El salón de actos del Colegio de Médicos es un anfiteatro con muchas gradas y unos ¿500 asientos? Sobre las ocho la gente va llegando porque con buen criterio le han dicho que llegue quince minutos antes para conseguir asiento. Observando la capacidad del lugar parece exagerado, pero lentamente el anfiteatro se va cubriendo hasta no quedar un sólo asiento, y aquello empieza a vibrar.
En las gradas, alguien comenta a media voz a su acompañante, como si se tratara de una diva: “Está allí, detrás de escenario. Ya está por salir”. Antes había dicho que “Escribe muy ameno, contándote historias”. Y unos minutos después aparece Ma. Jesús Álava, toda una vida de consultas psicológicas lidiando con rupturas de pareja, ansiedad, depresión, adicciones, desorientación vital.
Los fans esperan escucharla y guardan silencio. Han venido de Coruña, Alicante, Barcelona, Toledo, Málaga… y muchos forman parte de los equipos que Ma. Jesús ha sabido repartir por tierra española. Ella nos viene a decir cosas simples, como que hay esfuerzos que compensan y otros que no se justifican. Que el trabajo es una enormidad de veces el origen de muchos de los problemas con los que la gente llega a la consulta, y que hay que saber separar las razones objetivas de las subjetivas para poder ganarle la batalla al pesimismo.
Los temores y los motivos
Son unos 1.500 casos los que ha estudiado para decir, con la autoridad de siempre, que ha aumentado un 50% el número de trabajadores que reciben tratamiento psicológico porque viven angustiados ante el temor de perder su trabajo o las condiciones que alguna vez ganaron. Insatisfacción, estrés, exceso de presión y conflictos con compañeros –más habituales que con los jefes- son las principales causas de consulta, y la principal causa de estrés, es lo poco que se sienten valorados.
“Nos pasamos dos terceras partes de nuestra vida trabajando” y por eso dice que es vital que nos detengamos al menos 30 minutos al día para reflexionar y poner las cosas en su lugar. Que es como decir que hay que tomar el timón y saber adónde se va y de qué manera, para poder disfrutar. La sobreprotección tampoco ayuda dice Álava, porque genera personal con dificultades, jóvenes con varias carreras e idiomas que sin embargo están totalmente desorientados ante sus fracasos profesionales porque no están preparados para enfrentarse a los problemas y no toleran la frustración.
Todos sus acompañantes –Ymelda Navajo de La esfera de los libros, la senadora y amiga personal Beatriz Elorriaga, un amigo de la primera hora, Rodrigo Molina y el Presidente de la Federación de Cajas de Ahorro- le han hecho saber porqué están allí acompañándola. Y ella se permite escenificar cómo el no escuchar puede determinar un diálogo de sordos.
Ma. Jesús –que ha pasado ya más de 90.000 horas trabajando, dice que no se ha dado cuenta porque lo ha disfrutado muchísimo- concluye convocando a un montón de valientes que deberán bailar en escena para demostrar lo sano que es abandonarse a una actividad que da mucho de sí. Y antes de despedirse enumera una especie de decálogo, unas claves indispensables para no olvidar que el trabajo no puede ser un castigo.
En tiempos como éstos, su palabra cobra una dimensión enorme. La sala entera aplaude, ovaciona, se emociona. Ma. Jesús es como una pastora. Su evangelio amable, sin arengas, mueve multitudes con un mensaje sencillo y sabio: sufrir no es una opción.