A lo largo de toda mi vida he oído casi siempre el mismo discurso: que la familia es lo mejor que existe; que hay que tener familia y que sin familia no eres nada… La verdad es que cuando todo va bien, la familia se convierte en el entorno óptimo para el desarrollo de cualquier ser humano. El problema es cuando sucede justo lo contrario. Y más problema aún, cuando se trata de una familia con apariencia de gente normal.
Llegados a este punto se me ocurren varias razones por las cuales la familia puede convertirse en una cárcel sin puerta ni ventana que la airee. Una de ellas, los abusos sexuales. Y que normalmente, nos guste o no, recaen sobre las niñas antes de que cumplan su mayoría de edad, en la mayor parte de los casos.
Abuelos, padres, tíos, hermanos, primos. Todos son potenciales abusadores. Afortunadamente para nuestra raza, también hay hombres buenos. ¡Menos mal!
He conocido directamente sólo a tres mujeres que han sufrido esta realidad. Todas en el entorno que va entre los siete y los catorce años. Al ser el agresor un miembro respetado dentro del grupo, la niña no tiene valor para denunciarlo a nadie. Intuye que se expone a no ser creída y por lo tanto, se calla y como agravante, la relación de autoridad entre ella y su agresor, la paraliza más todavía.
Sorprende comprobar cómo hay una clase de mujer que en su papel de madre o abuela, en lugar de, una vez conocidos los hechos, adoptar un papel reactivo y defensor de la menor, juega a no creérselo. Reacción que merece tratamiento aparte y que no abordaré hoy aquí.
Pero ¿Cómo se siente la niña que, una vez que consigue sincerarse con sus mayores, no es creída? ¿Qué armas tiene una pequeña de siete años de la que abusa su abuelo, cuando lo cuenta y le responden que eso no puede ser cierto? ¿A qué queda expuesta? Queda expuesta a la soledad, al miedo, al deterioro personal y emocional. La familia, en este caso se ha convertido en una trampa mortal para la pequeña y en una espléndida tapadera para el delincuente.
¿Qué se puede hacer socialmente hablando para paliar este tipo de situaciones?
La verdad es que este asunto tiene poca y mala solución. Cierto es que en cuanto la administración detecta malos tratos o vejaciones a menores, reacciona cada día con más agilidad. Pero, no olvidemos que estamos hablando de familias aparentemente sanas, normales y bien orientadas. La administración no tiene nada que decir en estos casos. Está en manos de todos y cada uno de nosotros el tener el corazón y la mente abierta para reaccionar en beneficio de la/el menor, si se diera la ocasión.
Para terminar, sugiero a quien me lea, que vea -si no lo ha hecho ya- “La Boda del Monzón” película que ilustra con bastante tino todo lo que explico aquí.
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