Probablemente sea la falta de perspectiva sobre el mundo la mayor lacra de nuestra sociedad occidental. Cuando en España en estos días encaramos unas elecciones de indudable trascendencia, tendemos a pensar que el mundo acaba en el ritmo de nuestra consolidación fiscal o en la posibilidad de negociar una moratoria para la deuda que ponga fin a los terribles problemas que padece el País.
Olvidamos la existencia de realidades mucho más dramáticas que la nuestra, a tan solo unas horas de avión, y que relativizan prácticamente hasta la nada nuestra supuesta tragedia nacional.Y sin embargo olvidamos la existencia de realidades mucho más dramáticas que la nuestra, a tan solo unas horas de avión, y que relativizan prácticamente hasta la nada nuestra supuesta tragedia nacional.El pasado julio decidí enviar durante un mes a mi hija Inés de diecisiete años junto con un grupo de estudiantes americanos a un pueblo de refugiados en la frontera entre Birmania y Tailandia. Aunque muchos de mis amigos y conocidos no entendieron por su riesgo esta decisión, creo que es importante que nuestros hijos salgan de la rutina cotidiana y encaren el mundo en su globalidad terrible y maravillosa al mismo tiempo.
Durante su estancia, mi hija dio clases de ingles a huérfanos, construyó carreteras, bibliotecas y sobre todo…abrió su mente. Una de las experiencias que más la marcaron es el contacto con jóvenes birmanos de su edad que le narraron como tras ver asesinar a sus familias habían tenido que cruzar durante días las montañas que separan la frontera entre los dos países para aterrizar en un pueblo de refugiados en donde vivían en condiciones muy precarias.
Y fueron ellos también los que le contaron la historia de Aung San Suu Kyi, la premio Nobel de la Paz, arrestada en su domicilio durante 15 años y que encarna en su delicadeza toda la fuerza que puede desplegar UNA MUJER contra el régimen opresivo que desde 1962 ha cercenado todas las libertades en su país. Pero no está sola: otros 700 presos de conciencia la acompañan en su lucha.
La experiencia de Inés me hizo pensar hasta que punto hemos perdido la perspectiva sobre nuestras actuaciones sociales: políticos que se enriquecen probablemente para comprarse un Cayenne, quejas sobre la pérdida de nuestro bienestar, orejeras permanentes que nos imposibilitan descubrir y valorar pese a todo cuan afortunados somos. Conciencias presas por la seguridad de un sistema que nos narcotiza.
Es por todo ello que hoy cedo a Inés y a Aung San Suu Kyi la presencia en la foto que acompaña a este artículo: aparentemente tan lejanas y sin embargo tan próximas.
*Concha Canoyra es Directora Gerente de la Institución Educativa SEK/ Universidad Camilo José Cela. Con una amplia trayectoria profesional en el sector de la consultoría – KPMG o Coritel- su preocupación e interés por la igualdad femenina la ha llevado a organizar e impartir numerosas ponencias y seminarios sobre este tema.
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