Soy madre trabajadora, y en estos tiempos de igualdad me duele darme cuenta de que la maternidad produce un descarrilamiento en la vida profesional de la mayoría de las mujeres con respecto a nuestros colegas masculinos. Ante este escollo con él que tropezamos, esta sociedad cierra los ojos para no ver como vamos cayendo irremediablemente en él al convertirnos en madres. Nosotras tenemos dos opciones, lamentarnos y sentirnos víctimas de nuestra suerte o demostrar a esta sociedad tan miope todos los beneficios que la maternidad nos aporta.
Ser madre pone en solfa todos nuestros recursos, algunos incluso desconocidos para nosotras mismas. Es quizá la etapa en la que experimentamos un crecimiento interior mayor en un menor espacio de tiempo.Hasta ahora hemos intentado amurallar sin mucho éxito este abismo en él que nos hundíamos al tener hijos. Muchas hemos retrasado nuestra opción de ser madres hasta el mismo límite de nuestra fertilidad, hemos coartado nuestro deseo maternal para reducir al mínimo el número de hijos. No sólo eso, también hemos intentado salvar este tropiezo a través de la conciliación, todavía deficiente, de una implicación paternal sin precedentes, pero insuficiente, y con una rebaja notoria en nuestras aspiraciones profesionales.
A pesar de todos estos remiendos, el descalabro de nuestra vida profesional sigue resintiéndose cuando nos convertimos en madres. En este momento, en él que me encuentro haciendo equilibrios entre la vorágine maternal y mi profesión yo me pregunto: ¿por qué no aceptar la existencia de esa brecha maternal y trabajar para hacer de ella un trampolín en nuestra vida?
La naturaleza hace una inmensa inversión en nuestro cuerpo y en nuestra mente, inversión que nos permite albergar y criar un hijo, y las madres utilizamos este enriquecimiento biológico con gran generosidad para ejercer esa función nuclear en nuestras vidas. De hecho, en las etapas más tempranas de la crianza, casi llegamos a olvidarnos de nosotras mismas, para convertirnos en un ser auxiliar de ellos, un verdadero ángel de la guarda, que les ayuda a desarrollar su seguridad nuclear, su capacidad de independencia y que les lleva de la mano a sentar las bases sobre las que forjar todas sus relaciones futuras. Es este un periodo agotador, pero también de un desarrollo personal extraordinario.
Ser madre pone en solfa todos nuestros recursos, algunos incluso desconocidos para nosotras mismas. Es quizá la etapa en la que experimentamos un crecimiento interior mayor en un menor espacio de tiempo. ¡No puede ser de otra manera! Porque de repente un ser humano depende total y absolutamente de nosotras!.
La percepción social es que la maternindad, sólo se acompaña de una disminución de la dedicación a la profesión, de una limitación del interés laboral o hasta del descuido en nuestros compromisos.
La empatía, la capacidad de amar, el altruismo, la inteligencia, la intuición, la fuerza son sólo algunos de los valores que están presentes en esta simbiosis que se establece con nuestros hijos, y que crecen a la par que ellos. Pero también se amplifican otras múltiples cualidades con clara aplicación en nuestra profesión: el manejo del estrés, el proceso de toma de decisiones, la contención emocional, la gestión del tiempo, la planificación estratégica, y tantas otras capacidades que han sido ligadas al éxito profesional.
Todo este crecimiento personal que encierra la maternidad es, sin embargo, silenciado en nuestra sociedad actual. Muy al contrario, la percepción social es que esta función humana tan básica como extraordinaria, sólo se acompaña de una disminución de la dedicación a la profesión, de una limitación del interés laboral o hasta del descuido en nuestros compromisos, en beneficio de la inmensa dedicación que precisan nuestros hijos.
Incluso nosotras mismas infravaloramos nuestro desarrollo, temerosas de perder ese lugar social al que tanto nos costo llegar. Porque al lado de este progreso, sin precedentes, se arrastran el agotamiento, y a veces, hasta el desánimo. Pero, quizá lo que nos resulta más injusto, es que este tremendo esfuerzo lo hacemos dentro de una sociedad que cierra los ojos ante nuestra impotencia, y que da por zanjada la cuestión maternal con la concesión de un permiso de maternidad de 16 semanas y una escueta compensación económica.
Queremos destapar esta maternidad que permanece cabizbaja para mostrarla con toda su riqueza.
Sin embargo, cada vez somos más las mujeres que percibimos el alto valor social de esta función y somos conscientes de cómo nos mejora como personas. Por eso, queremos destapar esta maternidad que permanece cabizbaja para mostrarla con toda su riqueza.
Las madres somos personas creativas, generosas y valientes, cualidades todas ellas necesarias para tener y criar un hijo. Cada una de nosotras vamos aportando nuestro granito de arena, esforzándonos por exhibir una maternidad que nos hace crecer y desarrollarnos sin perder de vista una misión más intuida que comunicada. Una misión que trasciende al futuro, porque todas nosotras sabemos que hacer gala de nuestra maternidad y conseguir que la sociedad la valore de la forma que merece será el mejor legado que podamos dejar a nuestras hijas.
*Inmaculada Gilaberte es psiquiatra y autora del libro Equilibristas: Entre la maternidad y la profesión.
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