La naturaleza es más compleja de lo que parece a simple vista, y no asumirlo puede tener nefastas consecuencias. Las salpas pueden ser un claro ejemplo de que un supuesto remedio puede ser peor que la enfermedad. Estos seres vivos, similares en aspecto a las medusas, capturan el dióxido de carbono (CO2) y evitan que llegue a la atmósfera. Por tanto, podría pensarse que provocar su aumento sería muy útil para combatir el cambio climático. Sin embargo, su multiplicación inducida alteraría el equilibrio natural de los océanos y causaría graves efectos.
Las salpas son también un ejemplo de que cualquier ser vivo, por insignificante o simple que pueda parecer, cumple un papel importante en el equilibrio natural.
En los últimos años se ha producido un incremento elevado de las salpas y de las medusas, por la falta de vertebrados, lo que está generando otros problemas y no está ayudando a reducir el cambio climático.
Los científicos han descubierto su capacidad de fijar el CO2, uno de los gases de efecto invernadero. Al igual que otros animales, las salpas se alimentan de fitoplancton, una especie de pequeñas algas marinas que utilizan a su vez el CO2 para crecer. De esta manera, cuando algún ser vivo lo ingiere, atrapa también en su interior este gas. Posteriormente, cuando el animal excreta o muere, la mayor parte del CO2 vuelve a liberarse.
Sin embargo, los excrementos de las salpas se transforman en unas bolitas que se hunden, al igual que sus cuerpos al morir, por lo que el CO2 que contienen acaba sepultado en el fondo.
Por ello, podría razonarse que una medida para luchar contra el calentamiento global consistiría en poner los medios para que estos animales se multipliquen y se conviertan en un sistema biológico de secuestro de CO2. Sin embargo, esta decisión podría ser muy negativa para el ecosistema. Ricardo Aguilar, director de investigación y proyectos de la organización conservacionista Oceana, recuerda que en los últimos años se ha producido un incremento elevado de las propias salpas o de las medusas, por la falta de vertebrados, lo que está generando otros problemas y no está ayudando a reducir el cambio climático.
Los científicos han descubierto que el aumento del número de salpas en el océano Antártico está relacionado con el descenso del krill, un pequeño crustáceo básico en la dieta de las ballenas, así como de otros animales como focas, pingüinos o aves marinas.
Los océanos tienen sus limitaciones, y su nivel de saturación ya es muy alto.Asimismo, el experto de Oceana recuerda que otros organismos también pueden fijar el CO2, desde las ballenas hasta los crustáceos que viven en el plancton o las medusas. En cualquier caso, concluye Aguilar, los océanos tienen sus limitaciones, y su nivel de saturación ya es muy alto.
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