Un episodio puntual que voy a contarles, me hizo pensar que deberíamos tener más exceso de humildad y menos exceso de confianza, practicar menos él lo sé todo y más el solo sé que no sé nada… Eran las 7.45 de un día cualquiera, había dejado a los niños en el colegio y me dirigía por la M-40 de forma rutinaria a mi trabajo. Iba vista al frente por el carril central pendiente de no rebasar los límites de velocidad y de no pasarme mi salida… Había recorrido pocos kilómetros cuando me di cuenta que tenia encima un majestuoso Audi Q7, era gris oscuro pero brillaba con tal intensidad que parecía recién salido del concesionario para una exhibición en el salón del automóvil.
El flamante Audi cada vez se me acercaba más, hasta el punto de no respetar una mínima distancia de seguridad. Mire a mi derecha y comprobé que el carril de tráfico lento iba bastante cargado, mire a mi izquierda y vi que el carril rápido estaba despejado. Con lo cual pensé: yo voy al límite de velocidad permitido y estoy en el carril adecuado, si tiene tanta prisa que se cambie él de carril. Pero seguía detrás de mí, se me echaba cada vez más encima, pensé en acelerar o en dejar paso. Pero no hice ninguna de las dos cosas. Me mantuve en mi sitio.
Si hiciéramos una encuesta entre los conductores de nuestro país estoy convencida que más del 50% de los encuestados afirmaría que conduce mejor que el resto. Y si esa encuesta la limitáramos a los conductores masculinos estoy segura que el porcentaje subiría al 80%. El poderosos Audi no paraba de darme las luces, me estaba deslumbrando y sentí que estaba a punto de ser embestida por una especie de búfalo africano rematado con dos grandes cuernos blancos. Me asusté y en ese instante casi como por acto reflejo miré de nuevo al carril derecho pedí permiso con el intermitente y me cambié, no sin antes comprobar que el flamante Audi lo conducía un flamante conductor, perfectamente trajeado, perfectamente repeinado y perfectamente afeitado.
Y ese flamante conductor mientras pisaba el acelerador y se alejaba de mi vista y de mi camino, blindado en su imponente coche, me sacaba el dedo de la forma más vulgar y más ordinaria que os podáis imaginar. Su expresión reflejaba la convicción de que nadie en el mundo conducía mejor que él y que todos tenían que apartarse a su paso porque la carretera y especialmente el carril central le pertenecían. Había puesto en peligro mi vida y la suya pero no parecía importarle.
El episodio había durado sólo unos segundos pero no se me fue de la cabeza en todo el día.
Si hiciéramos una encuesta entre los conductores de nuestro país, estoy convencida que más del 50% de los encuestados afirmaría que conduce mejor que el resto. Y si esa encuesta la limitáramos a los conductores masculinos estoy segura que el porcentaje subiría al 80%. Se creen muy buenos conductores pero la evidencia empírica demuestra que se registran mayor número de accidentes entre conductores masculinos sobre todo porque asumen mayores riesgos, adelantamientos complicados, exceso de velocidad…No tienen miedo… Tienen exceso de confianza….
Exceso de confianza que no sólo vemos en la carretera, exceso de confianza que estamos acostumbrándonos a ver en demasiados sitios y en diferentes circunstancias. Sin darnos cuenta que tan malo es la falta de confianza como el exceso de la misma.
Si preguntáramos a la Policía cual es la mayor causa de robos y asaltos en las grandes ciudades…la respuesta sería sin duda el exceso de confianza… Estamos hartos de oír frases como “eso a mí nunca me pasaría…” Bajamos las guardia, nos descuidamos y ese es el momento que aprovechan los delincuentes para robarnos.
Y estoy segura de que si hiciera una encuesta entre los gestores de toda Europa, la mayoría diría que son muy capaces de batir en un año a sus índices de referencia, cuando la realidad es que no consiguen batirlos ni siquiera en un periodo de tres años, y no es por falta de capacidades sino por bajar la guardia, por pensar que ya conocen el mercado financiero, por exceso de confianza.
“El encanto, como dijo Simone de Beauvoir, es algo que tienen algunos hasta que empiezan a creérselo” Y efectivamente todo lo bueno que tienes lo puedes perder cuando te confías demasiado…Si preguntáramos a la mayoría de las mujeres guapas de nuestro entorno, seguro que la mayoría se considera más guapas, más estilosas o más jóvenes que el resto de sus amigas. Sin darnos cuenta de que el encanto no está en saber o creer que eres la más guapa, la más joven o la más delgada…
“El encanto, como dijo Simone de Beauvoir, gran escritora a la que siempre he admirado: es algo que tienen algunos hasta que empiezan a creérselo”. Y efectivamente todo lo bueno que tienes lo puedes perder cuando te confías demasiado… Cuando te crees el mejor conductor tienes un accidente, cuando crees que nadie se atreverá a atracarte te roban la cartera, cuando piensas que eres el mejor gestor pierdes todo en una mala operación y cuando te crees la más guapa y la más sexy eres incapaz de atraer al hombre que quieres…
Quizás deberíamos tener más exceso de humildad y menos exceso de confianza, quizás deberíamos practicar menos él lo sé todo y más el solo sé que no sé nada…
Quizás en una sociedad dominada por el marketing, el branding y el networking se nos olvida que los ríos más profundos son siempre los más silenciosos, se nos olvida que causa siempre mejor efecto que los demás descubran tus cualidades sin tu ayuda y se nos olvida que como dijo Rabindranath Tagore “sólo cuando somos grandes en humildad estamos más cerca de lo grande”.
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