“Todos los que parecen estúpidos lo son y la mitad de los que no lo parecen, también”. Quevedo profirió esta frase lapidaria sin poder imaginarse que, el transcurrir de los tiempos y la evolución del mundo, vendrían a confirmar su veracidad. Además, como todos nos comportamos de forma estúpida alguna vez en la vida, los dominios de la estupidez son casi ilimitados. Alguien dijo que, la capacidad de un estúpido para perjudicar a su entorno aumenta de forma exponencial con el nivel del cargo que ostenta.
Todo lo cual queda refrendado si reflexionamos sobre cómo la estupidez ha sido la causante de los mayores desastres de la humanidad. También lo es de la crisis actual y de su agravamiento. De la desastrosa gestión de lo público y de lo privado. De tantas cosas mal hechas. Eso sí, los estúpidos no parecen serlo tanto a la hora de cubrirse las espaldas y organizarse una cómoda y bien retribuida retirada, vayan las cosas bien o mal.
La mujer se posiciona poco a poco en el poder, tanto en el mundo laboral como en la política, es innegable. Pero lo hace adaptándose a esos mundos y a sus reglas.Y aunque la palabra estupidez tiene género femenino, parece sin embargo que son las consecuencias de un modelo basado en valores masculinos, como la competitividad, el beneficio y la ambición desmedida, las que han traído una vez más la recesión y la depresión. Que en ocasiones anteriores han acabado muy mal y que en cualquier caso, dejan muy malparadas a las sociedades que las sufren.
Hemos oído hablar de la necesidad de cambiar el modelo, de reinventarse, de cómo el acceso de la mujer a puestos de poder sería el catalizador para el cambio. Pero hasta la fecha nada permite afirmar que vaya a ser así. La mayoría de las mujeres que ocupan posiciones de responsabilidad parecen asumir los principios del sistema, la forma de hacer de la organización en la que se integran y adoptan comportamientos y estilos de gestión típicamente masculinos, exacerbándolos a veces; puede que para hacerse respetar en un entorno en el que todavía los hombres son mayoría.
La mujer se posiciona poco a poco en el poder, tanto en el mundo laboral como en la política, es innegable. Pero lo hace adaptándose a esos mundos y a sus reglas; no parece que hasta el momento haya conseguido cambiarlos. Hay quien afirma que lejos de pretender esto último, sufre una metamorfosis de adaptación. En consecuencia todo sigue igual.
En estas condiciones, no puede decirse que lo femenino esté llegando al poder. ¿Será cuestión de tiempo? Veremos.
*Rafael de Sádaba es Ingeniero de telecomunicación/Consultor. Experto en TIC y RSE. Ex-directivo de Telefónica.
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