¿Cómo somos las mujeres a la hora de mandar? ¿Y cuando se trata de otras mujeres? Los porcentajes hablan claro. De derribo psicológico, de cómo las mujeres no suelen verse como pertenecientes al mismo colectivo sino como individuos y que las mujeres acosen mayoritariamente a mujeres, es algo sobre lo que Uxio Malvido reflexiona. Un tema que deberíamos analizar cuando hablamos de liderazgo y género.
Las cosas claras desde el principio: la mayor parte del acoso laboral o mobbing, viene de la mano de hombres (al menos en un 60% de los casos). Ellas, claro, también pueden ser voraces pero con menos frecuencia. Lo que sorprende en realidad es saber que ellas suelen elegir como víctimas a otras mujeres, hasta en un 70% de los casos, que ya es decir. Claramente los datos muestran que el hombre acosador machaca por igual y que la mujer acosadora tiene predilección por tomarla con otras mujeres.
Esta investigación cuantitativa ha sido realizada por el Workplace Bullying Institute en Estados Unidos y los resultados completos están disponibles online, mostrando que mayoritariamente los acosadores suelen ser los jefes o jefas, y las víctimas son mujeres en el 57% de los casos.
Las mujeres no suelen verse como personas pertenecientes a un mismo colectivo.El papel de los hombres en los casos de acoso laboral sorprende menos y por eso ha tenido mayor difusión lo que ocurre entre mujeres, a través de un reciente artículo del New York Times “Backlash: Women Bullying Women at Work“.
Aunque genere algo de incomodidad, tenemos que asumir que en el trabajo también hay mujeres que no aman a las mujeres y que están dispuestas a su derribo psicológico. En general, el acoso laboral es algo inquietante que nos demuestra las crueldades de las que somos posibles los humanos (algo que ya los experimentos de Milgram nos habían dejado muy clarito). Pero que las mujeres escojan mayoritariamente como víctimas a otras mujeres es algo que nos desconcierta aún un poco más, poniendo de manifiesto que la supuesta solidaridad femenina es un mito absoluto. Las mujeres no suelen verse como personas pertenecientes al mismo colectivo sino como individuos, al menos en las sociedades occidentales (es probable que en Irán o Arabia Saudi, la identificación por género esté más acusada).
Las posibles explicaciones del sesgo que muestran las acosadoras son numerosas. Determinados ambientes recompensan el estilo directivo agresivo y las mujeres para triunfar adoptarían como suyo ese estilo. Se trataría de ese estilo de mujeres cabreadas, que además refuerza toda la iconografía de negocios a través de las imágenes de mujeres ejecutivas hiper serias, hiper duras.
¿Y con quien podrían mostrar mejor su agresividad ellas? pues con quien tienen más a mano (otras mujeres en escalones más bajos, ya que en niveles altos hay pocas) y con quien podría ser más fácil hacerlo (ellas parecen menos dispuestas a rebelarse porque estarían más acostumbradas por el entorno social a ser ignoradas, ridiculizadas, silenciadas, etc).
Que las mujeres escojan mayoritariamente como víctimas a otras mujeres es algo que nos desconcierta aún un poco más…Hay además un factor de intimidad femenino: en numerosas ocasiones parece que el acoso entre mujeres se transforma a partir de una relación de cierta amistad previa, en la que la mujer en posición de poder es vista como modelo de mujer triunfadora para acabar convirtiéndose en verduga. Pone los pelos de punta.
Podéis encontrar uns explicación más detallada de todas estas hipótesis explicativas en el recomendable artículo Woman on Woman bullying. Tal vez lo más importante es recordar que sólo un 29% de todos los casos de acoso son de mujer a mujer, y que el género no es en realidad la variable determinante o predictora del acoso laboral. Deberíamos poner más la atención en las condiciones y la cultura de las organizaciones si realmente queremos minimizar las situaciones de linchamiento laboral. A nivel individual lo fundamental es recordar que la dignidad que tenemos como personas está por encima de cualquier jefe o empresa. Achantarse en estos casos es un pasaporte directo al infierno.
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