Los buenos y los malos

No existen sentencias absolutas ni verdades universales. Entre el blanco y el negro hay tantos matices de grises como ojos que miran. Juzgar a los demás es un ejercicio gratuito – por cada juicio paralelo puedes recibir condena de decenas de fiscales que apuntan hacia ti – pero como ciudadana que ejerce religiosamente su derecho al voto hoy toca denunciar.

Carezco de certeza acerca de quiénes son los buenos y quienes los malos – si es que existen y podemos categorizarlos de manera tan simple – pero he visto, oído y vivido demasiado para tener un criterio sólido y argumentado. Sé que el objetivo de muchos es colmar sus expectativas de poder y priorizan ambiciones personales por encima del servicio público.

Normalmente son los mediáticos que ensombrecen la labor de los anónimos – la gran mayoría, personas que se dejan la piel, tiempo para el ocio, momentos familiares e incluso dinero de su bolsillo persiguiendo la ilusión de mejorar las cosas –. Los todopoderosos – el aparato de los partidos – utilizan la buena voluntad de los ciudadanos honrados – bases, afiliados y simpatizantes – para seguir engrasando la maquinaria de sus intereses – tirando sin escrúpulos de manipulaciones y hasta amenazas si es necesario –.

Sé que el objetivo de muchos es colmar sus expectativas de poder y priorizan ambiciones personales por encima del servicio público.Ese aparato está constituido mayormente por funcionarios de la política y por escasos políticos de raza. El único mérito de los primeros consiste en ir escalando puestos del escalafón desde la sede de su barrio a base de dar certeras palmaditas en el lomo del que procede.

Jamás han tenido contacto con el mundo empresarial y su trayectoria profesional se limita a mantener a toda costa el cargo conseguido. También engrosan esta categoría los que en tiempos lejanos tuvieron madera y predisposición para aportar, pero descubrieron que nunca obtendrían en la sociedad civil iguales beneficios con tan mínimo esfuerzo y se pusieron la venda en los ojos para conservar prebendas a cambio de acatar despropósitos.

Frente a éstos, los políticos de raza aceptan desafíos, saben dar golpes de timón en tempestades, se crecen ante la adversidad y lideran las masas… LÍDER (esa palabra maldita entre los mandamases patrios): El que destaca dónde los demás no alcanzan, domina la comunicación persuasiva, genera energía y pasión, inspira e ilusiona al resto, consigue objetivos siendo fiel a principios y valores, despierta admiración entre afines y respeto ante adversarios, crea futuro asumiendo riesgos…

Si alguien con dichas cualidades posee además formación e independencia económica para dedicarse a otra cosa, criterio para analizar la realidad por encima de cegueras partidistas, personalidad para discrepar cuando los suyos lo está haciendo rematadamente mal y valentía para exponerlo ante la opinión pública sería un candidato valioso ¿verdad?

Pues lo llevamos crudo: En el sistema español actual estas raras avis están defenestradas, sancionadas o condenadas a no repetir en las listas. Y me despido con una duda razonable: ¿Utilizarían los demonizados las mismas artimañas que ahora combaten una vez alcanzado el poder para conservarlo?

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