La crisis acentúa la brecha salarial

Las organizaciones, sindicatos y movimientos sociales denuncian los efectos negativos que los ajustes presupuestarios tienen en las políticas de igualdad. Los jóvenes y mujeres son los mayores damnificados por la crisis.

Una de las apuestas más significativas de los últimos años fue la Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres de 2007. Una norma que buscaba dar más poder político y económico para las ciudadanas y mayor corresponsabilidad en las tareas de cuidado, entre otros. Sin embargo, hoy los datos evidencian que en el ámbito laboral y empresarial persisten importantes diferencias de género y sólo la llamada brecha salarial entre hombres y mujeres supera el 20 por ciento.

La crisis, asegura, está teniendo un efecto negativo en las políticas de igualdad y las exigencias de austeridad presupuestaria plantean "serios interrogantes" sobre el futuro de estas medidas.Un informe del Consejo Económico y Social (CES) hecho público el pasado 1 de diciembre constata la persistencia de desigualdades en el acceso al empleo y el salario y revela estancamiento en ámbitos como el hogar. Tampoco apunta salidas fáciles ni positivas a este diagnóstico: la crisis, asegura, está teniendo un efecto negativo en las políticas de igualdad y las exigencias de austeridad presupuestaria plantean "serios interrogantes" sobre el futuro de estas medidas.

En cuanto a la brecha salarial, el salario promedio por hora de las mujeres (8,9 euros) supone alrededor del 83,7 por 100 del de los hombres (10,6 euros), según la última edición de la Encuesta de Estructura Salarial, de 2006. Es decir, las mujeres cobran un 16,3 por 100 menos, diferencia que se acentúa más, hasta alcanzar el 26,3 por 100, cuando se considera el promedio anual.

Estas diferencias en las remuneraciones brutas entre hombres y mujeres responden a factores diversos, no pudiéndose interpretar exclusivamente como prácticas de discriminación salarial, es decir, inferior salario (de las mujeres respecto a los hombres) para trabajos de igual valor, dado que las mujeres poseen características y pautas muy distintas a los hombres en las variables del mercado de trabajo, como resultado de los procesos culturales y de socialización.

Aun así, es preocupante que, a igualdad de tipo de contrato, ocupación o rama de actividad económica, las diferencias retributivas entre mujeres y hombres sigan siendo elevadas. Resulta igualmente llamativa la existencia de brecha salarial en todos y cada uno de los niveles educativos y, sobre todo, que ésta aumente a medida que lo hace el nivel de estudios, lo que es indicativo de la existencia de discriminación por razones de género. Algunos estudios han estimado que las diferencias salariales originadas exclusivamente por prácticas discriminatorias se sitúan entre el 15 y el 20 por 100.

Aún tomando con cautela estos datos, por cuanto responden a fuentes y metodologías distintas, lo que parece evidente es que la igualdad salarial constituye aún un reto pendiente sin el cuál no se podrá alcanzar el objetivo último de igualdad entre hombres y mujeres.

En las conclusiones del Cuarto Informe del CES se apunta que, “aunque los casos de discriminación salarial por género son difíciles de combatir, la negociación colectiva debería prestar especial atención al establecimiento de sistemas retributivos neutros desde la perspectiva de género, tratando de contener criterios objetivos de valoración de puestos de trabajo y de fijación del salario en todos sus conceptos, dado que constituyen un buen instrumento para prevenir y detectar posibles diferencias retributivas no fundadas”.

Hay que recordar que las diferencias provienen sobre todo de los complementos salariales establecidos en los convenios, en especial cuando éstos son fijados a partir de criterios que benefician en mayor medida a los hombres, como la antigüedad (dado que la temporalidad afecta más a las mujeres y porque, además, la vida laboral de las mujeres suele sufrir mayores interrupciones lo que dificulta la acumulación de períodos de antigüedad), la disponibilidad horaria o la prolongación de la jornada.

Son estos indicadores los que llevan a las organizaciones feministas y sindicales a enfatizar de manera especial, entre los problemas pendientes, además del desempleo -que castiga más a las mujeres que a los hombres-, la inconcebible situación de que los las mujeres cobren un 20 por ciento menos que los hombres, desempeñando el mismo trabajo.

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