Millenium: mujeres, abuso de poder y libertad de prensa

Si quiero literatura leeré a Shakespeare. Pero si busco entretenimiento, una buena opción es la trilogía Millenium. Sus libros enganchan, y aunque a Larsson, el padre de la criatura, se le ha ido la mano con las capacidades de sus personajes recreando situaciones inverosímiles, la intriga, el suspense y la necesidad de conocer el desenlace compensan las exageraciones del autor.  A los que tanto critican que se pongan a escribir: Cuando sus libros se conviertan en fenómeno social y hayan vendido millones de copias, que vuelvan con la cantinela del purismo literario.

Pero si algo me ha fascinado del fenómeno Millenium no es la historia en sí a la que reconozco carencias, sino las reflexiones que hay detrás: El valor de la mujer, el  abuso de poder y la libertad de prensa.

Pero si algo me ha fascinado del fenómeno Millenium no es la historia en sí a la que reconozco carencias, sino las reflexiones que hay detrás: El valor de la mujer, el  abuso de poder y la libertad de prensa. Todo el universo Millenium gira alrededor de una protagonista atípica. No tiene ninguno de los atributos que se presuponen a una mujer atractiva y deseable, es asocial – para algunos casi autista – excesiva, se toma la justicia por su mano, recurre a la violencia si es necesario, vulnera la ley continuamente, se mantiene al margen de cualquier orden establecido, y sin embargo, enamora a los lectores que acaban viendo en ella a una superviviente amante de la libertad y luchadora infatigable de los derechos de la mujer.

Para mí aún hay una segunda lectura más sabrosa: La poco agraciada señorita Salander se merienda al coprotagonista,  el coleccionista de amantes Mikael, donjuán nórdico que va arrancando suspiros por dónde pasa, que además tiene la loable actitud de buscar incesantemente la verdad. Que una mujer alejada de los estereotipos femeninos sea el alma y corazón de la obra, relegando a un papel secundario al primo lejano de 007, al prototipo de machote con espíritu quijotesco, me emociona.

 Combatir el  poder viciado es innato a los personajes de Larsson, pero debería ser obligación de toda sociedad democrática y una rebeldía propia de cada individuo insatisfecho frente a lo que le rodea.

Estos dos personajes mantienen a lo largo de la trilogía una lucha tenaz contra la depravación del poder. El autor plasma con esmero esta denuncia en cualquier abuso continuado del fuerte frente al débil, haciendo hincapié en los malos tratos a las mujeres. Pero no se libra ni dios de la acusación, incluidos políticos y empresarios de altos vuelos. ¿El poder genera excesos irremediablemente? Me temo que sí, pero lo preocupante es que nadie parece poner freno a ese despotismo.

Y no hay que irse a una novela sueca para comprobarlo. Basta echar un vistazo a las noticias del día. Los que ocupan puestos de alta responsabilidad, los representantes políticos de primera fila, los que tienen acceso a los secretos de Estado, acaban anteponiendo de una u otra manera sus intereses personales al bien general. Combatir el  poder viciado es innato a los personajes de Larsson, pero debería ser obligación de toda sociedad democrática y una rebeldía propia de cada individuo insatisfecho frente a lo que le rodea.

Mikael  representa al periodista no exento de ideales que se juega el tipo desenmascarando  corruptos de primera línea. Eso no debería ser excepcional, al fin y al cabo la misión de los medios es informar de una manera objetiva y denunciar ante la opinión pública las extralimitaciones del sistema. Con el único límite de no ultrajar la privacidad del individuo, tienen la obligación de garantizar la veracidad de la información, por mucha dureza que contenga el mensaje a transmitir.

En vez de examinar con lupa al poder y a quién lo ejerce, forman parte de esa estructura. Lo sangrante es que una ciudadanía aletargada lo consienta.

La libertad de prensa y la ética periodística deberían ser intocables en Estados abiertos y plurales. Pero en las sociedades occidentales modernas los medios de comunicación no dejan de ser empresas con intereses propios- económicos y de otra índole – En vez de examinar con lupa al poder y a quién lo ejerce, forman parte de esa estructura. Lo sangrante es que una ciudadanía aletargada lo consienta. Aunque esos medios tan confiados por el paraguas de los que protegen deberán espabilar: Si la información no llega a nosotros, iremos en su busca a través de las nuevas tecnologías como hace Salander. La inmediatez de la transmisión de noticias sin intermediarios evita que lleguen adulteradas al receptor.

Millenium expone sin tapujos cuanta corrupción e hipocresía se esconde tras el poder. No estaría mal una Salander merodeando por círculos de influencia más cercanos. Si necesita ayuda aquí tiene una colaboradora. ¿Hay por ahí algún voluntario más?

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