¡Que se te pasa el arroz!

Semejante expresión causaba verdadero pánico en las mujeres de antaño y quizá en algunas de ahora también. Significa, simple y llanamente, que una ya no está ni para partos ni para tener aventuras de pareja. Por fin hemos conseguido que esta horripilante expresión pierda todo valor en nuestros tiempos.

Hoy hemos alcanzado dos logros capitales. Si una quiere y puede permitírselo, embarazarse con profesionalidad y asepsia puede ser cuestión de un par de visitas (o las que hagan falta) a la clínica de fertilización elegida. Por tanto, la aventura de ser madre ya no está sujeta al complicado hecho de tener que encontrar un buen socio para la vida. El segundo logro tiene que ver precisamente con esto.

Podemos elegir quedarnos quietas y no aventurarnos por los recovecos de una relación de pareja, ¡que vaya usted a saber a dónde nos lleva! Pero, si queremos, podemos intentarlo infinitas veces. Ya no estamos atadas al entorno cercano que nos rodea. Hoy tenemos libertad para conocer y comunicarnos con personas a lo largo y ancho de todo el planeta. Internet es la clave.

La aventura de ser madre ya no está sujeta al complicado hecho de tener que encontrar un buen socio para la vida. Si una quiere y puede permitírselo, embarazarse puede ser cuestión de un par de visitas a la clínica de fertilización elegida.

Gracias a todo lo anterior ya podemos decir que el arroz se le pasa solamente a quien quiere que se le pase o a quien no puede permitirse cambiar las cosas.

No todo el mundo está preparado para este nuevo mar de oportunidades. Sobre todo para aceptar las nuevas variantes que pueden llegar a darse. Por ejemplo: chico y chica se conocen por Internet primero y luego personalmente. Se gustan pero, ya en la primera cita, él tiene que entender que ella está inseminándose artificialmente porque quiere ser madre. Ambos aceptan el desafío de seguir viéndose. Se enamoran y él decide vivir el embarazo como propio. Ella tiene a su pequeño y más tarde, la pareja apuesta por un proyecto de vida en común y tienen uno los dos. Hoy son una feliz familia. ¿Qué tal? Ambos tenían posiciones acomodadas y no necesitaban buscar más. Pero les faltaba la pareja y los hijos. Ninguno se resignó. Ella apostó por ser madre sola. Al mismo tiempo quiso conocer a un hombre del que enamorarse. A él lo de ser padre le vino dado, pero se ilusionó y lo aceptó como si fuera propio. Ambos le aman.

Parece un cuento, pero pasa y cada vez más. Pero no olvidemos algo. Hacen falta muchos ingredientes para que guiso semejante salga bien. Inteligencia, sensibilidad, generosidad, honestidad y varias dosis de madurez y evolución emocional bien entendida, entre otras cosas. El invento tendrá éxito para niños y mayores sólo si los que apuesten por él saben estar preparados para entender los nuevos tiempos que corren. Y en este punto, nos igualamos todos.

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