando sus hijas ya sean ellas mismas adultas y madres. La autora nos marca que si bien, madre e hija tienen la misma conversación, la interpretación de la misma puede ser totalmente diferente. Se trata de conversaciones en donde el "poder" y la "distancia" se negocian continuamente. En suma, una primera conclusión es que el vínculo entre madre e hija está tan cargado emocionalmente, dado que combina una intensa conexión con una implacable lucha por el poder, sobre todo a partir de la adolescencia.
Una primera consecuencia radica en que ambas tienden a sobrevalorar el poder de la otra y a infravalorar el propio poder. La relación entre madres e hijas, puede ser una gran fuente de consuelo, pero también de gran sufrimiento. De nadie más hablamos con tanto cariño, pero a veces también con tanto resentimiento, como de la propia madre. Para una hija los comentarios de su madre resultan importantísimos, por eso cualquier juicio emitido por ella puede sentar como "una cadena perpetua". Las hijas tampoco se quedan cortas y pueden emitir generalizaciones muy hirientes.
La actriz Liv Ullman, definió aquello que cualquier hija desea idealmente de su madre, quien dijo: "Pase lo que le pase, ella sabe que puede confiar en mí, que no la voy a juzgar y que siempre va a recibir todo mi apoyo y ayuda". Ambas sienten profundamente las emociones de la otra. Cuando yo misma llamaba por teléfono a mi madre, o ahora a mi hija, por el tono de voz ellas se daban cuenta cómo era mi estado de ánimo y viceversa. Durante toda mi vida sentí como si hubiese una conexión energética entre nosotras.
Otra de las constantes que aparecen en esta relación es la permanente búsqueda de aprobación, buscándola en otras personas del entorno, creándose frustración cuando no se recibe. La clave radica en saber si se ha establecido una relación saludable o no con la madre y si ésta ha proporcionado el grado de contención necesaria para los hijos/ hijas.
En cuanto a las madres, su influencia resulta omnipresente y a veces les resulta difícil aceptar que han perdido autoridad y que no es la misma que cuando sus hijos eran pequeños Según Cohen3, una madre sana crea un vínculo de protección y seguridad para su hija, y poco a poco deja que ésta, vuele sola. Te trata como la mujer que eres y no cómo la niña que fuiste. Se trata de una relación adulta entre dos mujeres adultas sanas, que es el vínculo madre e hija. Ambas responden a lo que la otra realmente es, y no a lo que nos gustaría que fuera. Esto es lo contrario a un vínculo en el cual existe una "tensión permanente, condicionada por las fantasías mutuas y las emociones no expresadas. En cuanto a las madres, su influencia resulta omnipresente y a veces les resulta difícil aceptar que han perdido autoridad y que no es la misma que cuando sus hijos eran pequeños. Muchas mujeres de mediana edad se sienten perseguidas por un doble hostigamiento por una parte sus hijas adolescentes, y por la otra sus madres ya mayores. Las madres deberían "evitar" el impulso de dar consejos una vez que las hijas se han convertido en adultas". La hija en realidad no quiere consejos, quiere aprobación. Con los hijos pequeños esto resulta fácil, dado que se debe hacer todo lo posible por protegerles, en cambio si haces lo mismo con una hija ya adulta, esta montará en cólera, dado que lo que ella necesita es poder "demostrar que ya no necesita protección".
A las madres les cuesta adaptarse a este nuevo estado de cosas. Si las hijas responden con tanta visceralidad a las palabras de las madres, es porque éstas aún les importan. Los cumplidos de las madres tienen un efecto casi mágico sobre las hijas, partiendo del supuesto que la relación entre ellas es complejo por el mero hecho de ser mujeres. En tanto que las hijas se quejan porque se sienten criticadas, las madres a su vez se quejan porque se sienten excluidas. A las madres les cuesta aceptar que sus hijas han ampliado sus redes sociales y que ellas, ya no están en primer lugar como cuando eran pequeñas. Sienten un gran dolor al sentirse dejadas de lado.
La hija en realidad no quiere consejos, quiere aprobación A las madres a veces se las considera como una especie de secretarias, a las que se puede interrumpir cuando se quiere y siempre están disponibles. A medida que ambas se van haciendo mayores y sus vidas van evolucionando, ambas van flexibilizando sus roles, adecuando el grado de distancia e intimidad entre ellas. La sabiduría que viene con la edad, consiste en disfrutar más e irritarnos menos. Esto se logra cambiando la forma de comunicarse. A veces las hijas sin darse cuenta, dejan de lado a la madre para "aliarse con el padre", convirtiéndose este último en favorito.
El hecho de ser consciente de determinadas acciones puede transformar completamente las dinámicas que se producen en una familia. Cada pareja de madre e hija, tendrá que decidir y llegar a un acuerdo sobre cuál el grado de conexión adecuado para ellas.
Tannen, finalmente señala que si hace unos años se le hubiera preguntado acerca del vínculo con la madre hubiera dicho que se pasó la vida huyendo de ella, si se lo preguntan ahora diría que se pasó la vida tratando de encontrarla. Espero que estas puntualizaciones sirvan para comprender y mejorar la relación entre mujeres y colaboradoras, pero por encima de todo la que tenemos con nuestras madres e hijas.
1 Eden Angela. "Coaching woman for señor executive roles : a societal perspective on powe and exclusion" in Brunning H. Executive coaching. London, Karnac,2007.
2 Tannen D. Piensas salir vestida así: comprender la comunicación entre madres e hijas. Barcelona, Integral, 2007.
3 Cohen S. et al. No aguanto a mamá.Barcelona, Grijalbo, 1999.
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