La política, profesora y escritora valenciana Carmen Alborch ha fallecido a los 70 años en Valencia. Top 100 Honoraria, era persona comprometida y de gran vitalidad, hasta el último suspiro estuvo tomando notas para un nuevo libro, centrado en «la alegría de vivir».
Una de las Top 100 Mujeres Líderes en España Honoraria, Alborch fue además una abanderada del feminismo español.
Fue la embajadora de la modernidad de Valencia, hasta el punto de que el Gobierno de Felipe González la tomó como santo y seña de su política cultural nombrándola ministra del ramo en 1993, cargo que ocupó hasta 1996. Fue también la primera decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia y la directora del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM). Su generosidad, su carisma, sus ideas y su experiencia laboral y política la convirtieron en un referente social sobre todo en los noventa y en principios del siglo XXI.
Una de las Top 100 Mujeres Líderes en España Honoraria, Alborch fue además una abanderada del feminismo español. Aportó varios libros como Solas (1999), Malas (2002) y Libres (2009), con un fuerte compromiso en la lucha por la igualdad que la llevó a denunciar la ausencia de las mujeres en los espacios de poder pese a los años de desarrollo democrático en España.
La lucha es imprescindible
El pasado 9 de octubre recibió la mayor condecoración valenciana, la Alta Distinción de la Generalitat valenciana. Allí, ya enferma, sacó fuerzas de la flaqueza para defender sus ideas. Fue su último acto público, rodeada de amigos y familiares, y en presencia de los presidentes del Gobierno, Pedro Sánchez, y de la Generalitat, Ximo Puig. El feminismo “ha mejorado la calidad de vida de todos los ciudadanos” y por ello “debería ser declarado patrimonio inmaterial de la humanidad”, afirmó. La exministra incidió en que es “imprescindible la lucha” y la “esperanza” por una sociedad mejor y más igualitaria, y se mostró esperanzada de que el “efecto” contagio surgido en la sociedad tras el movimiento feminista continúe y se abran “más espacios” para las mujeres y para los “hombres cómplices”.
El feminismo debería ser declarado patrimonio inmaterial de la humanidad, declaró Alborch
Carmen tenía un currículum académico y profesional importante, que desarrolló tanto en Madrid como en Valencia, dejando siempre un recuerdo de persona inteligente, íntegra, divertida y bondadosa. Sabía equilibrar trabajo y ocio con su grupo de amigos, donde no faltaban los periodistas, gente del cine y de la moda: “No hay que despreciar a nadie porque todos te pueden aportar algo bueno en la vida”, decía.