Las mujeres portamos la condición histórica de cuidadoras. Nos guste o no. Lo bueno de estos tiempos es que por fin podemos elegir libremente en qué posición ponernos sin miedo a ser reprobadas socialmente.
Cuidar de hijos, compañeros, padres, familiares, hogares y negocios, todo junto y por generaciones, nos ha hecho fuertes, necesarias y valiosas. Pero, ¿cómo nos quedamos cuando todo pasa?. Porque nos guste o no, nos lleve una vida o media, todo acaba pasando y un buen día, puede suceder, que todo termine y ya no tengas a quien cuidar. ¿Cuántas mujeres sufren cuando llega ese momento?. ¿Cuántas se sienten perdidas?.
LA MATERNIDAD
Muchas mujeres cuidan a otro ser por primera vez en su vida cuando tienen a su primer hijo. Esta experiencia, que cada una vivimos a nuestra manera, conlleva un gran aprendizaje cuya característica común e indiscutible para cualquier mujer normal es la del amor incondicional. Corazón y mente se alinean instantáneamente.
Este es un tramo de la vida muy valioso que, en circunstancias normales, al principio exige toda tu atención hasta que, en algún momento de la edad adulta cambia porque cada uno tomará su camino.
Ser positivo para uno mismo en primer lugar y después para el resto, no significa ser un egoísta. Cuidar de los demás es una lección de vida de gran calado que requiere, para hacerlo bien, empezar por uno mismo, pues nadie puede dar lo que no tiene. Cuando esto sucede, hay mujeres que se sienten perdidas y que sufren. Por eso lo mejor es empezar a prestarse atención a una misma antes de que pase, para que cuando llegue el momento no haya crisis que superar.
NADIE PUEDE DAR LO QUE NO TIENE
Actuar en cualquier ámbito de la vida desde una actitud mental positiva, da un vigor muy nutritivo a todos los aspectos de la existencia humana.
Esto es importante cuando se trata de poner la atención en el cuidado de otros que, invariablemente, nos necesitan. Porque conocerte bien te lleva a saber dónde están tus límites y, si bien eso es necesario siempre, en este tipo de situaciones, más. Pues si son gratas, no hay problema ya que todo fluye con normalidad, pero si no lo son, el sufrimiento se instala en el día a día hasta que lo contamina todo.
Hay que integrar en las rutinas cotidianas el actuar desde este posicionamiento para que ese “músculo” que es el cerebro, acabe aprendiendo a ser positivo a base de practicar. Cuando esto sucede, generas un tipo de energía muy útil, y te dotas de un gran poder transformador muy beneficioso para ti y para todos los que tienes a tu alcance.
Ser positivo para uno mismo en primer lugar y después para el resto, no significa ser un egoísta. Cuidar de los demás es una lección de vida de gran calado que requiere, para hacerlo bien, empezar por uno mismo, pues nadie puede dar lo que no tiene.
CUANDO TODO TERMINA
Cuando todo termina, el cómo te encuentres depende de mil circunstancias diferentes que no voy a entrar a analizar aquí. Si estás a gusto y bien, nada que añadir. Pero si no es así te tienes que recolocar internamente.
Es posible que no seas capaz de dar el salto sola y necesites ayuda exterior. No dudes en acudir a buscarla. Necesitas volver a empezar pero ahora poniendo la atención en ti y en los bloqueos que tienes. Avanzar sin tener esto resuelto no es buena práctica porque puedes acabar rezumando insatisfacción por todas partes y la primera perjudicada eres tu.
Ayuda mucho conectar con los aspectos trascendentales de lo que acontece porque así puedes convertir la experiencia pasada en un motor generador de positividad y de enlace con la alegría de vivir.
¡Te tienes que desenganchar de lo que impide que todo fluya armoniosamente!. Lo que importa es el aquí y ahora y lo que esté por venir. Ingredientes valiosos, entre otros tantos, para alcanzar el estado de paz interior que necesitas para poder afrontar tu nueva vida.
Donde ponemos la atención ponemos la energía. No hay más secreto que empezar a prestarse atención mucho antes de que todo termine para hacer la transición tranquilamente.