Viajar: enriquecerse frente a la diversidad

Me apasiona viajar. Cada vez más. No me importa  el lugar ni el momento, pero la experiencia que rodea cada uno de los viajes me resulta sumamente enriquecedora. Son clases prácticas y constructivas sobre la vida.

El día a día y la rutina nos conducen a asumir unos roles determinados desde que nos levantamos hasta que logramos conciliar el sueño en cada uno de nuestras interminables jornadas laborales e incluso festivas. Las situaciones a las que nos enfrentamos en nuestro quehacer diario suelen estar marcadas por problemas o imprevistos no siempre de gran valor añadido.

Cuando no estamos en nuestro país bajo la protección de nuestra cultura y costumbres, cada nueva situación aporta experiencias y sensaciones inéditas que refuerzan sin duda ninguna nuestro crecimiento personal.Si embargo cuando abandonamos esa rutina y nos enfrentamos a lo desconocido y especialmente cuando no estamos en nuestro país bajo la protección de nuestra cultura y costumbres, cada nueva situación aporta experiencias y sensaciones inéditas que refuerzan sin duda ninguna nuestro crecimiento personal.

Hace un mes pasé unos días en Dubai en escala a un país del Indico. Conocía el mundo árabe de otros viajes y me apasiona. Observar la transformación de este emirato en el que hace diez años no existía nada más que el desierto y  en el que ahora se alzan los mas altos y vanguardistas rascacielos del mundo, los mejores hoteles, los mayores centros de negocio de ocio, te conduce inmediatamente a la reflexión de que como resultado de una visión acertada, una ejecución planificada y precisa y evidentemente medios adecuados, nada es imposible.

Y lo más curioso es que esto es sólo el principio. La riqueza y modernidad incrustadas en el ADN de la ciudad, fundidas con el respeto a las tradiciones culturales más arraigadas no es sin embargo sorprendente sino que fluye con naturalidad. Las mujeres vestidas con su chador compran en las mejores boutiques del mundo. Sus miradas profundas te sonríen y pienso que en gran parte son felices. Natural es asimismo el taxista que te cuenta que su familia vive en Egipto y que  es feliz viéndoles cada dos meses porque  todo esta cerca.  Y tampoco tienes miedo a  adentrarte en el desierto con una persona que es tu guía y que no conoces. Simplemente confías. Ya no hay limites ni barreras a nada, salvo las que nosotros queramos ponernos.

Las historias de otras cultura,  el compartir tradiciones diferentes a las tuyas, los divertidos "regateos  en los zocos",  la costumbre de cubrirse los  hombros y las rodillas con ropa para ir por la ciudad aun cuando la temperatura sea elevada, son simples ejemplos de situaciones que no vemos en nuestro día a día pero que encuadran la vida de muchas personas.

Este tipo de enclaves me sugiere capacidad de emprender, ganas de cambio sin desvincularse del pasado, hambre de superación, fin de las barreras. Muchos de los elementos cruciales que deberían constituir las señas de identidad de nuestra "pobre" Europa en la senda de su recuperación. Si el desierto se ha convertido en uno de los núcleos empresariales  mas importantes del mundo nada es ya imposible.

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