7 lecciones que solo aprendes al emprender con otras mujeres

Emprender acompañada cambia la historia. Aunque todavía persiste la idea de que el éxito depende de la autosuficiencia, cada vez más emprendedoras demuestran que la colaboración no debilita: potencia, acelera y abre caminos que en solitario serían más lentos o directamente invisibles. Las redes entre mujeres no se construyen solo para compartir experiencias, sino para transformar la manera de crear, liderar y sostener proyectos.

En ese intercambio aparecen aprendizajes que no surgen cuando se emprende sola: la posibilidad de hablar sin filtros de lo incómodo, la agilidad para resolver problemas gracias a la diversidad de miradas, la confianza para pedir ayuda y reconocer límites, y la fuerza que nace cuando la ambición deja de vivirse en clave individual para convertirse en un motor colectivo. La red, cuando está bien construida, es estrategia pura.

Este ejercicio coral reúne siete voces que lo confirman desde trayectorias, sectores y generaciones distintas. Son mujeres que encontraron en otras mujeres inspiración, claridad, nuevas preguntas y mejores respuestas. Sus testimonios muestran que la colaboración no es un recurso accesorio: es una forma de liderazgo que multiplica, fortalece y redefine el futuro del emprendimiento.

En este ejercicio coral participan siete mujeres que lideran proyectos en sectores muy distintos, pero unidas por una misma convicción: el valor de emprender acompañadas. Ellas son Natalia Hougham, experta en ética clínica y fundadora de NOVO Clinic; Carolina Valencia, fundadora y CEO de Cement Design; Tamara Istambul, cofundadora del grupo Autocines; Marcela Once, artista argentina; Patricia Pastor, fundadora de Next Tier Ventures y embajadora de WeInvest; Silvia Matesanz Martín, CEO y cofundadora de Connecting Growth; y Catalina Trujillo, CMO y cofundadora de SOUJI.

Lo que aprendieron 7 mujeres al emprender en compañía

1. Pedir ayuda no te hace menos profesional: te hace avanzar más rápido

Natalia Hougham, fundadora de NOVO Clinic

«He aprendido que pedir ayuda no te hace menos profesional, te hace más inteligente. Cuando emprendes sola te crees que tienes que ser directora financiera, directora de marketing, abogada, psicóloga y community manager a la vez. Trabajando en red ves que cada una tiene un superpoder distinto y que compartirlo hace que todas vayamos más rápido. No estamos compitiendo por migajas. En cuanto dejas de mirar a la de al lado como ‘competencia’ y empiezas a verla como posible aliada, el pastel crece. Hay pacientes, proyectos y oportunidades para muchas, si cada una se posiciona bien y sabe colaborar«.

2. La fuerza de crecer juntas: la mentoría transforma el camino

Carolina Valencia, fundadora y CEO de Cement Design

«Emprendiendo sola aprendí a ser resiliente, a tomar decisiones difíciles y a avanzar incluso cuando faltaban referentes. Pero gracias a Probusiness Woman he visto algo que antes no conocía: que cuando las mujeres se unen, todo avanza con mucha más fuerza y fluidez. He aprendido que la mentoría —compartir experiencias, escuchar lo que otras han vivido, aprender de los tropiezos y de los logros de las demás— acelera muchísimo el camino».

3. La energía especial de emprender entre mujeres

Tamara Istambul, cofundadora del grupo Autocines

«Lo que he aprendido no tiene que ver con ser mujeres, sino con la forma en la que muchas de nosotras abordamos los proyectos: con intuición, sensibilidad, visión, creatividad y una capacidad increíble de resolver sobre la marcha. No es exclusividad femenina —los hombres también tienen habilidades súper potentes—, pero sí siento que hay una energía especial cuando conecto con mujeres emprendedoras con las que comparto ritmo y ambición. Muchas veces es más fácil entendernos, más rápido crear complicidad y más natural compartir retos. Si hubiera emprendido sola, habría avanzado igual, pero trabajar en red hace que todo vaya más fluido y más divertido».

4. La comunidad como motor emocional y creativo

Marcela Once, artista

«He aprendido que cada una aporta algo valioso y he encontrado inspiración en sus trayectorias. Compartir experiencias genera un sentido de comunidad reconfortante. Estas conexiones me han enseñado que la empatía y el apoyo mutuo son esenciales; hablar sobre nuestras vivencias puede abrir puertas y posibilidades inesperadas».

5. La colaboración potencia la ambición colectiva

Patricia Pastor, fundadora de Next Tier Ventures y embajadora de WeInvest

«He aprendido que la colaboración potencia la ambición. Trabajar con otras mujeres me enseñó el valor de la vulnerabilidad compartida y del liderazgo colectivo. Cuando una de nosotras gana, abrimos camino para muchas más. También descubrí que las redes femeninas son una fuente inagotable de innovación: combinan diversidad de enfoques, empatía y una enorme capacidad de ejecución«.

6. La admiración mutua como motor estratégico

Silvia Matesanz Martín, CEO y cofundadora de Connecting Growth

«Trabajar en red con otras mujeres me ha permitido trascender muchos códigos obsoletos: la autosuficiencia forzada, la competencia silenciosa o la necesidad de aparentar que todo está siempre bajo control. Lo que marca la diferencia es la admiración mutua. Cuando respetas de verdad el recorrido de la otra, te atreves a hacer preguntas reales —sobre cómo enfocar una propuesta, cómo plantear un cambio de rumbo, cómo sostener una negociación difícil— sabiendo que la respuesta va a ser pragmática y va a sumar, no a juzgar. Ahí es donde la red deja de ser solo contención emocional y se convierte en un activo estratégico: una red-siliencia que te sostiene cuando hace falta, pero sobre todo amplifica tus fortalezas y abre conversaciones que, sola, quizá no te habrías permitido tener».

7. La vulnerabilidad también es una estrategia

Catalina Trujillo, CMO & cofounder de SOUJI

«He aprendido que la vulnerabilidad también puede ser una estrategia. Cuando trabajas en red, te das permiso para pedir ayuda antes de que algo se complique, reconocer tus límites y aprovechar la experiencia de otras personas. Ese intercambio te abre la mente a soluciones que nunca habrías imaginado sola. En el camino del emprendimiento, cada relación y cada aprendizaje cuentan. Rodearte de personas mejores que tú en ciertos temas no solo impulsa el proyecto: lo hace evolucionar, lo mantiene vivo y te obliga a crecer. Al final, la perseverancia y la capacidad de aprender de otros son dos de los pilares que realmente sostienen un proyecto a largo plazo«.

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