Esperanza Aguirre y su gran escapada ocupa buena parte de la prensa nacional y como el tema continúa, ella le quita hierro diciendo que parece que no hay cosas más importantes que multar «a una sexagenaria». Ha dicho también que es machista y prepotente la actitud de los Trabajadores Municipales que sabían perfectamente quién es ella. El clásico «¿usted sabe quién soy yo?» de toda la vida.
Lo segundo es recurrente y lo seguiremos viendo en la política, en la empresa, en la vida. El poder tiene esas cosas. Lo primero, me recuerda a mi madre, 25 años atrás, cuando se indignaba al escuchar que en las noticias, decían que habían atropellado a un sexagenario. «Qué manía con lo del sexagenario. ¡Como si fuera una categoría!»
Lo decía ella que ya tenía 60, hacía yoga, supo del pilates antes que nadie y me explicó por primera vez el término resiliencia cuando faltaban 10 años para que se popularizara.
Hay sexagenarios y sexagenarios, me dice una amiga que se acerca a los 60 sin complejos. Yo, que acabo de ver 3 veces 20 años, con el magistral William Hurt y con Isabella Rosellini como coprotagonista, le digo que sí, y que cada cual se forja los años que vendrán.
Hay sexagenarios y sexagenarios, me dice una amiga que se acerca a los 60 sin complejos Pienso sobre esto casi al mismo tiempo en que leo que Díaz Ferrán, el que fuera la cara de la flor y nata de los empresarios, saqueó Marsans y montó una organización criminal para vaciarla. Es lo que dice la Fiscalía, que pide una condena de 15 a 21 años.
Un artículo en El País destaca la importancia de la innovación y de por qué es esencial para que organizaciones y empresas sobrevivan y compitan en los mercados. Pero parece que para innovar hace falta una forma de trabajar dirigir y organizar relacionada con valores democráticos y participativos, con fomentar la experimentación, asumir riesgos, tolerar errores, dialogar prestando atención a lo que sucede fuera e interactuar.
En esta misma semana me he encontrado con altos directiv@s cansados, machacados, dándole vueltas a la vida que llevan y con un grado de decepción irreconocible. Y con gente que está empezando a disfrutar otro tipo de vida, lejos de La puta vida corporativa que diría Mariana Ferrari. Un libro que sería lo opuesto de lo que María Jesús Álava Reyes presenta en su última creación, Las tres claves de la felicidad.
Volviendo a la innovación, si todo lo que esta exige funcionara, las empresas serían diferentes y la gente viviría más feliz. Sin embargo, los síntomas son claros: las empresas siguen optando por el estilo autocrático jerárquico, burocrático…y la gente vive confusa, baja los brazos y se pregunta ¿La vida es esto?