Luz Aquilante gestiona el Fondo de Mujeres del Sur

Es argentina pero se especializó en Cooperación Internacional en España, coronando su formación con una tesis de Master en la que investigó sobre la incorporación de la perspectiva de género en los proyectos de la cooperación internacional para el desarrollo.

Incorporada al equipo del FMS como Coordinadora de Gestión, Luz Aquilante cuenta en una breve entrevista las experiencias que la acercaron al feminismo, su formación, sus anhelos y los desafíos que se plantea en la función dentro del Fondo de Mujeres del Sur.

¿Cuáles han sido las experiencias personales que te acercaron al feminismo?

Desde niña y adolescente me daba cuenta que ser mujer no era lo mismo que ser varón. Ellos podían hacer ciertas cosas que yo hubiera querido y por ser “niña” no me estaban permitidas. La primera vez que escuché la palabra “género” estaba en la universidad. “Sexo no era lo mismo que género” y eso me abría todo un mundo nuevo por descubrir. No era un tema que estuviera incorporado a la currícula, por lo que me hice autodidacta y empecé a investigar por mi cuenta. En esa época aún no estaba en auge el google en Argentina y entonces viajaba a Buenos Aires a buscar libros de autoras que en las bibliotecas de Córdoba no había.

Para promover las cuestiones de género hay que luchar contra muchas resistencias, principalmente de tipo cultural, escaso presupuesto, sobrecarga de trabajo y enormes dificultades para conciliar vida laboral y familiar.  Mi primer proyecto de investigación, a mis veinte años, se tituló “Participación política de las mujeres”. Entrevisté a mujeres que habían accedido a puestos de toma de decisión en los tres poderes del Estado provincial, partidos políticos y de la sociedad civil.

Un gran hallazgo de ese primer acercamiento a la realidad de las mujeres políticas de Córdoba y sin saber todavía todo lo que aprendí después, fue que las mujeres adoptaban estilos de liderazgo masculinos como estrategia de supervivencia para permanecer en espacios que históricamente habían sido ocupados por varones.

Desde entonces los temas de género se convirtieron en “Mi” tema. Cada investigación, cada ensayo y artículo que elaboré en todos los espacios de formación que vinieron a continuación, fueron vinculados a cuestiones clave para el logro de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.

Formación en España

En España me especialicé en Cooperación Internacional culminando con una tesis de Master en la que investigué sobre la incorporación de la perspectiva de género en los proyectos de la cooperación internacional para el desarrollo. Realicé varios cursos de formación en género en el País Vasco y Barcelona. Luego viajé a México a insertarme laboralmente en la ONU donde tuve la oportunidad de conocer extraordinarias feministas de la región de América Latina. Hice una especialidad en feminismos latinoamericanos en la UNAM que derribaron viejos paradigmas instalados producto de una formación con escasa o nula perspectiva de género y multiculturalidad. A raíz de las experiencias personales vividas y el camino académico y profesional recorrido hoy soy feminista, y a medida que van pasando los años lo soy aún más.

¿Cómo fue tu formación? ¿Por qué te decidiste por Relaciones Internacionales?

Cuando estaba a punto de terminar la escuela secundaria me gustaban casi todas las carreras. Sentía que podía ser médica, abogada, arquitecta o cineasta. Tenía ya un fuerte compromiso con las cuestiones sociales y era ideológicamente activista por el medio ambiente. No quise empezar en ese momento la Universidad y decidí en cambio irme de Intercambio Cultural.

De Argentina a España pasando por África

Tras un proceso largo de selección y formación de estudiantes argentinos/as para viajar al exterior me tocó como destino Sudáfrica, a donde partí a mis diecisiete años. Tuve la grandiosa oportunidad de vivir en dicho país en ese entonces bajo el reciente gobierno de Nelson Mandela, el primer mandatario de raza negra que encabezó el poder ejecutivo, y también el primero en resultar elegido por sufragio universal luego de casi medio siglo de Apartheid. Esa experiencia de vivir en un país multicultural con once idiomas oficiales justo durante el desmantelamiento de la estructura social y política heredada de más de cuarenta años de opresión, me cambio rotundamente la vida. Me enfrenté a lo que había sido un sistema cruel de discriminación y segregación racial y pude vivenciar el combate al racismo institucionalizado, la pobreza y la desigualdad social, a través de la admirable promoción de la reconciliación social del gobierno de Mandela.

Tuve la grata oportunidad de convivir con familias de diversos orígenes étnico-raciales, lo cual me permitió percibir Sudáfrica desde sus distintos lugares culturales y poder entender, desde sus vivencias personales, qué significaba todo aquello que tanto me costaba a mi corta edad comprender. Conviví con una familia de afrikáners, dos familias inglesas y una familia de zulúes que pese a la barrera idiomática me dio la posibilidad de conocer su magnífica cultura y acceder, como “blanca”, a los townships; territorios reservados a “no-blancos”. Las personas “no éramos iguales” como había aprendido en educación cívica de la escuela secundaria, había enormes diferencias y desigualdades por el simple hecho de tener un color de piel determinado. Las culturas nativas del África no tuvieron la oportunidad de desarrollarse libremente y autodeterminarse, todo eso empezaba a dar vueltas en mi cabeza y marcaría el rumbo de mi futura profesión.

Al regresar a Argentina me inscribí en la facultad de Ciencia política y Relaciones Internacionales. Quería trabajar por un mundo mejor y más igualitario, y estaba segura que esa carrera me daría las herramientas y los conocimientos para poder hacerlo.

Apostar por la promoción de procesos sustentables de fortalecimiento de organizaciones de base de sectores de mujeres en áreas clave del desarrollo humano resulta fundamental porque son las mismas organizaciones de base quienes tienen contacto directo con el territorio, sus habitantes y sus problemáticas.  ¿Cómo fue tu recorrido de trabajo en relación a los derechos de las mujeres?

Empecé investigando sobre los derechos de las mujeres en la época universitaria en Argentina y luego durante mis años de especialización en España y México. Laboralmente me inserté en el año 2007 en la Oficina Regional para México, Centroamérica, Cuba y República Dominicana del Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) como responsable de Programas y Monitoreo y Evaluación. Trabajé en los países de la región en temas de pobreza desde una perspectiva de género y multiculturalidad y en temas de estadísticas sensibles al género. En 2010, me inserté en ONU Mujeres como Coordinadora de Argentina coordinando diversos proyectos con la sociedad civil en materia de violencia contra las mujeres, participación política y empoderamiento económico de las mismas y programas conjuntos entre el Sistema de Naciones Unidas en el país e instituciones gubernamentales clave para la promoción de la igualdad de género, tales como el Consejo Nacional de las Mujeres, la Oficina de la Mujer y la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

En 2014, ingresé como especialista en género y derechos humanos al Instituto de Formación, Capacitación e Investigación de las Mujeres (IFCIM) del Consejo Provincial de la Mujer de la Provincia de Córdoba. Recientemente me he incorporado como Coordinadora de Gestión en el Fondo de Mujeres del Sur.

Has ejercido tu profesión desde diferentes lugares, ¿Qué rescatas como aprendizaje en esos espacios con lógicas tan diversas?

El principal aprendizaje ha sido reconocer la importancia de trabajar en equipos integrados de alto desempeño. Sin equipos de trabajo consolidados y formados en género difícilmente se logran los objetivos de la organización, en cualquiera de los ámbitos en los que trabajemos.

En mis diez años de experiencia profesional he identificado que para promover las cuestiones de género hay que luchar contra muchas resistencias, principalmente de tipo cultural, escaso presupuesto, sobrecarga de trabajo y enormes dificultades para conciliar vida laboral y familiar. Quienes trabajamos por las mujeres somos activistas de los derechos humanos, ya sea estemos en la sociedad civil, en los gobiernos o en la academia.

Todas compartimos una misma lucha desde diversos lugares, una lucha que es permanente y no tiene descanso. Ante estas cuestiones otro gran aprendizaje que he tenido es que resulta fundamental trabajar por la sostenibilidad y visibilidad de los espacios que promueven la igualdad de género y por el bienestar de los equipos de trabajo.

¿Qué fue lo que te atrajo de la propuesta del FMS?

Me atrajo su espíritu fundacional y su trayectoria como actor relevante en la movilización de recursos en la subregión del Cono Sur, con una agenda de trabajo estratégica en materia de derechos ambientales, laborales, económicos, sociales y culturales de las mujeres de organizaciones de base de sectores altamente invisibilizados.

Apostar por la promoción de procesos sustentables de fortalecimiento de organizaciones de base de sectores de mujeres en áreas clave del desarrollo humano resulta fundamental porque son las mismas organizaciones de base quienes tienen contacto directo con el territorio, sus habitantes y sus problemáticas. Son ellas quienes conocen las necesidades reales y los intereses estratégicos de las comunidades.

Adquirir experiencia profesional desde la sociedad civil me resulta altamente atractivo porque es la sociedad civil el lugar de la filantropía absoluta y desde donde se pueden promover auténticos procesos de cambio social teniendo en cuenta la voz de las mujeres. Estoy fuertemente comprometida con el FMS como proyecto político clave para fortalecer el movimiento de mujeres y feminista en el Cono Sur.

¿Cuáles son los objetivos y expectativas de gestión para la fundación?

El objetivo es lograr máxima eficiencia en la coordinación de las áreas del FMS (Programas, Comunicación, Administración y Finanzas, Comunicación y Movilización de Recursos) y gestionar de manera sostenible las alianzas multisectoriales y los equipos de trabajo.

Visualizo un alto desarrollo de la función de coordinación de gestión en los próximos cinco años habiéndose logrado fortalecer las diversas áreas de trabajo y posicionar de manera estratégica al FMS a nivel regional y global en los circuitos del financiamiento internacional y el desarrollo de recursos locales.

¿Cuáles son tus anhelos en relación a los derechos de las mujeres?

Mis anhelos tienen que ver con el ejercicio efectivo de los derechos de las mujeres en todos los países de la región; la armonización legislativa en relación a los estándares internacionales de derechos humanos de las mujeres; la implementación de políticas públicas integrales con perspectiva de género y multiculturalidad; el acceso a recursos de las organizaciones de base; la superación cultural de los estereotipos y roles de género; el fin de la discriminación; la erradicación de la violencia en todas sus formas y modalidades; el combate a la pobreza; el empoderamiento económico de las mujeres; el reconocimiento de su contribución al desarrollo humano y la participación política en condiciones de paridad.

Mi anhelo es poder vivenciar el cambio cultural para el logro de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en cada comunidad, ciudad, país, región y en el mundo entero. Un mundo más igualitario implica trabajar de manera integral con todos los géneros, intra e inter-género, y derribar la creencia de que las relaciones de dominación son las únicas posibles: hombres sobre mujeres, adultos sobre niñxs, personas blancas sobre no blancas, ricos sobre pobres, países desarrollados sobre el resto del mundo.

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