Mientras las cifras del desempleo pelean entre sí y los heridos quedan en el camino,jóvenes, mujeres y mayores tienen su propia epopeya. Leo en la prensa que el nuevo presidente de Wayra tiene 77 años, Di Stéfano se casa a los 86 y Zygmunt Bauman a sus 87 dice que la esperanza está a la deriva. ¿Es la veteranía un grado? ¿Funciona igual para hombres que para mujeres?
Vuelvo de la Fundación Once, honrada porque mi ponencia sobre la corresponsabilidad, ha sido el cierre de la Semana de la Igualdad. Hablo de lo que veo ante un público que tiene a diario distintas batallas, que es excepcionalmente resiliente y que en el caso de las mujeres, tienen doble dificultad. Expongo experiencias de vida y explico porqué deben hombres y mujeres rediseñar sus vidas, ser más como quisieran y darle la oportunidad a la felicidad. ¿O de qué hablamos cuando hablamos de nuestros sueños?
Creo que tenemos el deber de defender el tiempo que tenemos para concretar aquello que soñamos, y honrar el tiempo que nos queda, esa gran incógnita que debería llamarnos a la reflexión.
Son más hombres que mujeres los que se me acercan diciendo que les he tocado, que agradecen la perspectiva y que toman en cuenta mis dichos y hechos para darle una vuelta a cómo miraban las cosas. Quizás, cada vez lo creo más, se trate simplemente de ponernos en el lugar del otro. Cambiar el ángulo de la mirada, hacernos preguntas diferentes e intentar responder de otra forma. La mirada propia por la mirada del otro. Creo que hoy lo llaman empatía.
Mañana estaré en Aliter como ponente del Almuerzo con Mujeres Líderes, hablando sobre «El poder en la mujer y cómo alcanzarlo» una oportunidad en la que abordar aquello que nos cuesta tanto hacer nuestro, como si el poder no fuera otra cosa que la posibilidad de hacer. Y volveré a hablar de las urgencias con las que tenemos que movernos.
No porque no haya aprendido las virtudes de la vida lenta que promueven Carl Honoré y tanta gente sabia, sino porque creo que tenemos el deber de defender el tiempo que tenemos para concretar aquello que soñamos, y honrar el tiempo que nos queda, esa gran incógnita que debería llamarnos a la reflexión.
Hablando del tiempo que nos queda, vuelvo al principio con la imperdonable cuestión de la edad. Festejo la veteranía cuando es un reflejo del saber, de la experiencia y encuentro recorriendo las páginas de la prensa nacional, multitud de ejemplos de longevidad activa. Sin embargo, el rasero sigue siendo el mismo: hombres y mujeres no parece que tuvieran para la sociedad el mismo mérito, la misma reputación por sus canas o sus arrugas, (en el caso de que conserven unas y otras).
Desde Mujer, familia y trabajo, me invitan como ponente el 12 de junio, a su próximo Congreso que tiene un título más que inspirador El Valor de la Experiencia: Talento Senior.
Un tema apasionante y necesario que encaja con una de las iniciativas que pronto pondremos en marcha en The Women Station -donde hoy desarrollamos un amplio programa para dotar a mujeres y hombres de habilidades y capacidades que les ayuden a moverse en las agitadas aguas del día a día- y que en este caso apunta a poner el foco en las mujeres referentes cuya experiencia y sabiduría no podemos perder: Palabras Mayores.
¿Dónde si no, buscaríamos respuestas sabias, experimentadas, con el arrojo que da el estar de vuelta de todo, con la mirada distante porque la perspectiva de los años nos ha dado el aplomo para darle a cada cosa la importancia que tiene?
Dice Serrat que la veteranía debería ser un grado.
Como tantas veces, digo que sí. Y que es urgente cambiar el tercio.
Por el tiempo que vivimos. Por el tiempo que nos queda.
*Mercedes Wullich es directora de Mujeres&Cia.