Suicidio de los mercados sin control

La crisis nos está demostrando que la autorregulación de los mercados no es la solución. Se han acallado voces que proclamaban que la regulación sería innecesaria porque los agentes operando en el mercado tienden a regularse a sí mismos y, si no lo hacen, el mercado soberano los sitúa en el lugar que les corresponde.

Sin embargo, la irrupción de la RSE ha dado nuevos argumentos a los defensores de la autorregulación. Como decía en la entrega anterior, en el equilibrio y no en los extremos, encontraremos la solución.

Recordarán que adelantaba en el artículo precedente que, de las diversas vías que existen para tratar de eludir la intervención regulatoria, me gustaría comentar una bastante habitual, que es el fomento de la Autorregulación y que se apoya en un discurso como el que sigue: la Regulación sería innecesaria porque los agentes operando en el mercado tienden a regularse a sí mismos y, si no lo hacen, el mercado soberano los situará en el lugar que les corresponde. En resumidas cuentas, el mercado y sus componentes constituyen un universo en perfecta simbiosis, en que se ponen en juego reglas no escritas que garantizan su equilibrio y buen funcionamiento. Los Reguladores serían una traba innecesaria y el Estado debía mantenerse al margen.

Aprender de los errores
Este discurso promovido por los agentes del mercado había llegado a convertirse en el paradigma del mundo capitalista, refrendado en cierto modo por los años de crecimiento y bonanza económica, que parecían no tener fin. La crisis ha demostrado lo equivocado de este planteamiento o, al menos, que las políticas seguidas para implantarlo han resultado fallidas. ¿Vamos a aprender de los errores? ¿Podemos equivocarnos otra vez?

La irrupción de la RSE ha dado nuevos argumentos a los defensores de la autorregulación. Los agentes económicos, adoptando voluntariamente los principios de la RSE, serían cada vez más inmunes a las malas prácticas y se esforzarían en que todas sus operaciones se adaptasen a dichos principios, aunque ello supusiera un freno a sus aspiraciones de maximización del beneficio.

Pues bien, si una conclusión puede extraerse a la vista de lo ocurrido es que los mercados sin control caminan hacia el suicidio. La Autorregulación llevada al extremo no es la solución y, en muchos casos, no ha sido más que una excusa para que las empresas puedan actuar libremente. La RSE se ha adoptado, sí, pero muchos la han utilizado como un maquillaje para lavar la imagen, justificar comportamientos y, en última instancia, tranquilizar conciencias.

Y a la vista de todo ello hemos de concluir que la respuesta a la pregunta planteada antes es que sí, podemos equivocarnos de nuevo, si no sabemos encontrar el punto de equilibrio; porque en el término medio está la virtud. A lo que nos ocupa, tendremos que encontrar la fórmula que consiga combinar en las proporciones adecuadas Regulación, RSE y ¿porqué no? Autorregulación.

En la próxima y última entrega de este artículo, abundaré en esta idea y analizaré su aplicación a un caso práctico.

*Este artículo es continuación del anterior “Autorregulación, crisis y RSE

*Rafael de Sádaba
es Ingeniero de Telecomunicación/Consultor, Miembro del Consejo Asesor de Media Responsable y Ex-directivo de Telefónica.

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