Sònia Martínez: preocupa la caída de mujeres en STEM

Convencidos de la influencia que la universidad ejerce sobre el desarrollo económico y social de España, se constituyó la Fundación Conocimiento y Desarrollo (Fundación CYD). En la actual realidad socio-económica, donde la mundialización y la innovación son conceptos clave, el proyecto de la Fundación CYD llena un espacio fundamental en la promoción de ideas universitarias capaces de convertir en valor el conocimiento adquirido, contribuyendo al crecimiento y el avance del país. Hoy entrevistamos en MujeresyCía a su directora gerente, Sònia Martínez Vivas.

 ¿Cuáles son los nuevos roles y tendencias de la formación universitaria?

La educación es la manera de poder acceder a trabajos de calidad, en una era en la que estamos dominados por la inteligencia artificial y el big data. La educación es el mejor ascensor social y en este momento de cambios exponenciales debemos buscar soluciones diferentes: la universidad y la forma cómo aprendemos necesita un cambio, y entiendo que es una cuestión tan crítica y estratégica que no puede tratarse únicamente a nivel político, sino que debe buscarse y promoverse desde el consenso de toda la sociedad.

¿Cómo serán las universidades del futuro?

La universidad es un motor para el desarrollo de los territorios y para la construcción de la sociedad del conocimiento, por lo que debe dar respuestas a los retos de la sociedad a través de su triple misión: formación, investigación y progreso social. En esta dirección, manteniendo su función tradicional, la universidad se ha adaptado a la dinámica de cambio de la sociedad actual, donde tiene la responsabilidad de crear conocimiento y formar un capital humano en volumen cada vez mayor, y con unas capacidades y competencias tales que contribuirán a forjar el entramado profesional de alto nivel respondiendo a las necesidades del mercado laboral.

Los perfiles más demandados en España son los de analista de datos, médico, desarrollador big data, ingenieros especializados en robótica y mecatrónica, financial controller, ingenieros informáticos, etc.

Las estadísticas nos muestran el grado de cumplimiento de estas misiones, pero también las tendencias hacia las cuales la universidad parece encaminarse. Una primera tendencia nos habla de expansión, en términos de crecimiento del total de estudiantes universitarios, que serán cada vez más mujeres, y que tendrán cada vez más movilidad. Otra gran tendencia es la que deriva de la evolución y revolución en el modelo formativo y en los contenidos y espacios de aprendizaje, pasando de un modelo interactivo al colaborativo y adaptativo. Y por último, una gran tendencia hacia la diversidad: universidades especializadas, con modelos y estrategias propias y adaptadas a sus características y entorno.

¿Cuál es la posición internacional de las universidades españolas?

Según los resultados de U-Multirank (ranking internacional de universidades que promueve la Comisión Europea), las universidades españolas se sitúan en posiciones intermedias cuando valoramos indicadores relativos a enseñanza y aprendizaje, con la excepción de la tasa de graduación del máster, que las sitúa en los grupos de mejor rendimiento. Por el contrario, y midiendo resultados relativos a su labor investigadora, el sistema universitario español se posiciona por debajo del conjunto de las universidades del mundo y de Europa. La situación mejora en los indicadores de transferencia, en los que las universidades españolas ocupan posiciones más destacadas, especialmente en el caso de los ingresos de formación continua, donde el 61,54% de las universidades españolas se sitúa en los grupos de muy buen y buen rendimiento. En cambio, en la Orientación internacional, con la excepción de la movilidad de estudiantes, los resultados muestran que el grado de internacionalización de las universidades españolas es menor que el del conjunto de universidades del mundo. Por último, pero destacable, señalar que el sistema universitario español obtiene unos resultados muy por debajo del conjunto de la UE y de las IES mundiales en la atracción de profesorado extranjero.

El e-learning gana terreno en las universidades privadas; sin embargo, existen reticencias entre las públicas. ¿A qué se debe?, ¿está el nivel de competencia digital docente a la altura de las circunstancias?

Yo no afirmaría tan categóricamente que la universidad pública se mantiene férrea en la enseñanza presencial. Es verdad que quizás las universidades privadas han llevado a cabo más actuaciones en el entorno digital y muchas de ellas ya son de hecho nativas digitales, pero no por ello hay que infravalorar el esfuerzo que está haciendo la universidad pública. La realidad de estos últimos años muestra cómo la universidad española ha hecho frente a un período en el que han disminuido drásticamente los recursos puestos a su disposición y que, a pesar de ello, ha logrado mantener, en términos generales, su actividad, mejorando a la vez su eficiencia. Esta situación ha hecho que lógicamente el esfuerzo se haya dedicado a mantener la actividad. La mejora y estabilidad en la financiación y en los recursos disponibles permitirá seguir avanzando en la adopción de nuevas fórmulas docentes y en un mayor grado de digitalización.

A pesar del esfuerzo de inversión que se ha hecho en los últimos años para incorporar las nuevas tecnologías como refuerzo a la labor docente, ¿ha supuesto esto un cambio en las aulas universitarias?

 Nos encontramos en plena revolución digital que afecta no solo a la forma como nos relacionamos, sino también a como trabajamos, como aprendemos y, en general, a todas las facetas de nuestro día a día. Entre otras muchas consecuencias se está produciendo una creciente demanda de nuevas competencias que derivará en ocupaciones que se verán muy afectadas por la automatización y otras que se van a ver muy afectadas por la digitalización. Este cambio, este periodo de transición y adaptación será más o menos costoso en función de cuán rápido reaccione el sistema educativo y la sociedad en general: hay que enfocarse en mejorar la calidad y la metodología y, en definitiva, es necesario un cambio de paradigma del sistema educativo tradicional. Lentamente se están introduciendo cambios, y cada vez es más evidente y aceptado que las fórmulas tradicionales de docencia no funcionan y que deben ser combinadas con una visión mucho más global, compartida, cooperativa y focalizada en nuevas competencias. Se ha cambiado y se están empezando a hacer las cosas bien pero todavía queda un largo camino por recorrer.

¿Cuáles son las competencias más demandadas y hasta qué punto la formación asegura la empleabilidad?

Los perfiles más demandados en España son los de analista de datos, médico, desarrollador big data, ingenieros especializados en robótica y mecatrónica, financial controller, ingenieros informáticos, etc. Perfiles cuyas competencias parece que sí cubre la actual oferta formativa. Ahora bien, un estudio del Centro de Competencias de la OCDE indica que desde el punto de vista formativo las personas van a necesitar un nivel de competencias mucho más elevado y van a requerir también competencias diferenciales. Parece que las nuevas competencias que se van a requerir serán, entre otras, resolución de problemas complejos, trabajo en equipo, pensamiento crítico, resiliencia y adaptabilidad al cambio, etc., habilidades que antes el sistema educativo no integraba. Es vital que el sistema educativo las incorpore y además cuanto antes, no únicamente en los niveles formativos superiores, sino ya desde las escuelas.

Según la OCDE, el desajuste de competencias en el mercado laboral es generalizado y alarmante. ¿Está la universidad española adaptándose a las nuevas demandas del mercado?

Efectivamente, el desajuste entre las necesidades del mercado laboral y las competencias adquiridas por los graduados se sitúa por lo general entre el 40 y el 60%, porcentaje que se intensifica en las ramas STEM. Otro gran problema es el de la sobrecualificación, es decir, personas que tienen un nivel educativo superior al que requiere el trabajo que ocupan, cuyo porcentaje es cada vez más elevado (se incrementó en 1,2 puntos porcentuales respecto al año pasado).

Las universidades privadas han llevado a cabo más actuaciones en el entorno digital y muchas de ellas ya son de hecho nativas digitales, pero no por ello hay que infravalorar el esfuerzo que está haciendo la universidad pública.

Esta situación en España se debe en general a que, por un lado, su estructura productiva no es capaz de generar suficientes puestos de trabajo de alta cualificación (en 2017 España estaba entre los cinco países de la UE con un menor porcentaje de empleados ocupados en tareas de alta cualificación) y, por el otro, a que tiene un elevado número de graduados superiores que el mercado laboral no es capaz de absorber.

Mejorar las condiciones de inserción laboral de los graduados universitarios debe ser uno de los principales objetivos estratégicos de las universidades, aunque un actor relevante también es el conjunto del sistema productivo. Las universidades en general han tejido una red cada vez más tupida con las empresas e instituciones para facilitar la realización de las prácticas de los estudiantes en las empresas y, además, se han generalizado los servicios de inserción laboral y las bolsas de trabajo. Es imprescindible seguir desarrollando estas políticas y extender las buenas prácticas y éxitos identificados.

 

¿Cuáles son los indicadores a los que un estudiante debe prestar atención a la hora de elegir un grado? ¿Y un máster?

Los indicadores que mejor podrían responder a lo que se demanda de una titulación universitaria y análogamente a un máster entendemos que serían el importe de matrícula, preferencia de la titulación, nota de corte, movilidad de estudiantes, créditos prácticos, asignaturas obligatorias en idioma extranjero y tasa de rendimiento. Creemos que esta es la información básica e inicial que puede ayudar a orientar y a enfocar la toma de decisión. Lógicamente este proceso debe ir acompañado y complementado con visitas a ferias educativas, charlas con orientadores educativos y diálogos con profesores, profesionales y familiares.

Cuando se habla de brechas en el entorno profesional, suele decirse que las mujeres son mayoría en las universidades y tienen los mejores promedios, ¿esto sigue siendo así? ¿Cuáles son vuestras conclusiones?

El porcentaje de mujeres en STEM ha caído, descenso que se observa en ciencias, matemáticas y estadística.

Estas afirmaciones son ciertas en general, las mujeres son mayoría en las universidades, pero si nos centramos en áreas específicas las cifras cambian. Por ejemplo, mientras el porcentaje de mujeres sobre el total de alumnos de grado se ha mantenido más o menos constante en la última década (54-55%), el porcentaje de mujeres en STEM ha caído, descenso que se observa en todas las áreas: ciencias, matemáticas y estadística (de ser mayoría las mujeres a estar por debajo del 50%), informática y tecnologías de la información y comunicación, de casi el 18% al 12%, e ingeniería y similar (del 30% a poco más del 28%). La presencia de mujeres sólo es mayoritaria en áreas como Biomedicina, Bioquímica, Ciencia y tecnología de los alimentos e Ingeniería alimentaria. En el otro lado, las mujeres son clara minoría, menos del 15% de estudiantes, en Ingeniería electrónica industrial y automática, Ingeniería eléctrica, Ingeniería mecánica, Ingeniería del automóvil, Informática, Desarrollo de videojuegos, Desarrollo de software y aplicaciones e Ingeniería de computadores.

Por lo que se refiere a las brechas los datos demuestran que es todavía una realidad: el indicador que relaciona los conocimientos de alta cualificación con mejores perspectivas futuras de empleo es muy superior para hombres que mujeres (7,7 frente a 4,1), y se amplía en la última década. Por ejemplo, un titulado gana un 11,4% más que una titulada en las ramas de informática y ciencias de la vida, y poco más del 5 – 6% en el caso de ingeniería.

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