La necesidad de cariño no tiene edad. El amor es alimento para el alma a lo largo de todas las etapas de la vida: infancia, adolescencia, madurez y senectud. Aunque las exigencias y la vorágine de la rutina diaria nos hagan olvidar los reclamos del corazón.
Observando a los niños uno aprende a entender las necesidades emocionales del ser humano. Los niños piden cariño y atención de una manera natural y espontánea, mientras que los adultos, ya domesticados, creemos merecer ese mismo afecto a través de nuestros logros, nuestra belleza física o nuestra entrega a los demás, en busca de la anhelada auto-aceptación.
El condicionamiento social de la cultura judeo-cristiana nos limita encerrándonos en el recordatorio constante del miedo y de la culpa. Paralizados por pensamientos de tener que hacer lo apropiado o lo que se espera de nosotros en lugar de sentir de verdad, muchas veces tendemos a un servilismo complaciente cargado de búsqueda de aprobación de terceros y por lo tanto de nosotros mismos.
Observando a los niños uno aprende a entender las necesidades emocionales del ser humano. Los niños piden cariño y atención de una manera natural y espontánea.Nuestro juez interior, ese arquetipo que sólo acepta nuestra creencia de lo correcto, nos machaca muchas veces en ese reclamo de afecto mal interpretado, al creer que solo recibiremos amor si nos comportamos de la manera que "aprobamos".
De pequeños aprendemos "la ley del premio y del castigo", y de adultos nos la seguimos aplicando, muchas veces de una manera mecánica, rutinaria e inconsciente.
Paremos, reflexionemos
Esta es una invitación a pararnos a reflexionar si con frecuencia nos adaptamos a los demás en busca de merecer ser queridos y por tanto aceptados, con el consiguiente coste emocional y pérdida de "nuestro centro" algo que habitualmente pasamos por alto "sin pena ni gloria".
Es un clásico observar cómo no cumplir con las expectativas de los padres levanta las ampollas de los hijos. ¡Cuántos cónyuges renuncian a su verdadera personalidad para mimetizarse con la de su pareja ante el miedo de la soledad y de ser rechazado!
Señalar bien los límites de las concesiones respetándose y orientando a nuestra pareja a preservar su personalidad y aspecto físico, sería una garantía para mantener alta nuestra auto-estima.
Esta pauta de concesiones a cambio de cariño se repite en nuestra vida social: cedemos con mucha frecuencia a participar en actividades que no nos interesan por esa creencia enfermiza de "tener que quedar bien con los demás". Sin embargo, no reparamos en que quedamos muy mal con nosotros mismos al someternos a terceros previo pago del coste emocional reglamentario.
¿Qué pasaría si nos atreviéramos a ser nosotros mismos en nuestras relaciones? Probablemente haríamos una criba muy saludable…Debido al alto porcentaje de tiempo que pasamos en el lugar de trabajo solemos trasladar esa necesidad de afecto al campo laboral con el resultado que conlleva: salir escaldados en la frenética lucha por "trepar a lo más alto" a pesar de que quienes llegan dicen que no hay nada…y que merece más la pena "volar" compartiendo el vuelo sin tener que pisar a nadie.
¿Qué pasaría si nos atreviéramos a ser nosotros mismos en nuestras relaciones? Probablemente haríamos una criba muy saludable, descubriendo que las personas que nos quieren incondicionalmente respetarán nuestras decisiones sin forzarnos a adaptarnos a las suyas. Tal y como ocurre en las relaciones entre niños.
*María Cicuendez es Periodista, Maestra de Reiki (Usui Shiki Ryoho), Terapeuta de Sonido, Cristaloterapia y Esencias Florales (clases y terapias). www.mariacicuendez.webs.com
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