Me ha costado mucho. Horas de reflexión, miedo al qué dirán, pavor a la reacción familiar, desosiego ante el posible escarnio público, angustia por una presumible repulsión entre mis amistades. Pero tenía que hacerlo porque no se puede ocultar eternamente la verdadera identidad de cada cual. Hoy me confieso y que sea lo que Dios quiera: Soy heterosexual, me gustan los hombres (cuanto más machotes y varoniles, mejor).
Al paso que vamos esto podría ser el comúnmente llamado “salir del armario” dentro de poco. No soy feminista porque creo en el valor de las personas, no en el del género: Hay tíos estupendos y tremendas harpías (y viceversa). No soy homófoba porque respeto las diversas opciones sexuales como una elección de libertad individual: Hay gays entrañables y heteros detestables (y viceversa).
Aborrezco el victimismo femenino porque hace daño a las mujeres profesionales, independientes, honestas y valiosas. ¡No condenemos a los hombres como si todos fuesen enemigos a batir!Soy defensora a ultranza de la concienciación social hacia cualquier tipo de agresión o discriminación: Los maltratadores, violadores y resto de indeseables que reciban condena por sus aberraciones mediante leyes acertadas y una justicia bien aplicada en los tribunales (y ojo, que ni la violencia física ni el maltrato psicológico son parcelas exclusivamente masculinas). De igual manera aborrezco el victimismo femenino porque hace daño a las mujeres profesionales, independientes, honestas y valiosas. ¡No condenemos a los hombres como si todos fuesen enemigos a batir!
Últimamente huele a rancio cierta hipersensibilización hacia la masculinidad que se intenta equiparar con egoísmo, frialdad e impasibilidad: Yo he estado rodeada de hombres-hombres desde que tengo uso de razón sintiéndome siempre una mujer querida, feliz y afortunada. Aunque parece que de un tiempo a esta parte nos quieran imponer la confrontación como estatus natural (¿para aletargarnos en lo esencial?): Ateos frente a religiosos, izquierda contra la derecha, gays frente heteros, hombres versus mujeres… No hay primacías, la diversidad engrandece: La suma de todos dignifica una sociedad rica en matices, opciones, puntos de vista, formas de ser y entender la vida.
¡Por eso reivindico la figura masculina, me niego a que la conviertan en especie peligrosa, o peor, al borde de la extinción! El que siempre te deja pasar primero también sabe hacer la cena, el que te pone el abrigo o te quita los zapatos friega platos sin complejos, al que admiras por su carácter también regala sensibilidad cuando procede, al que recurres cuando estás frágil necesitará de tus manos para secar sus lágrimas, ser un cómplice loco y divertido no es incompatible con ser un padre responsable: La caballerosidad no está reñida con la virilidad.
Somos iguales en derechos y obligaciones – faltaría más – pero tenemos particularidades que hacen apasionante la convivencia entre hombres y mujeres. Sería contraproducente privar a nuestras hijas de la emocionante aventura del flirteo audaz o la impagable sensación de llevar a sus romeos contra las cuerdas en el juego de la seducción. Y chicos, la depilación integral solo es necesaria si vosotros os encontráis más guapetones así…
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