Miriam López Santos (editora del libro) y Luis Alberto de Cuenca (autor del prólogo) presentaron La urna sangrienta (o El panteón de Scianella), de Pascual Pérez y Rodríguez. El acto se enmarcó dentro de la II Semana Gótica de Madrid, que se celebró del 26 de octubre al 1 de noviembre en Casa de Vacas, en el Parque del Retiro de Madrid.
La urna sangrienta (1834) es, a pesar de su olvido injustificado, el máximo exponente de la novela gótica en España.
En La urna sangrienta el terror que procede del mundo físico se intensifica gracias al horror que emana del protagonista de la historia. Ambrosio, señor del castillo de Scianella, es un personaje de siniestra naturaleza y de maldad sin límite. Un personaje complejo en el que se materializa un vínculo directo con el mal y el demonio y, al mismo tiempo, un deseo de volver la mirada a Dios. El terror que evoca su presencia y que se desprende de sus actuaciones es abrumador. Es un ser perturbado e inquietante con un destino marcado desde su nacimiento y con un objetivo fijo. Ambrosio es capaz de las atrocidades más inimaginables para conseguir su fin: seducir a la bella e inocente Mandina.
En La urna sangrienta el terror que procede del mundo físico se intensifica gracias al horror que emana del protagonista de la historia. Ambrosio es un personaje de siniestra naturaleza y de maldad sin límite.Además, un terrible secreto se esconde en el castillo, en el que muertes, desapariciones, crímenes espantosos y una buena serie de acontecimientos sobrenaturales se suceden sin aparente fin, siempre vinculados al panteón y a una extraña urna de la que mana sangre…
Pascual Pérez y Rodríguez (Valencia, 1804-1868), escritor y fotógrafo, contribuyó a mejorar el estado de nuestras letras a comienzos del siglo XIX. Su condición de sacerdote no le impidió desarrollar una fructífera labor como impulsor de las nuevas ideas literarias. Publicó obras de diferente y variada temática, fundó El Diario Mercantil (1833-1844) con el padre Juan Arolas y Pedro Sabater y formó numerosos discípulos escritores como profesor de Humanidades. Con estos datos, a los que se une la búsqueda constante del éxito editorial, no resulta extraño que se decidiera por el cultivo de la novela gótica, pues aparte de La urna sangrienta publicó también La torre gótica o El espectro de Limberg (1831) y El hombre invisible o Las ruinas de Munsterhall (1833).
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