Laberintos de cristal: las mentoras

El concepto de "laberintos de cristal" ilustra la experiencia que las mujeres reiteran en los relatos de sus trayectorias laborales. Es una noción más bien descriptiva, que muestra los itinerarios de mujeres jóvenes que tienen una triple carga: el trabajo productivo, el trabajo reproductivo -especialmente con la maternidad- y el trabajo de cuidados, si tienen que ocuparse de familiares enfermos, discapacitados, etcétera. Habría aun una cuarta carga, la del trabajo comunitario, cuando se involucran en actividades extraescolares de sus hijos o en establecer lazos con la comunidad barrial, parroquial, educativa, en la participación política.

Muchas  mujeres  perciben sus itinerarios laborales como un laberinto de cristal,  como un espacio con varios puntos de entrada y de salida.  La imagen de cristal se debe a que sus paredes serían transparentes porque a través de ellas pueden ver otras mujeres que también  circulan por el laberinto buscando variados caminos para seguir avanzando. Este sería uno de los rasgos diferenciales del techo de cristal, que presupone una escala laboral unidireccional, con una cima a alcanzar como punto exitoso de llegada. El laberinto de cristal pone el acento en las trayectorias que se van haciendo, más que en una búsqueda de un punto definitivo de llegada.

Muchas  mujeres  perciben sus itinerarios laborales como un laberinto de cristal,  como un espacio con varios puntos de entrada y de salida. En estas marchas y contramarchas, hemos encontrado dos  modalidades de reacción. Por una parte, el sentimiento de confusión, la persistencia de estados de perplejidad e interrogantes al estilo de "¿cómo me fui perdiendo en todos los caminos que emprendí?".

 La clave de esta experiencia es la ambigüedad, que implica indefiniciones y dudas, acompañada de un doloroso registro de parálisis en sus capacidades de iniciativa y toma de decisiones. Se destacan también estados depresivos, con sus clásicos componentes de autorreproches, inutilidad, autoculpabilización, sentimiento de haber perdido una valiosa guía laboral, teñido de tristeza y desesperanza, que llevan a la detención en su desarrollo laboral.

El conflicto se refiere a la identidad de género y responde a la pregunta "¿quién soy como mujer en este desarrollo laboral?", cuando las mujeres se insertan en carreras laborales con una fuerte impronta de la cultura masculinizada.  Expresan serias dificultades para reconocerse en tanto mujeres, por ejemplo en su vestimenta habitual, en sus estilos comunicacionales, en los horarios de trabajo requeridos.

Un resultado frecuente de la experiencia de ambigüedad es el conflicto de ambivalencia: las mujeres se sienten atraídas por esos lugares de trabajo pero rechazan los modos de desarrollo de las carreras laborales bajo semejantes condiciones. En el conflicto de ambivalencia, la pregunta es: "¿cómo hago para sostener un trabajo que a la vez me atrae y me provoca rechazo?".

El conflicto se refiere a la identidad de género y responde a la pregunta "¿quién soy como mujer en este desarrollo laboral?", cuando las mujeres se insertan en carreras laborales con una fuerte impronta de la cultura masculinizada. Cuando se presentan conflictos vinculados con los fenómenos del techo de cristal y de los laberintos de cristal en sus trayectorias laborales, es importante la figura de la mentora, que tiene una significación singular en la vida laboral de las mujeres. Habitualmente, las mujeres con estas trayectorias laborales se han desarrollado en contextos familiares donde había una mujer que operaba como figura de referencia, modelo de rol en el ámbito doméstico.

Cuando salen al ámbito público, es probable que puedan contar con una figura mentora en el ámbito laboral o de los estudios, por ejemplo, una jefa o una profesora que les muestra un camino en el mundo del trabajo, pero que quizá no pueda guiarla y asesorarla en otros aspectos de su vida como la intimidad familiar. Esto hace que el hallazgo de una figura mentora para las muchachas jóvenes sea difícil y contradictorio, especialmente si ellas desean articular su vida laboral con su vida familiar.

La figura de la mentora para las mujeres sería alguien que opera para la subjetividad femenina en la adquisición de una identidad laboral, pero también como mediatizadora entre el mundo del trabajo y el de los vínculos afectivos y de intimidad.

Debemos estar atentas a que estas condiciones, a menudo difíciles, no den como resultado el abandono o renunciamiento a establecer proyectos firmes y sostenidos en el ámbito laboral, o bien al desaliento para mejorar sus trayectorias laborales. La figura de la mentora operará para contener y sostener los proyectos e inquietudes de las mujeres, especialmente de las jóvenes, mostrándoles caminos posibles para no declinar en sus esfuerzos.

Muchas mujeres de nuestra generación, que ya hemos transitado por esos conflictos y hemos encontrado modos variados de resolución, podríamos constituirnos en un colectivo solidario a disposición de las nuevas generaciones, para encarar las demandas laborales actuales con espíritu de justicia y equidad.

mabel burin*Doctora en Psicología.  Directora del Programa de Estudios de Género y Subjetividad de la  Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) Buenos Aires.

 

 

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